Del odio al amor -
Capítulo 19
Capítulo 19:
Nadie sospecharía de ella al verla tan cerca del baño de mujeres.
“Bien, ya puedes irte”, dijo William ansioso por escuchar.
“Sí Señor… pero… mi celular…”.
“Te lo doy en la mañana”, respondió William torciendo los ojos
“¡Ya vete!”.
Lorena, resignada y cansada, salió de la habitación de William arrastrando los pies. En cuanto la puerta se cerró detrás de ella, William escuchó atento la grabación.
Fueron minutos de tortura y dolor, la explicación de Tina y su voz rota le causó estragos en el corazón. Se sentía miserable por haberla tratado tan mal al saber que no fue su culpa sino de su padre, pero entonces la voz de la razón resonó con fuerza.
La forma en la que Emma la criticó y demostró su odio cambió el dolor por sorpresa.
Mientras la mujer que él había amado con todo su corazón lo abandonó con facilidad por petición de su padre, la mujer que aborrecía por haberse casado con ella a la fuerza, lo defendía y estaba dispuesta a protegerlo, reprochándole a Tina todo lo que William no pudo.
Arrojó el celular a su cama y por un momento se quedó pensativo. Su corazón estaba partido en dos y su mente era un caos, parecía un avispero agitado.
Salió de su habitación, ansioso por hablar con Emma, pero cuando llegó a su cuarto, ella estaba profundamente dormida, enredada entre las sábanas y sosteniendo de la oreja al elefantito de peluche.
Se acercó lentamente, admirándola. Acarició con el dorso de su mano las suaves piernas descubiertas y subió a sus brazos. Se estiró un poco más y despejó el rostro angelical de esos mechones rebeldes.
“Mi hermoso diamante…”, dijo William con una sonrisa melancólica.
“En bruto, pero diamante a final de cuentas”.
Acarició la mejilla de Emma antes de dar media vuelta y justo cuando estaba a punto de salir de la habitación escuchó su voz somnolienta.
“William…”.
Se quedó petrificado. ¿La había despertado? ¿Lo había escuchado? Apretó los dientes y dio media vuelta dispuesto a dar una explicación cargada de arrogancia, pero Emma seguía dormida, había pronunciado su nombre entre sueños y estrechó con fuerza al peluche entre sus brazos, haciéndolo sentir celos, sin embargo, saber que Emma soñaba con él había hecho latir su corazón de manera dolorosa, pero satisfactoria.
Emma se levantó ese día llena de energía y después de un buen baño, bajó las escaleras de dos en dos.
Se había puesto un hermoso vestido rosa pastel que se ceñía a su cintura y le daba un aspecto inocente y encantador. Cuando llegó a la cocina se quedó paralizada.
William estaba ya despierto y arreglado, incluso
Lorena traía ropa casual y no parecía dispuesta a cocinar.
El desconcierto en el rostro de Emma le dio una apariencia enternecedora y William de nuevo sintió esos latidos intensos y dolorosos dentro de su pecho. ¿Quién dice que el amor no duele? Cuando te rehúsas a sentirlo, se vuelve una tortura.
“¿Estás lista?”, preguntó William ajustándose las mangas de su camisa.
“¿Lista para qué?”.
Emma retrocedió con precaución.
“¡Iremos a la residencia Gibrand!”, contestó Lorena emocionada.
“¡Lorena!”, exclamó William haciéndola brincar.
“¡Lo siento! ¡Era una sorpresa!”.
Se cubrió el rostro, apenada por no mantener la boca cerrada.
“¿Iremos a ver a mi familia?”.
Los ojos se le llenaron de lágrimas a Emma y se acercó con emoción a William.
“Así es… Nos están esperando para comer, pero creí buena idea llegar más temprano”, dijo William y de inmediato Emma saltó a sus brazos, estrechándolo con un cariño que parecía congelarlo.
“¡Gracias! ¡Muchas gracias!”, exclamó Emma y besó su mejilla.
La residencia Gibrand se veía tan hermosa como Emma recordaba, la veía por la ventana con admiración y ansias.
“Anda… adelántate…”, dijo William al ver a Emma conteniendo su emoción.
“No”; respondió con una sonrisa y salió del auto dispuesta a ayudar a Mike a bajar a William
“Entraremos juntos”.
Cada pequeño y dulce detalle hacía que el corazón de William siguiera descongelándose. Emma lo empujó por el jardín y lo llevó directo a la entrada principal, ahí el mayordomo los recibió con una sonrisa.
Esperaron en la estancia muy poco tiempo hasta que los gritos se hicieron oír.
“¡Emma!”, exclamaron los tres hermanos al llegar corriendo.
De inmediato Emma se hincó para alcanzar al más pequeño, Benjamín, quien, con pasos aún torpes, corrió con todas sus fuerzas y los brazos.
“William… ¿Cierto?”, preguntó Cari acercándose con precaución.
“Nos conocimos en tu boda”.
“Sí, te recuerdo. Carina… ¿Cierto?”, dijo William divertido por la seriedad de la niña
“Por si deseas saberlo, el Señor Orejas está bien”.
Cari cubrió su boca para ahogar una risita.
“Me alegra, es un miembro importante de esta familia. Incluso ha acompañado a mi padre hasta la oficina para ayudarle en asuntos importantes…”.
“Sí, de contrabando en mi portafolio”, dijo Román torciendo los ojos
“William, es bueno verte de nuevo”.
Román estrechó la mano de William con firmeza.
Mientras William permanecía en la mesa platicando con el viejo Benjamín, soportando sus historias de encontraban Frida y Álvaro.
“¿Qué ocurre?”, preguntó desconcertada.
“Álvaro encontró la forma de terminar con el contrato e invalidar tu matrimonio”, dijo Frida emocionada, ansiando que su hija regresara lo antes posible, pero Emma sintió un retortijón desagradable.
“El contrato pide que te embaraces en menos de dos meses…”, intervino Álvaro.
“No debes de tener ningún hijo con William”, atajó Román con firmeza, congelando el corazón de Emma
“Mantente lejos de él dos meses… Si no tienes otra opción, entonces manda a Lorena a comprar píldoras anticonceptivas, pero no te des el lujo de embarazarte”.
Las palabras de su padre la hirieron profundamente. De pronto se dio cuenta que tener un hijo con William no sonaba tan desagradable.
“Si en dos meses no estás embarazada, Álvaro podrá cancelar el contrato y regresarás a casa”, dijo Frida emocionada y abrazó a Emma, pero notó que esta no le regresaba el abrazo y se sobresaltó
“¿Qué ocurre?”.
“¿Qué pasa si…?”.
Emma no quería defraudarlos, pero tampoco quería mentirse a ella misma.
“¿Qué ocurre si… quiero… quedarme?”.
“¿Cómo que quedarte?”, preguntó Frida angustiada.
“Sí… yo… “
Los nervios la traicionaban y la mirada oscura de Román no facilitaba las cosas
“Yo… quisiera… intentarlo”.
“¿Intentarlo?”, preguntó Román y se acercó, intimidándola.
Emma cerró sus ojos, parecía más fácil hablar si no veía a nadie en específico.
“Quiero continuar con mi matrimonio y quedarme al lado de William”.
Un escalofrío la sacudió y abrió un ojo, esperando la peor respuesta, pero solo vio rostros de sorpresa y horror.
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