Corazón esteril
Capítulo 2

Capítulo 2:

“Amor ya tardaste mucho ¿Qué tanto haces?”, me dice posándose detrás de mí, ni siquiera oí sus pasos por la escalera y mi cuerpo se tensa totalmente anticipando lo que viene, me gira al no oír respuesta de mi parte.

“¿Qué paso? ¿Por qué estas así? ¿Le paso algo a tu mama?”, pregunta.

Me cuestiona con cara de terror, tengo los ojos más que hinchados y rojos, no me he visto en un espejo pero lo sé, mi blusa esta mojada de tanto que llore, las lágrimas hicieron una gotera que arrastro por mi cuello.

“¡Por todos los cielos Isabella dime ¿Qué rayos está sucediendo?! ¿Alguien murió?”, dice mientras me tironea por los brazos y yo solo lo miro y entiendo que no conozco a este hombre que está parado frente a mí.

“Yo…”, susurro con el poco aliento que el torrente de lágrimas me deja, por supuesto que él no comprende que sucede y su cara lo denota

“Yo me acabo de morir Aarón…”.

Miro el celular en mi mano que está haciendo contraste con la argolla de matrimonio y el anillo de compromiso que descansan en el dedo anular de mi mano izquierda.

Lo desbloqueo y le muestro la foto de perfil donde él está sonriente con su amante.

“¿Por qué Aarón?”.

Retrocede como si le hubiera golpeado y lo veo en su cara, la mínima esperanza de que todo esto fuera un chantaje, que fuera una mentira armada para joder mi matrimonio se va a la m!erda en ese momento que veo la verdad en sus ojos, es solo un segundo porque al siguiente se compone y muestra una fría indiferencia.

“Es una colega que conocí en una convención ¿De dónde sacaste esa foto?”, dice mirándome como si fuera cualquier cosa.

“Yo no la saque de ningún lado”, miro de nuevo el teléfono.

“Me la enviaron junto con estas”, y muevo el cursor hasta quedar en la foto donde está follándose a su amante y se ve claramente su rostro.

Lo veo palidecer, da dos pasos más atrás y solo le toma dos segundos para dejar de ser mi Aarón y volverse un desconocido que me acaba de arrancar el corazón.

“No sé a qué estás jugando Isabella o de dónde demonios sacaste esos fotomontajes”, sabía que diría eso.

“Pero no voy a permitir que tu locura manche mi reputación, soy un médico de prestigio y hasta este momento en el que enloqueciste tenía un matrimonio perfecto”, cruza los brazos sobre su pecho.

Es como si lo viera por primera vez, sé que lo estoy mirando como si le hubieran crecido dos cabezas más y es que esto debe ser un mundo paralelo donde cambiaron a mi esposo por alguien que luce como él, que habla como él, pero que definitivamente no puede ser él.

Debería estar avergonzado, tal vez nervioso tratando de explicar pero no, no tiene ni pizca de remordimiento, sus ojos que hasta hace unos minutos me miraban con amor me miran con desdén y una superioridad que no conocía en él.

“Creo que es la primera vez que te miro con claridad, la primera y única vez que en estos 6 años eres transparente y ¿Sabes? Eres repugnante…”.

No se inmuta con mi comentario, levanta la barbilla en signo de superioridad, ya no quiero llorar pero mis ojos pican y las lágrimas salen una a una sin pedir permiso.

“¿Qué vacío tan grande has de tener que tienes que llenarlo acostándose con cuanta z%rra se te cruza por el camino?”.

Y eso enciende su ira, lo dos pasos que retrocedió los avanza hacia mí y las mismas manos me han acariciado infinitas veces me toman lastimosamente por el mentón y puedo ver sus ojos con claridad y la ira contenida en ellos.

“Yo no tengo ningún vacío, soy un hombre que tiene dinero, prestigio, todos los placeres que se me antojen con un tronar de dedos, ¡En tu p$rra vida vuelvas a decir que tengo un vacío! Lo único que no encaja en mi vida eres tú que estas seca…”, me responde.

Mis ojos amenazan con desorbitarse al escucharlo decir cada palabra.

“No sirves como mujer y ni siquiera un hijo puedo tener contigo”, todo se pone borroso y le ruego a los cielos desmayarme, necesito despertar en mi realidad, no en esta pesadilla.

