Corazón esteril -
Capítulo 3
Capítulo 3:
“Es increíble que nunca haya visto lo egoísta y ególatra que eres, pero ¿Sabes qué? Me quedo claro que, para ti, estoy seca”, repito sus asquerosas palabras
“Que si me engañas es por que buscas el hijo que no te he dado, quédate con tu matrimonio perfecto, con tu vida perfecta, con tus p%tas perfectas, yo ya no soy parte de esta ecuación”, pongo las manos en sus antebrazos y antes de quitarme de su agarre le suelto con toda la tranquilidad del mundo.
“O me dejas ir ahora o toda la comunidad médica se va a enterar que el intachable doctor Marshall es un promiscuo y tu rostro follándote a esa mujer va a circular por todo internet”, le amenazo.
Afloja sus manos y yo sigo mi camino sin mirarlo en ningún momento hacia la puerta del que consideraba mi hogar.
Han pasado 5 días desde que me salí de mi casa.
Ayer pude ir a recoger algunas de mis pertenencias mientras Aarón estaba en el hospital, no me extraña que nadie sepa nada, no he querido comunicarme con nadie y supongo que todos piensan que estoy feliz pasando mi luna de miel, cuando llegue me dejo un celular nuevo con Marie la ama de llaves.
“Princesa, sé que las cosas se salieron de control, pero también sé que podemos resolverlo, nuestro amor es más fuerte que cualquier cosa, te dejo este móvil nuevo en pequeña disculpa por el incidente con el otro. Tomate el tiempo necesario para ti yo te estaré esperando”, decía una nota.
“¡De verdad que es increíble el grado de cinismo de este desgraciado!”, bufa Lily cuando le cuento sobre la nota que me dejó.
“Con esa cara de ángel nos vio la cara de estúpidos a todos”.
Yo solo la escucho, es como mi hermana y sé que le duele lo que estoy pasando, nadie mejor que ella conoce la historia de mi vida, cuánto me costó abrirme para dejar entrar a Aarón y darle una oportunidad.
“No hagas rabieta, te saldrán arrugas en el rostro”, me mira y se toca exageradamente la frente y la comisura de los ojos, se ve tan chistosa que por primera vez en estos días sonrió sinceramente.
“¡Cállate! No lo digas ni bromeando, estoy a nada de conquistar a un príncipe con este rostro que los cielos me dieron y vivir en opulencia extrema…”.
Ahora sí suelto una carcajada y ella sonríe achicando sus preciosos ojos marrón mirándome con mucho cariño, acaricia mi mejilla
“Así me gusta verte Isa, con una sonrisa… sé que fue un golpe bajo el que te dio ese infeliz, pero él se lo pierde, tú te lo ahorras y otro más listo lo aprovechará”.
No le digo nada, solo me quedo ahí sintiendo su toque y mirándola. Siempre pospuse lo que yo sentía por alguien más, cuando papá se fue de casa apague mis emociones para ser fuerte para mamá y criar a mis hermanos mientras ella trabajaba para poder sacarnos adelante.
Era una niña criando niños, pero no me pesó, los amo y lo volvería a hacer, pero mi vida estaba en pausa, no viví lo que una niña debe vivir desde los 7 años, nunca tuve una adolescencia normal, era un pequeño adulto preocupado por pañales, tareas, y alimentar a otros 2 seres humanos.
Realmente creí que Aarón era la recompensa más bella del mundo… que hoy me tocaba a mi ser feliz, pero me equivoqué y me cuestionó si ¿Mi corazón hambriento de amor lo idealizo? ¿Si muy dentro de mi sabía que era una fantasía lo que estaba viviendo?
“Gracias por tu apoyo y por brindarme tu casa…”, le digo sinceramente mirándola a los ojos.
“No sé qué haría sin ti, no quiero tener que explicar lo que sucedió, por lo menos no ahora”.
“Isa, te mereces ser feliz y lo lograrás solo hay que pasar este pequeño bache de m!erda llamado Aarón Marshall”.
Sonrió con pocas ganas y asiento, sé que debo pasar este desierto por más que no quiera.
Llegó a la empresa para la cual laboro, no tenía que presentarme aún tenía permiso de un mes pero ya no puedo más con el bendito encierro, necesito ir recuperando mi vida y creo que parte fundamental de ello es volver a mi rutina diaria.
