Corazón esteril
Capítulo 65

Capítulo 65:

“Disculpa amor, es de la oficina”, me dice antes de contestar.

“No te preocupes, atiende”, le digo.

Se levanta de la mesa para ir a atender mientras yo le doy un par de sorbos más a mi botella con agua.

Acaricio mi barriga dándoles un poco de calma a mis pequeños ángeles que supongo se tensionaron igual que yo.

“Mi amor, tengo que ir un momento a la oficina a firmar unos documentos urgentes para que sean enviados a Europa, en cuanto lo haga vuelvo contigo se quedan Joel y Bernard aquí por si quieres volver a casa”.

“No te preocupes, no pienso moverme de aquí, que te lleven y te traigan de vuelta, yo aquí te espero. Quiero estar pendiente de Leonel y esperar a que llegue Leonardo”, le digo tranquila y segura.

“¿Estas segura mi amor? ¿No te sientes cansada?”, me pregunta.

“Estoy bien y me siento más tranquila de haberlo visto.

“Muy bien, en menos de una hora estoy de vuelta, haré que vuelen”, dice haciéndome sonreír.

“Aquí te espero”, le digo y se acerca para dejar un suave beso en mis labios.

“Te amo”, dice mirándome a los ojos.

“Yo te amo a ti”, digo de vuelta y el acaricia mi v!entre.

“Ustedes dos cuiden a mamá”.

Acaricio su mano sobre mi hinchada barriga y dándome un beso más se aleja a paso rápido.

Tomo el móvil para preguntarle a papá quien se quedará con Leonel cuando mi móvil suena. Es un número telefónico desconocido, pero contesto.

“Diga… bueno… No escucho nada”.

Me quedo unos segundos en silencio pero del otro lado de la línea no se escucha nada hasta que cuelgan.

Miro el móvil pensando en esa llamada pero descarto rápido el pensamiento al recordar a mi hermano, así que muy a pesar de que esté Leonora regreso mis pasos para la habitación.

Camino por el largo pasillo mirando el móvil para marcarle a Hanna y preguntar por los niños. De pronto siento un jalón por la espalda que me lleva a una habitación.

Forcejeo aunque no veo nada en la adrenalina del momento, intento gritar pero un trapo húmedo es puesto en mi boca y nariz con fuerza haciendo que me duela el rostro, mientras un brazo se posa en mi pecho inmovilizándome parcialmente, mientras ese trapo sigue en mi rostro y en un segundo me siento débil y mis ojos ceden soltando por completo mi cuerpo y la oscuridad me envuelve.

La luz del sol pega justamente en mi ojo derecho, trato de moverme para huir de ella y un dolor atraviesa mi cerebro. Arrugó la nariz ante el dolor y aprieto los ojos.

Mi brazo punza y entre el aturdimiento tan grande que siento muevo la mano y algo la detiene, abro escasamente los ojos y no reconozco dónde estoy.

Una habitación a medio construir, no tiene aplanados ni focos o muebles.

Vuelvo a tratar inútilmente moverme pero está vez logro levantar la cabeza un poco y me encuentro en una cama, atada de pies y manos a las cuatro esquinas de la misma.

No tengo fuerzas apenas y puedo abrir los ojos y recuerdo la sensación que tuve aquella vez que sucedió eso en la casa de Leonora.

“Bella ¿Estas despierta? ¿Te sientes bien?”, escucho a mi costado pero me es difícil voltear la cabeza y enfocar a quien me habla.

“Bella, hermana dime qué estás bien por favor”

Logro con gran esfuerzo girar la cabeza y veo ahí a Leonardo mi hermano, con el rostro amoratado y atado de pies y manos a un sillón estilo victoriano.

“¿Te sientes bien?”, me pregunta y puedo ver el terror en su rostro.

“Me… duele la cabeza”, digo de forma pausada.

