Corazón esteril -
Capítulo 57
Capítulo 57:
“Para mí no hay mujer que pueda compararse contigo ¿Sabes?”, dice con voz segura.
“¿Ah no?”, pregunto haciendo que no comprendo.
“No, jamás habrá mujer que tenga tanta belleza interior y exterior como tú”, mi corazón se acelera de solo escucharlo.
“¿Incluso cuando tenga una enorme panza de embarazo?”
“Serás aún más hermosa porque llevarás contigo el fruto de nuestro amor”, me sonrió sintiendo que mi estómago cosquillea de emoción.
“Además jamás encontraré una mujer con tus ojos que me hipnotizan cuando me miran, tu piel que es la porcelana cuando te acaricio, tu voz que es melodía para mí cuando g!mes en mi oído y esa hermosa ya que me ha hecho adicto a ti, a tu sabor y a sentirme dentro de ti hasta la empuñadura”.
Ahora soy yo la que suelta una carcajada sintiendo como me ruborizó y miro a todos lados sintiendo que nos han escuchado.
“Que hermosos piropos Shakespeare”, le digo aún ruborizada.
“Lo que sea para mi amada… ¿Cómo están?”, pregunta sin quitar ese tono de voz que me encanta, cuando está alegre, en paz.
“Estamos bien, los niños siguen jugando, no se les acaba la pila”, afirmo.
“Mi amor los abuelos de los niños quieren ir a verlos ¿Les digo que por la tarde? ¿O tienes planeado algo más con ellos?”.
“Está bien por la tarde, solo iremos por un helado y de vuelta a la casa”.
“Está bien, cuídense mucho. Los amo a los cinco”.
“Y nosotros te amamos a ti”, le digo sintiendo cada palabra retumbar en mi pecho.
Colgamos.
“¡Chicos vamos por un helado!”, les vocifero y rápidamente corren hacia mí para ir por ese helado que prometí cuando salimos de casa.
Terminó de trenzar el cabello de Amelie, una vez que llegamos del parque se dieron una ducha para poder recibir presentables a sus abuelos.
Ella está sentada mirando como recojo las hebras rebeldes de su cabello y las ajusto con un prendedor que es su preferido.
Me encuentro con sus ojos que no cesan de mirarme y me siento conmovida por qué veo en sus ojos, tanto amor y hasta podría decir que admiración.
“¿Qué pasa princesa?”, pregunto cuando veo sus hermosos ojos cristalizados.
“Es que… siempre quise saber que se sentía tener una mamá”, sus palabras me llegan al corazón y me remueven fibras muy sensibles.
Ella poco recuerda a su mamá y yo nunca sentí realmente el calor de una mamá, esos cariños los reservaba Leonora para mis hermanos.
“Y yo siempre desee desde el fondo de mi corazón tener una hija como tú”, digo aun mirándola al espejo.
Veo la vulnerabilidad que sus sentimientos le generan.
“¿De verdad Isabella?”, pregunta con su mirada clavada en mí. “¿No nos quieres solo por mi papa?
Giro su silla y me arrodilló frente a ella para que vea la verdad en mis ojos.
“Amelie, princesa. Tú eres muy inteligente y comprendes perfectamente que amo a tu papá y que soy sumamente feliz de estar con él”, asiente en silencio
“Pero eso es independiente de lo que siento por Logan y por ti. Ustedes me recibieron amorosamente y poco a poco se fueron robando mi corazón… yo los amo a ambos mi vida, los quiero con todas mis fuerzas y daría cualquier cosa por verlos sanos y felices”.
“Yo también te amo”, me dice con la vocecita entrecortada.
Siento un calor en mi pecho que se desborda, el amor que siento por ellos es inmedible.
La abrazo con fuerza transmitiendo todo mi amor, mi protección y mi felicidad de tenerlos.
“Cuando nazcan tus hermanos o hermanas nada cambiará, yo sé que no soy tu mamá de sangre pero si en mi corazón y los cuatro serán mis tesoros más preciados”.
“¿Entonces me quieres como una hija? Entonces como dijo Logan ¿Serás nuestra mamá?”, pregunta.
