Corazón esteril -
Capítulo 4
Capítulo 4:
Aiken es parte de mi minúsculo círculo social, porque aunque él es totalmente sociable, agradable, simpático y yo pues… no tanto, lo aprecio muchísimo.
“Aquí trabajo por si no lo recuerdas”, le digo con fingido aburrimiento, regresando la vista a mi computadora.
“¡Quiero detalles de todo! ¿Por qué regresaste tan pronto del soñado viaje de aniversario, luna de miel, cumpleaños?”.
“Aiken no es una historia bonita”, lo digo y aunque no lo deseo el nudo traicionero en mi garganta se hace presente.
Aiken me mira entendiendo un poco de lo mucho que traigo a cuestas, aunque realmente no sabe nada sus ojos se suavizan.
“Esto amerita un buen tarro de cerveza para que me cuentes todo ¡Shhh!”, me silencia cuando abro la boca en un intento de negarme.
“Tú no te preocupes por nada yo llamo a Lily”.
Me guiña el ojo y yo sabiendo que no ganaré está discusión solo asiento y Aiken se va mostrando su blanca sonrisa en señal de victoria. Fue maravilloso que Aiken y Lily hayan congeniado y ahora entre ambos ayudan a qué mi vida sea más llevadera.
Los miro parlotear y de cuando en cuando una sonrisa asoma de mis labios, mi mirada baja al tarro de cerveza y puedo mirar mi mano en él y las sortijas brillan haciendo tan chocante la imagen, pero no puedo quitar la mirada de ellas.
Y es que no me explico ¿Cómo es que fui tan pero tan ciega? No vi venir nada de esto.
Estoy este momento poniendo todo en retrospectiva y veo más y más señales, señales que ignore totalmente en su momento.
Y sonrió para mí misma casi queriendo aplaudirme por lo ilusa y hambrienta de amor que estuve, haciendo que por 6 años idealizara a un hombre que no tenía absolutamente nada de ideal.
“¡Bueno, bueno! no venimos aquí a qué Isabella admire ese tarro de cerveza”, dice Aiken rompiendo mi ensimismamiento.
“Brindemos porque sé que viene la mejor parte de tu vida Isa”.
Levanta su tarro mirándome tan cálidamente que siento como mis ojos se cristalizan.
Quiero creerlo y lucharé por ello, por qué esto no sea un pozo sino un trampolín en mi vida. Levanto mi tarro y lo choco contra las bebidas de Lili y Aiken sin dejar que las lágrimas se desborden.
Seguimos bebiendo y cada vez me siento más liviana, después de poner al tanto a Aiken de lo sucedido con Aarón, los tragos subieron en cantidad y velocidad.
Ahora mismo estamos los tres bailando en la pista, cierro los ojos y me muevo al ritmo de la música, trato de no pensar en nada, solo siento los acordes de la melodía y me muevo pasando las manos por mi cuerpo y subiéndolas para mover mis muñecas sobre mi cabeza,
Por un momento me siento fuera de mi cuerpo, cómo si me hubiese transportado a un mundo donde no existe la m!erda que existe aquí y el mareo delicioso que generó el alcohol contribuye de manera correcta a esta sensación.
De pronto soy regresada a la velocidad de la luz a mi cuerpo cuando chocó con una espalda que por poco me manda al piso, pero me alcanzó a detener de la chaqueta de quién sea que me haya chocado y pronto siento unas fuertes manos sosteniéndome evitando una estrepitosa caída.
“¡Cuánto lo lamento! ¿Está usted bien?”.
Escucho sobre la música una disculpa que es acompañada de una hipnótica masculina voz que me genera un déjà vu.
Giro para encontrarme con unos hermosos ojos grises que se abren desmesuradamente al reconocerme…Y dibujan en todo su rostro una innegable y hermosa sonrisa. Dos veces al piso por el mismo precioso hombre, o es mucha mala suerte o quizá alguien allá arriba quiere darme un aliciente.
“¡No puedo creer que sea de nuevo usted!”.
“No puedo creer que haya venido hasta aquí para arrojarme de nuevo al piso”, digo fingiendo seriedad en mis palabras.
