Corazón esteril
Capítulo 5

Capítulo 5:

“lsa… lamento interrumpir. Solo quiero avisarte que tenemos intención de irnos en unos minutos, mañana hay que volver a la esclavitud”, dice Lily y su sonrisa se ensancha.

“¡Oh entiendo! claro…”, comienzo a divagar tratando de poner en orden mis pensamientos y a  mis hormonas

“Entonces creo que me retiro”.

“Permíteme llevarte a casa”, dice el ojigris acercándose a mí, mientras yo siento como la piel se me pone de gallina.

“No te molestes yo…”.

“Es que no es ninguna molestia”, me interrumpe.

“De verdad me sentiría más tranquilo si te pudiera llevar… llevarlos”, dice regresando su mirada a Lily.

La mirada de Lily es casi un poema, mirando de Izar a mí y con esa sonrisa que parece le romperá los músculos de la cara.

“¡Oh no! No es necesario, puede llevar únicamente a Isabella, yo prefiero irme con Aiken para que no conduzca solo”.

“Perdone, he sido un desatento, mi nombre es Izar Messina”.

Extiende la mano para presentarse con mi amiga mientras yo sigo mirándolos como si solo fuera espectadora de una película y no participante.

“Lily Velarde un gusto”, me mira.

“Entonces nos vemos en casa”.

Besa mi mejilla

“Chao”. Y simplemente se da la vuelta. ¿Qué demonios paso aquí?

Si Señoras y Señores mi mejor amiga junto con mi mejor amigo se va dejándome ahí. Tal vez pensando que quiero follar con este cautivador hombre… y bueno hace unos segundos todo mi cuerpo lo pedía pero…

“¿Quieres irte ya o prefieres esperar?”, dice  rompiendo el diálogo que estaba teniendo conmigo misma.

“¿Eh?”.

¿Qué rayos me sucede? Parezco estúpida sin poder articular palabra, siempre soy elocuente y en este momento tal parece que necesito clases de lenguaje urgentes. Me aclaro la garganta para ganar un poco de tiempo y reconectar mi lengua con el cerebro.

“Creo que lo correcto es que ya me vaya”.

“Muy bien, entonces vamos”.

Me dice tomándome por la cintura y conduciéndome entre la gente hacia el parqueadero.

Caminamos y en todo momento siento su mirada sobre mí. Me sorprende ver llegar un Escalade blanca se ve  muy lujosa, el conductor se baja a abrirnos la puerta y regresa a conducir.

“¿Es tu chofer?”, le pregunto.

“Así es… ¿Por qué tu cara de asombro?”, me dice con una pequeña sonrisa sentado a lado mío.

“Pues no te ves del tipo que tenga chófer”, alza una ceja, no sé si sorprendido por la afirmación que hago u ofendido… espero sea la primera.

“¿Entonces de que tipo me veo?”, pregunta.

“Del tipo que cuando se quita el traje, maneja un descapotable negro, un deportivo que te haga lucir más guapo”.

¡Mierda! Veo su sonrisa ensancharse y siento que me descoloca de nuevo.

“¿O sea que te doy la imagen de un rebelde debajo de un traje?”, sonríe de medio lado y se ve tan endemoniadamente s%xy.

Sus ojos van a mis labios y no se ¿Qué rayos me sucede? Porque no ocupo absolutamente nada más, solo ese gesto me lanza sobre de él.

No es más que el nombre de este hombre y sin en cambio deseo tanto sentirlo que casi no me reconozco.

Estoy casi encima de él, con los brazos rodeando su cuello y mi mano despeinando su ondulado cabello castaño.

Él me recibe más que gustoso, sus brazos rodean mi cintura mientras sus labios me muelen a besos, su lengua penetrándome deliciosamente y danzando con la mía, llevándome al borde de la locura.

Siento sus dedos jugar con la piel expuesta entre la falda y la blusa. Cuando su mano se aventura a entrar por debajo de mi blusa y toma firmemente mi cintura mientras sus dedos acarician la piel de mi espalda, simplemente lo pierdo.

