Corazón esteril
Capítulo 58

Capítulo 58:

“Yo sé que lo que hizo Carol estuvo muy mal, lo sé y lo entiendo… pero Carol quedará postrada a una silla de ruedas y no quiero verla tras las rejas sin poderse valer por sí misma, creo que suficiente castigo es el haber recibido una bala de cielos sabe quién, Sé que puede sonar egoísta pero quisiera que quitarás los cargos. Yo me encargaré de que jamás se acerque a ti, ni a Isabella y mucho menos a los niños”.

Izar la mira fijamente y puedo ver qué siente pena por ellos.

“Amelia, quisiera que lo que sucedió con los niños fuera lo único que Carol hizo pero hay más…”.

“¿¡A que te refieres Izar?”, pregunta la mujer confundida.

Pero no es la única porque la mirada del Señor Octavio revela la misma expresión.

“Hagan el favor de acompañarnos al despacho…”, dice Izar tomándome de la cintura y haciendo un ademán para pedirles que se encaminen al despacho

“Tengo algo que mostrarles”, digo y se me hiela la sangre porque presiento que será sobre Renata de lo que quiere hablarles.

¡Cielos! Quisiera no tener que presenciar cuando sepan lo que Carol le hizo a Renata.

Llegamos a la puerta del despacho, abro la puerta y pasa Amelia, seguida de Isabella, después Octavio y al final entro yo.

Cierro la puerta a mis espaldas.

“Por favor tomen asiento”, les digo a mis ex suegros.

“Así estoy bien Izar, gracias”, comenta Octavio cortésmente a un lado de Amelia que ya tomó asiento.

“Insisto Octavio, por favor tomen asiento”, el hombre frunce sus pobladas cejas y pasa la mano por su cabello cano pero toma asiento.

Lo que les diré seguramente les dará una fuerte impresión pero es necesario, si quiero acusar a Aarón tengo que hacerlo también con Carol, no puedo sacarla de la ecuación si es que quiero justicia para Renata.

Sé perfectamente que Carol quedará postrada de por vida a una silla de ruedas además de haber perdido la motricidad del lado izquierdo de su cuerpo imposibilitado su brazo.

Pero a estas alturas no puedo detenerme por la situación que vive actualmente Carol si es que quiero que aquellos que causaron la muerte de Renata, dejaron a mis hijos huérfanos y mi familia destruida, se queden sin pagar y que siga impune este crimen.

Miro a Isabella y le hago un ademán con el rostro, ella entiende y se sitúa a lado mío tomando asiento en mi silla y yo de pie a lado de ella.

“Cuando buscábamos a los niños…”, inicio la explicación.

“La corte nos concedió una orden de cateo en el apartamento de Carol como ustedes ya lo saben”, digo lo más tranquilo que puedo.

Los ojos de todos en la habitación se posan en mi expectantes pero los de Isabella tienen una comprensión y pena retenida que se lo que estoy por decir.

“Entre las pertenencias de Carol encontraron una computadora portátil y los técnicos entraron en ella para buscar información que nos llevará a los niños. No fue fácil pero pudieron acceder a ella y encontraron algunos archivos.”, me inclino para abrir mi computadora portátil y busco la carpeta, antes de exhibir lo que deseo que vean me detengo y los miro fijamente.

“Entre ellos hay varios con contraseña que están aún averiguando, pero hay uno en especial…”

“Izar…”.

Isabella toma mi antebrazo mirándome suplicante, es tan sensible mi amor que se que está sintiendo por adelantado lo que los Cooper podrían sentir al saber la verdad.

Asiento hacia ella con comprensión de lo que quiere decirme.

“Hay un archivo que es muy comprometedor y que tiene que ver con sus hijas… con ambas”, me miran enmudecidos.

“Está en ustedes si quieren verlo, solo quiero que sepan que por ese hecho es que no puedo retirar la acusación. Yo les aprecio mucho de verdad y me duele ser yo quién les ponga al tanto de esto pero… no puedo dejar que quede así nada más como si nada hubiera pasado”.

“¿Que es Izar?”, se adelanta Amelia con una expresión desencajada.

“Es algo muy fuerte…”.

