Corazón esteril -
Capítulo 66
Capítulo 66:
No sé en qué momento me volvió a vencer el sueño, despierto y ya todo está oscuro solo alumbrado con una débil vela.
He perdido la noción del tiempo, no sé cuando llegue aquí ni cuánto tiempo estuve inconsciente.
Miro a mí alrededor y encuentro a mi hermano en la misma silla y siento unas ganas inmensas de llorar, su rostro está hinchado y amoratado, está vencido por el sueño pero aún su cara refleja el dolor y la impotencia de esta situación.
Busco a Aarón con la mirada y no lo encuentro.
“Leo…”, lo llamo.
“Leo, despierta”, insisto.
Se remueve un poco y posa su mirada en mí.
“Bella, ¿Te sientes mal?”, pregunta preocupado.
“Estoy bien, solo me duele un poco la espalda pero estoy bien”, el asiente.
“¿Cuántas horas llevamos aquí?”.
“¿No recuerdas?”, solo niego con la cabeza.
“¡Ese hijo de p$rra te dio algo fuerte! Llevamos aquí casi dos días Bella. Necesito sacarlos de aquí. No sé qué clases de enfermo plan este ideando, pero este tipo es un sicópata y tengo que ponerte a salvo, tengo que ponerlos a salvó a los tres”.
Pov Izar.
‘Esto debe ser una pesadilla’ Me repito por quincuagésima vez arrastrando mis manos por mi cara, regresando al cabello y de nuevo frotando mis ojos. Tengo dos días sin dormir.
Simplemente no puedo aunque mi cuerpo se siente extenuado, no puedo pegar el ojo, ni siquiera puedo permanecer sentado más de cinco minutos.
Hace dos días Isabella desapareció. Después de dejarla en el hospital ya nadie la volvió a ver.
Me estoy volviendo loco de la angustia porque sé que esté donde esté no es por su gusto y se quién hizo esto… malditamente claro que lo sé.
Mis hijos se fueron con mis papás porque ciertamente no puedo tenerlos aquí, la casa es un caos de entrada y salida de policías.
Y más allá de eso sé que preguntarían cada cinco minutos ¿En dónde está? y no puedo, no tengo el valor para decirles que no lo sé.
Miro a Andrew sentado en el sillón dormido con la cabeza colgando y sé que no solo yo estoy destrozado por esto.
Leonardo también está desaparecido y no creo que sea coincidencia el accidente de Leonel, la desaparición de Isabella y la desaparición de Leonardo.
“Señor Messina, el celular de su esposa fue encontrado en un basurero del hospital”, siento que una estaca me atraviesa el cuerpo al ver el aparato en manos del agente en una pequeña bolsa de plástico.
“No encontramos más huellas que las de su esposa y al revisar la última llamada duro veinticinco segundos con un número no registrado y después de eso fue apagado”.
“Agente tienen que encontrarlos, mi esposa está embarazada…”, digo tratando de apelar a su sentido de urgencia.
“Estamos haciendo lo humanamente posible Señor Messina, créame. Sé que su angustia es inminente pero…”.
“Pero mientras más tiempo pase más peligro corre mi esposa y mi cuñado porque casi podría jurarle que ambas desapariciones son a causa del mismo maldito enfermo de mi%rda…”, digo apretando la quijada.
“Lo entiendo Señor Messina pero no podemos hacer más, tenemos bajo custodia todas las propiedades del señor Marshall, no hemos encontrado nada para vincularlo.
“¡¿Cómo me puede decir eso?! Ese hijo de p%ta mato a Renata, mi difunta primera esposa, intento asesinar a su cómplice, secuestro a mis hijos y por si fuera poco abuso de mi mujer… ¿Qué más quieren que pase?”, grito perdiendo el control.
No me gusta reaccionar visceralmente pero no puedo reaccionar diferente en este momento, el coraje, la ira, el miedo y la impotencia están haciendo estragos en mí.