En un brusco movimiento, me subo a horcajadas sobre él.

La falda se sube por mis muslos hasta que casi se descubren por completo, el escote de la blusa queda ante sus ojos, y veo en su mirada que no hará ningún movimiento hasta que yo lo autorice.

Mirándolo fijamente lamo levemente mi labio inferior y lo atrapó entre mis dientes. Sus ojos persiguen ese movimiento y regresan a mis ojos y justo ahí le doy el pequeño asentamiento que es lo único que necesita para que su mano mueva algo en la puerta y se escuche una ventana subir.

De reojo noto que es un cristal que nos divide del chófer, dejándonos en total privacidad. En cuanto se escucha que el cristal ha llegado a tope, mi piel se eriza anticipando lo que viene.

Sus manos recorren lentamente mis muslos, erizando cada centímetro de mi piel. Llega al borde de mis bragas y me siento humedecer, no sé qué me excita más, su toque o que no me deja de mirar por un solo segundo.

Podría jurar que no está respirando, no parpadea, estoy segura que no quiere perderse una sola reacción de lo que me está provocando.

Sigo esperando su movimiento, sus manos viajan hacia mi trasero y me acerca más a él, dejándome sentir toda la dureza que tiene guardada debajo de los pantalones, haciéndome jadear cuando lo siento exactamente donde lo necesito en este momento.

Sus suaves labios caen sobre los míos, su lengua entra sin pedir permiso y yo hago un desorden en su castaño cabello,

Empiezo a mecerme sobre de él, sintiendo su erección entre mis piernas. Lanza un delicioso gemido y cierra con fuerza los ojos.

Me toma por la nuca y acomoda mi cabeza a su antojo para seguir moliéndome a besos, la mano que descansaba en mi trasero sube por mi espalda haciéndome arquear hacia él, dejando mis pechos justo en su cara.

Sin esperarlo lo tengo entre mis senos y siento como inhala con fuerza, el broche de mi sujetador es abierto por su habilidosa mano. Regresa su toque a mis senos, con delicadeza abre cada botón de la blusa y una vez que tiene la vista que desea, se relame los labios haciendo a un lado los triángulos del sujetador.

Lo miro en todo momento, creo que jamás me habían visto como me está mirando. Como si fuese la mujer más hermosa del universo, como si fuese una diosa y él mi adorador.

Sus grises ojos caen en mí pidiendo permiso de su siguiente movimiento, se lo que desea y yo también lo deseo así que poniendo la mano en su cuello le regaló una sonrisa mientras dirijo su rostro a mi seno que clama por él.

Chupa con ferocidad, se amamanta de mí como un muerto de hambre. Su lengua pasa por mi pezón er%cto mientras su mano acaricia sin descanso el otro poniendo mis pezones dolorosamente duros.

Sigo meciéndome sobre su miembro imposiblemente más duro.

“¡Quiero hacerte el amor!”, me dice mirándome mientras sigue amasando mi carne expuesta para él.

Me siento caliente, extasiada de las sensaciones, aturdida de deseo así que no encuentro otra respuesta.

“Yo también,”, sus ojos se dilatan.

Y sin mayor tapujo, su mano baja entre nosotros y acaricia mis pliegues obligándome a echar la cabeza hacia atrás.

Levanto la cadera para darle más espacio al tiempo que hace a un lado mis bragas y con dos dedos masajea mi cl!toris mientras sus ojos no se apartan de mi rostro. Me mira escrutando cada gesto, me mira como si se quisiera grabar cada imagen, cada sonido,

Quisiera decir que soy silenciosa, que me mesuro por el lugar donde estoy, pero lo cierto es que estoy g!miendo como nunca en la vida y él lo está disfrutando, tanto como yo.

Su mano se adentra más en mí hasta que abre mis pliegues y hunde lentamente un dedo en mí, mientras el talón de su mano sigue moliendo mi cl!toris.

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