Corazón esteril
Capítulo 67

Capítulo 67:

Llegamos a una habitación y al entrar miro a Carol en la cama que parece de hospital con la cabecera ligeramente levantada y un almohadón que la ayuda a ver hacia enfrente.

Es otra persona, no es la Carol altiva, coqueta que yo conocí.

Tiene unas profundas ojeras y la piel demacrada, el cabello recogido en un moño y los brazos flácidos a su costado.

Nos escucha entrar y posa su vista en nosotros abriendo sus ojos con sorpresa al mirarme entrar con detrás de su madre.

“Carol, Izar está aquí porque quiere hablar contigo”, le dice Amelia.

Ella me mira y me mira. Da un pequeño asentimiento.

“Está bien mamá, puedes dejarnos solos por favor”.

Amelia regresa su vista a mí.

“Gracias”, digo antes de que salga.

Miro a Carol por un segundo y me acerco.

“¿Vienes a burlarte?”, me dice.

“No soy tan bajo como tú crees Carol y no me alegra que hayas terminado en esta situación pero al final las consecuencias de nuestros actos siempre nos alcanzan”, le digo.

Baja la mirada, algo que jamás había visto en ella.

“Entonces ¿Que buscas aquí?”, pregunta.

“Respuestas, Aarón secuestró a Isabella y a su hermano”.

Sus ojos se abren como platos.

“¡Ese maldito no tiene límites!”, dice con la mandíbula apretada.

“Han buscado en todas sus propiedades y no hallaron nada y por eso estoy aquí, tú llegaste a conocerlo bien, quiero que recuerdes algún detalle de dónde puede estar”, le digo y me mira como si no creyese lo que le estoy diciendo y largos segundos se mantiene en silencio

“No es un favor lo que te estoy pidiendo Carol… es un pago. Me lo debes y se lo debes a mis hijos…”.

Baja una vez más la mirada.

“Ellos han acogido a Isabella como una madre, la aman y no puedo permitir que ellos pierdan una vez más a su madre junto con sus hermanos”.

Regresa su mirada acuosa a mí.

“Tú les arrebataste a su madre, ayúdame a regresarles, este ser que les dio la oportunidad de volver a sentir el calor del amor que solo una madre puede dar… Incluso tú lo has sentido, tu madre te defendió aun sabiendo todo lo que hiciste Carol, voy por mi familia”.

Me mira y sostiene su mirada a la mía.

“Mi padre me odia, no viene aquí desde que llegué… me odia y lo sé, solo mi mamá aunque sé que tiene eso clavado en el corazón, ella no me lo reprocha pero yo si me lo reprochó cada segundo del día”.

“Solo espero que me encarcelen y así poder pagar más de lo que debo, porque aunque estoy postrada en esta cama para el resto de mi vida los remordimientos son aún más grandes al ver a mi madre preocuparse por mi cuando no merezco ni que me mire con amor”.

Las lágrimas corren por sus mejillas y veo la amargura en ella.

“¿Qué quieres que te diga?”, me dice cuándo puede recuperar un poco el aliento.

Marco el número de Albert y siento que mis manos pican de la ansiedad que siento.

“¿Que sucede Izar?”, pregunta con la voz un poco alterada.

“Voy al hospital donde está Leonel, tengo que hablar con Leonora, te llamo porque quiero gente Albert, francotiradores, tú sabes a lo que me refiero…”.

“¿Encontraste información?”, pregunta al otro lado de la línea,

“Parece ser que cuando hacia sus movimientos turbios con ese dinero compraba propiedades pero no a su nombre, si no al de Isabella e incluso el de Leonora, necesito saber dónde están esas propiedades pero te necesito preparado para ir por él”.

“¿No piensas decirle a la policía?”, me pregunta intrigado supongo por cómo me escucha.

“No Albert, ya no voy a esperar a que la policía los encuentre, voy a ir por mi familia yo mismo”.

