Corazón esteril -
Capítulo 64
Capítulo 64:
Obedezco y me recuesto con ayuda de Izar, descubro mi barriga y el doctor pone el gel que me da escalofríos por lo helado que se siente y coloca el aparato.
“Aquí están estos pequeños”, dice empezando a medirlos y nosotros miramos embelesados su imagen en el monitor, sus rostros, sus manitas.
“Todo se ve en orden ¿Quieren saber el sexo de sus bebés?”.
Mi corazón empieza a latir fuerte de emoción, no es como que tenga preferencia pero aun así me emociona estar segura y poder buscarle nombres a mis amores.
Izar y yo nos miramos y es algo que ya se ha hecho explicito entre nosotros.
“Si, queremos saber doctor”, dice Izar acariciando mi mano sabiendo que estoy tan emocionada que necesito de el para calmar mis emociones.
El doctor remueve un poco más el aparato buscando y yo casi quiero levantarme de aquí y meterme al monitor para entender más de lo que estamos viendo.
“Muchas felicidades, van a ser padres de un par de varones muy sanos y juguetones”, dice el doctor.
Siento la emoción invadiendo mi cuerpo y las lágrimas no se hacen esperar.
“¿Dos niños? ¡Dos niños! ¿Escuchaste amor? ¡Vamos a tener dos hermosos varones!”, dice Izar sin poder dejar de moverse y toma mis mejillas para darme besos repartidos en el rostro.
“Gracias mi vida, gracias por esta dicha ¡Gracias!”.
“Te amo”, solo puedo decir entre tanta emoción que siento.
Vamos rumbo a la casa con la felicidad a flor de piel ya pensando algunos nombres para nuestros pequeños angelitos y recibo una llamada de Leonardo.
“Hola Leo ¿Cómo estás?”, le digo sonriendo.
“Hola Bella ¿Dónde estás? ¿Estás con Izar?”, algo en su voz me tensiona.
“Si, saliendo de mi cita médica con él ¿Que sucede?”, pregunto tratando de no alterarme.
“Leonel está bien”, mi pulso se dispara.
“¡Qué le pasó?”, digo con un nudo instalándose en la boca de mi estómago.
“¡Leonardo! ¿Dime qué sucedió?”.
Izar me mira y solo me aprieta la mano sin entender que pasa.
“Tuvo un accidente vial, un auto lo embistió”.
Pov Isabella
Camino de manera rápida y con visión de túnel, siento la boca amarga desde que colgué con Leonardo.
Necesito ver a Leonel, necesito que mis ojos verifiquen que realmente está bien y fuera de peligro.
Izar es quien pide indicaciones, quien habla y pregunta, yo simplemente no puedo, el corazón no ha dejado de latir frenéticamente dentro de mí y realmente si no estoy llorando es porque sé que Izar entraría en modo protección y me llevaría a la casa.
Caminamos por un largo pasillo del hospital central que es a dónde trajeron a mi hermano después del incidente.
Llegamos a la puerta indicada por la persona en recepción.
Ni siquiera toco, entro sin los más mínimos modales, movida por mi instinto de amor y protección a mis hermanos.
Encuentro a mi hermano dormido, su cara está amoratada su brazo y pierna izquierda están enyesadas y yo siento que mi corazón se comprime hasta que casi no puedo respirar.
Me quedo inmóvil sintiendo unas inmensas ganas de llorar de impotencia.
Mi vista regresa a lzar cuando siento sus manos posarse en mis brazos, miro ahí la fortaleza que necesito en este momento.
Me adentro más a la habitación y miro a mi papá en un sillón al frente de la cama donde está Leonel.
Cuando mi papá siente nuestra presencia, me mira y veo en sus ojos enrojecidos la zozobra que hay dentro de él. Se levanta y se dirige a mí abriendo sus brazos y me refugio en él.
“¿Cómo está?”, pregunto en voz baja para no despertarlo.
“Estable, tiene fractura en el codo y en la tibia, pero está consciente y los estudios que han hecho no arrojan algún daño cerebral o interno”, me dice.
No puedo evitar llorar siento que mi pecho quema, me duele el alma de ver a mi hermano así sin poder hacer nada.
“¿Que sucedió papá? Leonel es muy precavido al conducir, no entiendo”, dice que un carro lo embistió por atrás y él para evitar chocar con otros automóviles volanteo y perdió el control del carro chocando con el muro de contención.
“¡Cielos!”, giro y lo veo ahí dormido y agradezco mentalmente que esté con nosotros, que esto haya quedado solo en esas fracturas.
Izar conversa algunas cosas más con mi papá pero ya no les pongo atención me quedo al pie de la cama mirando a mi hermano concentrada en su respiración, veo como sube y baja su pecho y eso me da paz en este momento
Saber que hay vida en él me da calma y me mantengo prendada de esa imagen donde mi hermanito respira.
Lo veo removerse y mi corazón se regocija, mueve su rostro y posa sus dormilones ojos en mí reconociéndome poco a poco,
“Bella… estas aquí”, sale de sus labios y yo siento que mi estómago se aplasta con un duro nudo.
“Hola grandote ¿Estabas jugando a los carritos chocones?”, le digo poniendo una sonrisa en su rostro mientras rodeo la cama para llegar hasta él.
Acaricio su castaño cabello y sus ojos se llenan de lágrimas igual que los míos.
“Estoy bien Bella, estoy bien”, me dice y aunque no deseo, mis lágrimas ruedan con más fuerza por mis mejillas.
“Lo sé mi amor, lo sé, aquí estamos contigo”, digo tratando de sonreír.
Toma mi mano entre las suyas y la besa y después soba mi barriga.
“Cada vez estás más enorme”, dice sonriendo.
“Idiota”, le contesto mientras limpio sus lágrimas con mis dedos,
En ese momento Leonora entra a la habitación con el rostro cubierto de lágrimas y un ceño desencajado y angustiado. Todos volteamos en su dirección pero nadie dice nada. Regreso la mirada a Leonel.
“Voy a estar aquí afuera ¿Ok?”, le digo.
“Está bien, gracias Bella”.
“Te amo mucho grandote”, le digo.
“Y yo a ti mucho más Bella”, me responde.
No digo nada más solo me dirijo a Izar y a mi papá.
“Vamos a la cafetería papá ¿Deseas algo?”.
“No mi vida, gracias”, asiento y le sonrío.
Regreso la mirada a Izar quien me toma de la mano y camina a mi lado para salir de la habitación sin siquiera mirar a Leonora.
Salgo de la habitación con calma porque al final es la madre de mis hermanos y comprendo que en este momento lo más importante es Leonel nada más.
Caminamos hasta la cafetería del hospital y tomamos asiento, lzar pide un café y yo solo agua, tengo el estómago cerrado.
“Olvide preguntarle a mi papá ¿Que sucedió con el carro del incidente?”.
“Hay que verificar ese dato, no te preocupes mi amor”.
Resoplo y llevo mi vista a mis manos, tuve mucho miedo de que esté accidente fuera más grave para mi hermano.
“Tuve mucho miedo”, acepto en voz baja sin quitar la vista de mis manos entrelazadas.
“Lo sé”, dice Izar tomándome de las manos.
“Pero tu hermano está bien, se pondrá mejor muy pronto mi amor, es un chico fuerte y sano, en menos de lo que te imaginas estará de nuevo cien por ciento recuperado”.
“Tienes razón”, le digo y respiro un poco más tranquila,
En ese momento suena el móvil de Izar.
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