“Lo siento Señor Messina, le mantendré informado”, dice el hombre con tono calmo y da media vuelta para salir de mi casa.
Entonces lo pierdo.
Arremeto contra todo lo que está a mi paso, rompiendo una encimera y todo lo que había en ella, me dirijo a una vitrina gruñendo como un animal herido y rompo absolutamente todo lo que se me cruza.
Las lágrimas se hacen presentes mientras mis oídos pitan. Me dirijo a una pared y doy uno, dos, tres, cuatro golpes hasta que la sangre hace explosión en la blanca pared.
Siento unos brazos tomarme por la espalda pero no puedo, de verdad no puedo con esto, ni siquiera el dolor físico me rescata del dolor emocional.
Siento más brazos jalándome hacia el sofá y ahí reconozco a Andrew, a Albert y a Joel. Me tiro en el sofá y hundo el rostro en mis manos lleno de frustración e impotencia.
Lloro y me importa una m!erda si me veo como un cobarde. ¡Si! Tengo miedo, porque si yo estuviera ahí donde está Isabella seguro no saldría vivo porque lucharía hasta que me metieran una bala en la sien o hasta que me liberara.
Pero es ella la que está en sabe los cielos donde y eso me llena de dolor, de rabia y de remordimiento.
‘La deje sola’
Me fui a la maldita oficina y me la arrebataron. Siento unas manos en mis muñecas y al alzar el rostro veo a Ándrew con lágrimas en las mejillas.
“¡Hijo, escúchame!”, escucho cuando mis oídos dejan de escuchar solo el martilleo fuerte y enloquecido de mi corazón.
“Necesitamos estar fuertes, te entiendo pero no te puedes dar el lujo de perder los estribos”.
“Izar… dime qué hacer y lo haremos”, dice Albert.
Lo miro midiendo sus palabras y se exactamente lo que tengo que hacer.
“Contacta al mismísimo diablo si es necesario pero quiero saber dónde están… ¿Oíste Albert? No quiero escrúpulos, quiero a mi esposa y mis hijos aquí”.
“¡Entendido!”.
Veo a mi amigo salir y Carol me viene a la mente.
Ella tiene que saber algo de ese bastardo de mi%rda. Llegamos a la casa de lo Cooper, me siento con las fuerzas renovadas. ¡Voy a encontrarlos!
A mi lado viene Andrew y veo tanta decisión en él que sé que su hambre de encontrarlos es igual a la mía. Toco el timbre y espero.
“Buenas tardes señor Izar, pase por favor, los señores están en el estudio enseguida les aviso que está usted aquí.
“Gracias señora Emma, los esperamos.”, digo adentrándome a la casa.
Nos quedamos de pie en la sala de estar cuando aparecen Octavio y Amelia.
Cuando se le giro orden de aprehensión a Aarón pedimos al juez que Carol pudiera llevar el proceso por fuera ya que está postrada a una cama sin poder mover nada por debajo de los hombros y la logramos.
Así que está en esta casa con un brazalete que le dictaminó el juzgado.
“Izar, bienvenido”, dice Octavio estrechando mi mano.
“Octavio, Amelia buenas tardes”, estrecho la mano de Amelia y presento a Andrew.
“¿A que debemos el honor de su visita?”, pregunta Amelia.
“Saben la situación de Isabella”, ambos asienten con algo de pesar en el rostro.
“Estoy seguro que detrás de todo esto está Aarón Marshall y quiero hablar con Carol para saber si ella puede darme alguna información que nos ayude a dar con él”.
“Ella ya no tiene que ver con él Izar, está muy arrepentida de todo lo que hizo, incluso está tomando terapia psiquiátrica”, dice Amelia con tono de preocupación.
“Amelia, no estoy acusando de nada a Carol solo que ella conoce bien los movimientos de ese infeliz y quiero platicar con ella para saber si tendrá un dato que nos ayude a llegar a él”.
Ambos me miran y después se miran entre ellos.
“Acompáñame Izar”, dice Amelia y camina delante de mí.
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