“Yo te voy a sacar de aquí Bella… no te preocupes tú y los bebés estarán bien”, dice casi en sollozo.

“¿Con que quieres ser el héroe de la película cuñadito?”, escucho la voz de Aarón y lo encuentro caminado hacia nosotros.

“¡Cuando salga de aquí te voy a matar hijo de p%ta!”, dice Leonardo alterado.

“No vas a salir de aquí afortunadamente”, dice Aarón con arrogancia y letalidad en la voz.

“Tú aquí tienes una función y no te irás hasta que la completes”.

“¡Vete a la m!erda bastardo! Mátame si quieres pero deja ir a mi hermana, ya suficiente daño le has hecho”.

“Yo no le hice nada en comparación a lo que ella hizo…”, se pasea hacia la cabecera de la cama rosando mi cuerpo con su índice desde la punta de mi pie mientras camina hacia mi rostro.

“Me abandono, se metió con un hijo de p%ta, se casó con él y acabo completamente con mi perfecta vida…”.

Se detiene en mi barriga y la acaricia con delicadeza.

“Es hora de cobrar y será perfecto…”, sigue sobando mi v!entre.

“¡Déjala cobarde mal parido! ¡Déjala!”, grita mi hermano desesperado

“¿Quieres venganza? Mátame y le darás un gran dolor pero deja ir a mi hermana”.

“Leo no…”, susurro apenas con un hilo de voz.

Toma mi quijada duramente.

“¿Ves? Dice tu hermana que dejes de hacerte el héroe imbécil, por eso prefería que estuviera aquí Leonel es menos bocazas que tú, pero el imbécil se estrelló antes de que pudiera traerlo”.

La claridad llega poco a poco pero con ella la comprensión y el terror. Nos secuestró y es obviamente para vengarse.

Lo veo regresar su mano a mi v!entre y su toque me quema.

“No me toques… no me toques Aarón”, digo luchando con mis párpados para que no se cierren.

“Princesa… no tienes idea de cuántas veces soñé verte así con el v!entre hinchado por nuestro hijo”, veo en sus ojos añoranza.

“¡Que la dejes infeliz!”, los ojos de Aarón se encienden de ira y rodea rápidamente la cama hasta llegar a mi hermano y le propina un golpe con el dorso de la mano que lo hace girar la cara.

“¡Ella es mía! ¿Entiendes?”, grita Aarón haciendo que retumbe su voz en la habitación vacía.

“Y si no puedes quedarte callado tendré que matarte antes de tiempo o aún mejor verás morir a tu hermanita”.

“Aarón…”, susurro reuniendo todas mis fuerzas.

“Déjanos ir, ya no cargues con más errores”.

Regresa su mirada a mí.

“Mi princesa hermosa… sé que te preocupas por mí pero estamos aquí los tres por qué quiero a mis hijos y no me iré a ningún lado sin ellos, de todos modos ya me cerraste los caminos, todo está perdido y hoy voy a reiniciar mi vida de la mano de mis hijos”, mi piel se eriza ante sus palabras.

“Y a partir de ahora los dos se van a portar muy bien.”, dice mirándonos con una sonrisa de sicópata que me llena de terror.

Camina rápidamente y sale de la habitación, cinco segundos después regresa empuñando una pistola.

“Si no quieres que le vuele los sesos a tu hermanito te vas a quedar quieta y vas a hacer lo que yo te diga, porque si no tú serás la responsable de la muerte de tu hermano”, mira hacia Leonardo.

“Y tú te vas a callar si no quieres ver cómo le abro el v!entre a Isabella en tus narices. Así que si los dos se aman tanto como siempre dicen se van a callar y a hacer lo que yo les diga”, me dice.

Las lágrimas empiezan a salir de mis ojos mojando mis sienes.

La realidad se asienta con fuerza en mi cerebro y temo tanto por la vida de mis hijos y de mi hermano que si no estuviera amarrada seguro estaría paralizada del terror que siento en este momento.

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