Y su pregunta me rompe llenando mis ojos de lágrimas. Me apartó un poco para mirarla de nuevo.
“Te amo y si tú me dejas tomar ese papel yo seré la más feliz del mundo y seré tu amiga, tu confidente, hasta tu cómplice mi bebé siempre, siempre estaré contigo viéndote crecer mi amor”.
Sus gruesas lágrimas mojan sus mejillas rosadas.
“Te amo… mamá”.
La tomo en mis brazos y lloro de alegría de emoción y le digo con el corazón latiendo fuerte dentro de mí.
“Te amo mi amor, mi pequeña princesa, mi hija”.
Es la primera vez que me llaman mamá y agradezco a cielos que me haya traído a sus vidas porque hoy sé que antes no tuve hijos porque los primeros tenían que ser Amelie y Logan, ellos vinieron de otro v!entre que bendigo, pero la vida los tenis destinados para mí.
Cuando bajamos a la sala de estar encuentro a Izar platicando con los abuelos de los niños.
Amelie y Logan corren a besarlos y abrazarlos.
“Abuelo Octavio, abuela Amelia”, dice Amelie poniéndose frente a ellos después de ser muy apapachados por ambos y ser interrogados de su estado de salud más de tres veces
“He hablado de mujer a mujer con Isabella y quiero decirles algo… bueno queremos decirles algo Logan y yo”.
Izar, los abuelos y yo miramos a Amelie que habla decidida con su hermano de la mano.
“Isabella pronto se casará con papá y tendrá a nuestros hermanitos pero ella…”, me mira.
“Nos ama mucho, como nosotros a ella y queremos que sea nuestra mamá, no olvidamos a nuestra mami Renata, ahora tendremos dos mamás, una que nos cuida en el cielo y una que nos cuidara aquí. Y queríamos que ustedes supieran que las amamos a las dos”, dijo.
Todos los miramos enmudecidos. No puedo creer la madurez que tiene a sus ocho años.
Miro a Izar que la mira con las lágrimas retenidas y con el orgullo desprendiéndose de sus ojos. Su abuela llora y su abuelo los mira con ternura.
“Amelie, nosotros somos muy felices de que Isabella esté con ustedes y que puedan tener una mami que los cuide y los guíe, sé que tu mamá en el cielo, está sonriendo muy muy grande por saber que ahora su familia crecerá a lado de una buena mujer”.
“Es mi hija que se nota que los adora”, el Señor Octavio me mira y me regala una sonrisa que le regreso con cariño.
“Ya no llores abuela”, dice Logan tocando la mejilla de la señora Amelia.
“Es que soy muy feliz por ustedes mi amor”, dice la mujer plasmando una sonrisa en su lloroso rostro.
Los niños abrazan a sus abuelos mientras Izar se acerca a mí y se sitúa a mi espalda para abrazarme poniendo su mentón en mi hombro y me dice sin dejar de mirar a cómo Amelie y Logan se funden en un abrazo con sus abuelos.
“No sé dónde estuviste antes de llegar a mi vida Isabella Lennox, pero estoy seguro que cielos guio cada uno de tus pasos para ser la pieza que completa mi familia y mi felicidad. Te amo”.
Besa mi mejilla y yo cierro los ojos sintiendo su dulce toque que se instala directo en mi corazón.
Vemos bajar a los señores Cooper, han ido a acostar a los niños después de que ya hemos cenado y se han pasado platicando y jugando toda la tarde.
“Izar muchas gracias”, dice el Señor Octavio estrechando la mano de Izar.
“Gracias por todo, nosotros ya debemos retirarnos”.
“Es un placer recibirlos”, contesta Izar.
“Izar, yo necesito pedirte algo…”, dice la señora Amelia tomando a Izar del antebrazo.
“Amelia ¡No! Ya habíamos hablado de esto”, sentencia el Señor Octavio ante la mirada claramente extrañada de Izar y la mía.
“¡Es mi hija Octavio!”, dice mirándolo suplicante y regresa la vista a Izar.
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