“Queremos verlo Izar”, me interrumpe Octavio.

“Si tiene que ver con mis hijas, nos concierne totalmente”.

Los veo tomarse la mano y asiento hacia ellos. Me inclino y se comienza a reproducir el vídeo que se grabó de una cámara de seguridad oculta en la recámara de Carol.

Isabella me toma de la mano y acaricia con su pulgar el dorso de mi mano cuando salen Aarón y Carol de la ducha y quisiera evitar que Isabella escuche pero es tarde.

“Entonces quiere decir que ¿Terminaré pagando la boda con la ordinaria novia que tienes Aarón?”, dice Carol buscando tranquilamente algo de vestir en su closet.

“Si te pesa pagar esa cantidad busca quien lo haga por veinte dólares Carol o hazlo tú misma”.

“Deja el drama Aarón era solo una broma, no me pesará nunca pagarlo siempre y cuando no falles”.

“¿Ya le dijiste a tu hermana que se atienda en el hospital?”.

Miro a los Cooper tensarse al escuchar esa frase y cierro los ojos porque sé que lo que viene no será bonito.

“No aún no, pero lo haré este fin de semana, ella siempre le hace caso a su hermanita, estoy segura que lo hará sin rechistar”.

“¿Estas segura Carol? Una muerte no es cualquier cosa y menos siendo tu hermana”.

Oigo un jadeo salir de la boca de Amelia

“Ella me estorba en mis planes Aarón, él no la dejara de otra manera y ya me cansé de esperar”.

“Perfecto, si estás segura entonces en cuanto se presente le daré la medicación disfrazada en los multivitamínicos para ir subiendo su presión arterial y cuando llegue el día del parto no ocupará mucho para que su presión se dispare y tenga paros cardíacos, un cuadro de preclamsia será una muerte muy común en una sala de parto, no habrá sospechas, no habla preguntas, solo asegúrate de llorar de manera creíble”.

“En cuánto esté hecho te depositaré los cien mil”.

“Tal parece que estuvieras hablando de un negocio cualquiera Carol”.

“Es un negocio Aarón”.

Los sollozos de Amelia rompen el silencio, miro a la mujer doblarse en su lugar hasta que cae de rodillas y sus brazos en el suelo tiemblan mientras las lágrimas pueden verse caer frente a ella.

Octavio permanece en su lugar con los ojos clavados en la pantalla de la computadora niega y niega enmudecido mientras gruesas lágrimas recorren sus mejillas.

“¡No puede ser! ¡Renata! ¡Mi niña! ¡No cielos no! ¡¿Qué hiciste Carol?!”, solloza en alaridos de dolor Amelia.

Nos acercamos a ella y la incorporamos, una mueca de sufrimiento desfigura su rostro, Octavio regresa un poco en si al ver a Amelia a su lado y se vuelca hacia ella tratando de consolarla.

Regreso a la silla y me siento mientras Isabella se queda a mi lado tratando de calmar su propio llanto.

“Como entenderán yo no puedo dejar que esto quede impune…”, un nudo se encaja en mi garganta y me rompe un poco la voz.

“Ellos dejaron a mis hijos sin su madre, a ustedes sin su hija y a mi sin la mujer que amaba…”.

Siento la mano de Isabella tomando mi hombro dándome fuerza. Pero unas traicioneras lágrimas se escapan de mí.

“Si expongo esto para acusar a Aarón, tengo que acusar también a Carol, los dos son culpables, los dos le robaron la oportunidad a Renata de ver crecer a sus hijos, de que ellos tuvieran a su madre y que ella tuviera la vida plena que merecía ¿lo entienden verdad?”.

Ambos posan sus ojos llorosos hacia mí y asienten en medio del dolor que los embarga, un dolor que se siente en el ambiente y que se refleja en sus miradas abatidas. Comprendo que es muy difícil para ellos saber que Carol hizo todo esto, pero era necesario que lo supieran.

Me encuentro en la oficina firmando documentos importantes para el cierre de una negociación. Cuando el interfono suena.

“El Señor Albert Bender ha llegado Señor Messina”, dice Vanessa.

“Hazlo pasar”, le respondo.

“Con gusto”.

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