He pensado como decirle a mis padres lo sucedido y no he llegado a una conclusión, ciertamente me da vergüenza, sé que no fue mi culpa, sé que él tomo su decisión y no tiene que ver conmigo.
Pero ciertamente me duele tener que decirle al mundo lo rota que estoy, no soy abierta, me cuesta mucho hablar sobre mis sentimientos y emociones y sé que tendré que dar muchas explicaciones de como el perfecto, abnegado y amoroso Aarón Marshall solo era la máscara de un promiscuo mentiroso hijo de p%ta.
Rumbo al ascensor sumergida en mis pensamientos que parecen ir a 1000 km por segundo miro el traje sastre que traigo puesto, es de Lily.
Menos mal somos la misma talla, ella es más atrevida al vestir así que me siento un poco fuera de mí, es gris Oxford, con una falda que me queda unos cuantos centímetros sobre la rodilla pero la abertura en la pierna izquierda es infinita (o al menos a mí me lo parece) la blusa es blanca con un escote en V bastante profundo y un saco de un solo botón.
«Ejecutiva endemoniadamente s%xy”, palabras de Lily, no mías.
Estoy acomodando la falda cuando de pronto siento un empujón que me manda de bruces al suelo dejándome sobre mis rodillas y las palmas de mis manos ¡Maldición! Justo hoy tenía que traer falda.
“¡Señorita cuánto lo siento! ¿Está usted bien?”, dice una voz masculina detrás de mí, mientas un fuerte brazo me toma del codo para ayudarme a poner en pie, y yo estoy maldiciendo por lo bajo, porque no me salvaré de dar un espectáculo que incluya la vista de mis bragas al levantarme.
“Estoy bien, gracias”, digo sin mirar al dueño del brazo que me ayuda a levantar, pero también es quien me mandó al piso.
¿Puede ser más vergonzoso?
De pronto levanto la mirada para ver a mi amable atacante y lo que veo me deja muda por unos segundos.
Mi vista se deleita de unos hermosos ojos color gris que me miran achicándose cuando sonríe formando unas pequeñas casi imperceptibles arrugas de expresión en los costados de los ojos y una dulce sonrisa que me deja ver una hilera de blancos y perfectos dientes y unos labios que parecen tener vida propia, un pequeño mechón de canas que adorna su cabello castaño claro, su traje parece abrazar su musculoso cuerpo y simplemente me quedo como en pausa.
“Lamento mucho mi descuido”, dice sin dejar de sonreírme.
“¿Puedo llevarla a algún consultorio para que le hagan curación en las rodillas?”.
Y es hasta que pronuncia esas palabras que salgo de mi encantamiento y volteo a mirar mis rodillas y efectivamente tengo las rodillas raspadas.
Lo vuelvo a mirar y ahí encuentro una pequeña argolla de matrimonio que brilla en su dedo anular y devuelvo mi mirada a sus ojos pero no sonrió
“No es necesario, le agradezco la intensión pero estoy bien”.
“Creo que es mi deber verificar que se encuentre bien, al final yo fui el causante por venir concentrado en el móvil”, insiste sin dejar de mirarme a los ojos y ladeando los labios en sentido juguetón.
“Lo siento, voy tarde pero gracias por preocuparse. Hasta luego”, termino de decirle y doy un asentimiento con la cabeza y sin esperar respuesta me giro para continuar mi camino hacia el ascensor y una vez dentro lo encuentro aun mirándome y es así hasta que se cierran las puertas.
Observo mi escritorio y veo el cuadro que tiene aquella foto de cuando fuimos a Miami.
Detengo la mirada en mi sonrisa, realmente me veo feliz, aún puedo sentir esas emociones en mi pecho y duele, justo en este momento duele como la m!erda.
Sacudo la cabeza para despejar esos sentimientos.
¡No más!
El dolor es necesario, pero el sufrimiento es opcional y yo elijo no sufrir por un pedazo de imbécil que no tuvo las pelotas para ser honesto consigo mismo.
Tomo asiento y respiro fuertemente, mientras meto el cuadro al primer cajón que está de mi lado izquierdo en el escritorio.
Estoy consciente de que no va a ser fácil, pero tengo que intentarlo.
Esta vez va por mí.
No llevo ni 15 minutos sentada frente a mi computadora cuando se sopetón y haciendo entrada triunfal veo a un muy sonriente Aiken.
“Me dijeron que estabas aquí y por supuesto que no lo creí”, arruga la frente hacia mí, mientras yo lo miro con una pequeña sonrisa.
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