Corazón esteril -
Capítulo 60
Capítulo 60:
Quién escuchara mis pensamientos me tildaría de loca pero al final sus actos, sus decisiones me dieron la oportunidad de salir de esa relación que era una completa mentira para conocer a un hombre que me ama de verdad y del cual estoy locamente enamorada.
Un hombre que me abrió las puertas de su hogar que se convirtió en el mío y me regaló el maravilloso honor de formar parte de la vida de un par de seres humanos extraordinarios que me tienen en la palma de su mano, los amo como ellos me han demostrado que me aman.
Y como si eso fuera poco a lado de Izar conocí la dicha de procrear vida… un par de vidas que laten dentro de mí y que hacen que mi corazón rebose de amor, tanto que a veces me abruma.
Pero a pesar de que a veces aún tengo pesadillas me siento contenta conmigo y con lo que me rodea.
Miro a mi costado y noto a Leonora mirándome, no me gusta admitirlo pero me incómoda su presencia.
Entendí que mis hermanos quieren que sane la parte que está herida con ella pero no puedo cuando en sus ojos miro algo que no es bueno, no sé si es odio, envidia, coraje ¡No sé! Pero lo cierto es que ya no me agrada tenerla cerca.
Siento su movimiento y me obligó a cambiar mi vista de dirección. Se posa frente a mí. No puedo evitar preguntarme ¿Mi mamá tendría esa misma mirada carente de amor?
“Felicidades Isabella”, me dice con esa voz autoritaria que la caracteriza.
“Gracias”, me limito a contestar.
“Es una hermosa casa…”, dice mirando hacia sus costados.
“Subiste de categoría”.
Si comentario tan fuera de lugar me molesta pero no hago ningún movimiento, no le daré el gusto de exasperarme.
“Tus hermanos me pidieron que viniera ya que sería una fecha especial para ti, veo que lo que tienes con ese hombre va en serio”.
“Siempre fue serio,”, le digo con la voz helada.
“No soy del tipo de mujer que me relaciono con cualquier hombre o para pasar el rato”.
“Claro”, dice dibujando una sonrisa.
“Lo sé, yo te crie”.
Me tensa cada vez más así que decido cortar está plática sin sentido.
“Bueno Leonora…”, noto como endurece el rostro al escucharme hablarle por su nombre.
“Estás en tu casa, voy a saludar a mis invitados”.
Voy a dar un paso para salir de su camino pero ella lo da hacia enfrente y me dice.
“¿Es verdad que estás embarazada?”, pregunta.
“Así es”, le digo de manera tranquila.
“Me dijeron tus hermanos que serán gemelos…”, asiento con la cabeza.
“¡Claro la genética!”.
La miro callada esperando que entienda que de todas las personas presentes ella es con la única que no deseo compartir.
“Y…”, se acerca un poco a mí.
“¿El ADN lo harán hasta que nazcan?”, pregunta.
Me tenso en cuanto escucho sus palabras.
“¡¿O según las semanas no te coincide con que podrían ser hijos de Aarón?!”.
¡No puedo creer que tenga los ovarios de decir eso en mi cara! De recordarme lo que ella y ese maldito me hicieron. Pero lo que ella no sabe es que no soy la niña que ella conoció, a esa Isabella la mataron entre Carol, ella y Aarón y solo quedó está mujer que no le va a permitir su atrevimiento.
No lo pienso solo actúo. Mi mano impacta de manera dolorosa en su mejilla haciéndola voltear la cara. Me mantengo inmóvil en mi lugar mirando como su rostro cambia de incredulidad a rabia pura.
“¡¿Cómo te atreviste a pegarme malnacida malagradecida?!”, dice con la mano en su mejilla y el rostro descompuesto.
“Aquí la malagradecida eres tú, te di mi infancia y mi adolescencia para ayudarte a sacar adelante un hogar aun cuando no era mi obligación ¿Y cómo me pagaste tú?”.
“Yo te alimentaba y te cuidaba y tú no eras mi obligación”, escupe colérica.
Siento la mano de lzar posarse en mi cintura y al mirarlo veo que no me mira a mí, la mira a ella con algo más que odio.
“Le voy a pedir…”, empieza a decir Izar con voz sepulcral.
“Espera amor”, digo interrumpiendo y poniendo mi mano en su pecho.
“Aquí Leonora y yo tenemos algunos puntos que poner en claro”.
Regreso la mirada a ella.
“Ciertamente yo no era tu obligación, pero bien pudiste decírmelo y me hubiera ido con mi papá, ¡Pero no! Te encantaba tener mis servicios porque nunca me viste como hija, y no te culpo, seguramente te recuerdo a tu hermana quien sí tuvo el amor de mi papá, quien si fue feliz a su lado el poco tiempo que estuvo juntos ¡Porque lo merecía! Y realmente hoy ya no me interesa porque fuiste quien fuiste hoy…”.
Me acerco a ella que me ve con tanto dolor en los ojos
“Tengo la felicidad en las manos y no vas a opacarlo con tu ponzoña, si tú no fuiste feliz es porque no podías construir felicidad sobre el dolor de tu hermana…”.
Trata de abofetearme, pero detengo su mano mientras veo a mis hermanos ponerse a mis lados.
“Eres una maldita igual que ella…”, escupe con los ojos llorosos.
“Gracias a cielos, no hubiera podido soportar parecerme a ti”.
“¡Vámonos ahora mamá!”, dice Leonardo con voz fuerte”.
“Perdón Bella”.
Pronuncia mirándome con vergüenza y se la lleva.
Un nudo se instala en mi garganta y juro que quisiera que no me afectará pero la considere mi madre por toda mi vida, la ame toda mi vida y ella mato todo eso en mí.
Me giro y encuentro el pecho de Izar dónde escondo el rostro tratando de no soltar ni una lágrima porque ella no lo merece.
“Voy a despedir a los invitados, mi amor”, dice acariciando mi cabello.
Alzo la vista y le regaló una sonrisa.
“Claro que no, yo estoy bien. ¡Vamos!”.
Me encuentro con la mirada siempre comprensiva de Leonel.
“Eres una leona hermanita, pensé que tendría que quitarte de encima de ella como cuando Walter me dio un balonazo y me sangro la nariz, lo atacaste con un lápiz aunque tú tenías catorce y el dieciocho.
Eso nos hace reír a los tres y destensa un poco el ambiente para mí.
Todos los invitados al parecer vieron el show porque tienen cara de un poco de miedo y me ven en silencio.
“Propongo un brindis, no sin antes disculparme por lo que acaban de presenciar… a veces quisiéramos tener la familia perfecta pero somos humanos y la perfección es difícil de alcanzar”, digo esperando que eso relaje el ambiente.
Tomo una copa y la levanto.
“Brindo por ustedes que han estado con nosotros en procesos difíciles y también en estos momentos de alegría, eso los vuelve una extensión de nuestra familia ¡Gracias! ¡Salud!”, digo.
Todos me miran con una sonrisa.
“¡Salud!”, contestan al unísono.
“Por favor disfrutemos esta noche que es una de las más felices de mi vida. Gracias por estar aquí”.
Todos vuelven a sus conversaciones más relajados. Izar me mira con una sonrisa ladeada.
“¿Desde cuándo eres tan valiente mi bella amazona?”, sonrió ante su apelativo.
“Desde que tengo una familia que me respalda y a la cual tengo que defender”.
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