“Da gracias que estoy contigo sin recordarte cada segundo que por tu culpa mi sueño de ser padre no podrá realizarse”.

Las lágrimas que salen de mi parecen interminables.

“Si en algún momento llego a estar con alguien más es solo para buscar el hijo que mi amada esposa no puede darme y eso cariño, eso solamente será tu culpa, no mía”.

Me da un pico en la nariz y como si nada hubiera pasado

“Apúrate que ya tenemos menos tiempo para salir hacia el aeropuerto, bien sabes que no me gusta ir con prisas”.

“Eres una m!erda Aarón Marshall… eres una  completa y repugnante m!erda”, digo con voz tranquila aunque esa tranquilidad no llega a mis ojos y mucho menos a mi corazón.

Mirarlo ahí al pie de la escalera con ese gesto de autosuficiencia, inquebrantable y altanero hace que la poca cordura que tenía desaparezca…

“¡No tienes idea de lo mucho que te odio en este momento! Eres lo peor que me ha sucedido… malnacido, desgraciado”, las palabras me salen con tal odio, rencor y asco que no reconozco ni mi propia voz.

Aarón se da cuenta que la servidumbre empieza a ir hacia la sala al escuchar mis gritos, y justo ahí se acerca para hacerme callar, pero ya no soy yo, es una fiera agonizante la que se instaló en mi cuerpo y lo recibo con una bofetada que lo hace voltear el rostro y miro su perfil mientras veo como cierra los ojos y en un parpadear me toma del brazo y me acerca el rostro al oído y con una voz sepulcral me dice.

“Jamás te atrevas de nuevo a tocarme porque vas a conocer el rostro feo de tu esposo adorado”.

Contengo el aire por que no solo quiero abofetearlo, quiero romperle los huesos

“Vamos a ir a Europa y este episodio será olvidado, entrégame el estúpido celular ahora”, levanto la mirada y lo reto a que se desenmascare por completo, ya no hay nada peor que pudiera hacerme en este momento.

“Tengo la vida perfecta, la que muchos desean…”, me dice casi susurrándome en el oído.

“Y no serás tú quien venga a cambiar eso, no vengas a hacer un exagerado drama por un desliz, te he dado todo y hasta el momento tu vida también ha sido beneficiada por mí, recuerda de dónde vienes y que hoy eres una respetable señora de sociedad, no creo que quieras  perder todo por hacerle caso a una mujer despechada”.

Lo miro y lo escucho, pero ya mi cerebro no procesa nada, decidió engañarme a su antojo, faltar a su juramento y ahora me echaba en cara que es mi culpa y que exagero por sentirme defraudada, burlada.

Lo miro a los ojos y no me importa que vea cuanto dolor hay en mí, no me importa que vea que tan rota me encuentro después de conocer al verdadero Aarón.

“Confié en ti, confié como nunca lo había hecho con nadie…”.

Le abro mi corazón por última vez.

“Te conté mi historia y agradecí a los cielos encontrarme con alguien que además de entenderme era todo lo contrario de lo que tanto deteste en mi vida, te creí bueno e intachable, pero hoy veo tu verdadero rostro y esta persona que tengo frente a mí…”.

Me mira con frio en los ojos.

“Me da asco, me repugna pensar con qué facilidad me mientes, sin ningún remordimiento y no quiero estar un segundo más bajo el mismo techo que tú…”.

Me suelto del agarre que tiene en mi brazo y me dirijo directamente a la puerta, lo siento detrás de mí y en un movimiento me arranca el teléfono de la  mano y lo estrella en la pared y se desbarata entre un estruendoso ruido.

No me detengo, sigo mi camino hacia la puerta porque no puedo compartir un minuto más el mismo espacio que él y de pronto siento sus brazos caer en mi cintura… ya no estoy llorando, me siento anestesiada.

“No te puedes ir, no me puedes dejar, ¡Isabella!”, grita él.

“He construido un matrimonio perfecto y esto no amerita que te vayas, estás haciendo una tormenta en un vaso de agua”.

Ya no puedo con más cinismo.

Mira vámonos de viaje y estoy seguro que pensaras mejor las cosas princesa, es nuestro aniversario.

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