Pov Isabella.

Tomo aire pero realmente el oxígeno no llega a mis pulmones, me siento agotada. Siento a mis hijos moverse dentro de mí y contrario a lo que siempre sucedía, me duele,

Me duele sentirlos y saber que están en peligro.

Me duele pensar que puedo no llegar a conocer sus caritas. Me duele pensar que su futuro está en manos de un psicópata.

Miro a mi hermano y está tratando de desatarse de la silla donde está… no ha parado de intentarlo, veo sus muñecas heridas y sangrantes porque no se da por vencido y sé que no lo hará mientras tengamos un soplo de vida.

Veo ingresar a Aarón con una bolsa de comida.

“Es hora de que comas princesa, los bebés deben alimentarse correctamente. Si queremos que sean sanos y fuertes”, me dice mientras pone una hamburguesa en mi boca.

Quisiera escupirle la cara, pero ciertamente mis hijos me necesitan fuerte así que mastico la hamburguesa y aún con el estómago cerrado, trago.

“Aarón necesito moverme, déjame levantar”, le digo en tono suave.

“No te vas a levantar de ahí hasta que hayas dado a luz”, dice limpiando la comisura de mis labios con una servilleta desechable.

“Aarón, por favor necesito…”, le suplico.

“Lo que tú necesitas…”, dice interrumpiendo.

“Es guardar silencio porque si no te voy a anestesiar y ni siquiera conocerás a nuestros hijos, además de que como ya no me va a servir voy a acabar con tu hermanito y no quedará rastro de ninguno de los dos porque ya tengo el ácido donde su cuerpo desaparecerá de la faz de la tierra”, continuó explicando.

Se me hiela la sangre al ver sus ojos vacíos, carentes de cualquier sentimiento pero llenos de verdad en este momento. ¡No miente!

Son los planes que tiene para nosotros.

Y casi quiero llorar pero no, no más, si tengo que morir aquí junto a mis hijos así será pero no esperaré pacientemente a que él me los arrebate. Lo miro acercarse a Leonardo y él lo mira con tanto odio.

“No te rogare cuñadito, si te quieres morir de hambre será tu problema así que tú decides si abrir la boca o no”.

Leo me mira y con súplica en los ojos le pido que coma, necesito que el también esté fuerte para lo que sea que venga.

Así que abre la boca y come la hamburguesa sin quitarle la mirada a Aarón quien tiene una sonrisa maquiavélica en el rostro.

Vemos salir a Aarón y se escuchan dos portazos quiero pensar que volvió a salir a la calle.

“¿Estás bien?”, pregunta Leonardo.

“Si, estoy bien. Leo…”, le digo mirándolo a los ojos.

“Tenemos que intentar salir de aquí, cueste lo que cueste”.

“Lo sé Bella, lo sé”, me dice y veo en sus ojos la frustración.

“Leo escúchame… prefiero morir luchando por salir de aquí a esperar el momento en el que se lleve a mis hijos o que vea que te hace daño ¡No puedo! ¿Me entiendes?”.

Me mira y sé que comprende, sé que es suicida pero cuando estás en estas situaciones cualquier decisión se vuelve de vida o muerte.

“Vamos a hacerlo Bella, tú vas a ver nacer a tus hijos, los podrás ver crecer. Te lo juro hermana, así me muera en el intento”, dice.

¡Cielos, ayúdanos!

Cierro los ojos y veo a mis pequeños torbellinos, veo a Izar, a mi padre, a Leonel y mi corazón se rompe un poco de pensar que no volveré a verlos.

“Bella, tenemos que conseguir que desate a alguno de los dos con el pretexto que sea, como sea pero tenemos que convencerlo.

“Yo lo intentaré Leo…”, niega repetidamente con la cabeza.

“Escúchame por favor, sé que yo puedo hacerlos, Aarón no es tonto y no te soltará a ti”.

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