El hermoso hombre frente a mí, se sonroja y puedo ver qué se pone nervioso y cuando está a punto de abrir la boca para excusarse, me acerco a su oído con las dos manos en su fuerte pecho para impulsarme.
“Suerte que está ves no quede de rodillas frente a medio mundo”, le digo.
Se sonríe y está vez miro más de cerca y noto que se le hacen un par de hoyuelos que le hacen ver más coqueto, provocando que yo también dibuje la primer sonrisa real de los últimos días.
“Me llamo Izar”, dice de nuevo en mi oído.
“Jamás había escuchado ese nombre ¿Es de hombre?”, en cuanto la pregunta sale de mi boca quiero regresarla pero no puedo, siento como me sonrojo y en respuesta recibo una fuerte carcajada por parte del ojigris.
“Pues soy hombre y me llamo Izar, entonces supongo que si puede ser nombre de hombre”, niego con la cabeza apenada.
“¿Cómo se llama?”.
Lo miro por un momento y su mirada no se mueve un solo milímetro así que me acerco de nuevo a su oído.
“Isabella, mi nombre es Isabella Lennox”.
Aprovechando la cercanía gira un poco y besa mi mejilla.
“Mucho gusto Isabella ¿Puedo invitarle un trago para tratar de resarcir el daño de esta mañana?”. Asiento aun mirándolo.
“Pero primero vamos a bailar”.
Sin esperar su respuesta, lo tomo de la mano y lo adentro más hacia la pista. Bailo, bailo y bailo. No sé cuánto tiempo llevo en la pista con él, solo sé que me siento como si mi piel no fuera mi piel.
Me siento ligera, nos llevan tragos que el pide con señas al mesero, porque simplemente yo no quiero parar de bailar, es embriagador el ambiente y más allá de las copas, la música, el ambiente y el calor que emana el cuerpo de mi recién conocido compañero de baile, me tienen desorbitada.
A lo lejos puedo ver a Lily mirarme con una sonrisa que parece que partirá en dos su rostro y le dice algo a Aiken que lo hace sonreír y mirar en mi dirección.
Pero no les presto más de cinco segundos de atención, el hombre que tengo frente a mi embriaga mis fosas nasales con su perfecto aroma,
Cierro los ojos y sin pizca de pudor me pego más a su cuerpo, hasta que podría jurar no podría distinguirse dónde inicia uno y termina el otro. Mi mejilla contra su pecho y siento su acelerado corazón.
“Seguro ya se está agotando de estar en la pista”, pienso para mí, pero al alzar la mirada, no hay un solo rastro de ello, me mira fijamente con los ojos dilatados, su rostro se ve serio pero emana algo más intrigante y me mira sin pudor alguno, no me deja salida a su mirada.
De pronto sus ojos bajan a mis labios y se quedan ahí por dos segundos para después regresar a mis ojos.
Y sé lo que piensa, se lo que pasó por su mente pero no me alejo, siento mi corazón empezar a latir frenéticamente dentro de mi pecho.
Los labios se me secan y los remojo levemente pasando mi lengua sobre ellos. Ese movimiento regresa su vista a mis labios, volviendo sus ojos casi negros de lo dilatados que están. No nos dejamos de mirar en ningún momento.
Como si estuviésemos sincronizados, él baja la cabeza acercando sus labios a los míos, al tiempo que estos se entreabren para recibirlo. Sentir sus suaves y carnosos labios tocar los míos, algo se enciende dentro de mí.
No es tímido en lo absoluto, me besa como si fuese mi dueño, chupa mi labio inferior y yo cierro los ojos con fuerza al tener este tumulto de sensaciones y voy por su cuello entrelazando mis manos en él y es lo único que necesitaba para que su lengua se adueñe de mí.
Su beso es arrasador, cada movimiento de su lengua sobre la mía manda electricidad a mi centro humedeciéndolo un poco más con el pasar de los segundos.
Me desprendo de su boca en búsqueda de oxígeno y miro sus labios rojos e hinchados, entreabiertos casi jadeando, con el deseo en la mirada, seguramente luzco igual.
Nunca me había sentido tan caliente con un solo beso, aprieto los muslos porque el vacío entre mis piernas duele en este momento.
Justo cuando voy a decir algo, siento una mano que se posa en mi hombro haciéndome girar.
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