Corazón esteril -
Capítulo 40
Capítulo 40:
“Sí, soy yo…”, parezco estúpido sin saber que decir pero, tener la certeza de que es ella y que me llamó a mi ¡A mí! Es como una bocanada de aire fresco después de caminar por el desierto.
Juro por mi vida que temí que eso no volviera a suceder.
“¿Do-dónde estás?”, carraspeo porque la pregunta me salió con una voz bastante nerviosa.
“Eso no es relevante ahora…”, hace unos segundos de pausa que a mí me parecen horas.
“¿Amelie y Logan?”, pregunta.
“Aquí están, muy bien, preguntando por ti cada cinco minutos”, respondo.
Digo dibujando una pequeña sonrisa nerviosa en mi rostro, toda la palabrería me salió más rápido de lo que deseaba.
Ella siempre logra esto, calmar mis bestias, dormir a mis demonios, pero también desbocar mi corazón. Tiene un dominio total en mí que gustoso le otorgue, porque sé que ella me dio el mismo sobre de ella.
Su silencio me pone nervioso, nunca ha habido silencios incómodos entre ella y yo, siempre ha fluido eso que desde el principio nos envolvió a ambos. La confianza, la soltura para hablarnos, la facilidad de entendernos.
No quiero que eso cambie, no quiero que se cree un abismo entre ella y yo. No quiero que esto que nos tomó meses construir, con amor, con paciencia se venga abajo por… bueno no quiero siquiera recordarlo en este momento.
“Izar, quisiera poder verte, necesitamos hablar…”.
“¡Si!”, digo interrumpiendo lo que sea que quisiera decirme.
“Claro que sí, dime dónde estás y me dirijo inmediatamente para allá”.
Estoy tan emocionado que podría empezar a hiperventilar.
“Hoy no, mañana por la noche. Te espero en el apartamento de Lily”.
“Está bien, ahí estaré”.
“Muy bien, hasta mañana, dile por favor a los niños que los quiero mucho”.
“Espero que puedas decírselos tú misma pronto”, digo jugándome una carta peligrosa.
“Hasta mañana Izar”.
Cuelga.
“Hasta mañana mi amor”, respondo al aire.
Digo aunque sé que ella ya no me escucha. No es mi Isabella, está herida, lastimada y sobretodo defraudada ‘incluso por mi ‘
Pero volvió, la escuché y eso me da una oportunidad de explicarle que no voy a desperdiciar. Vuelvo al presente guardando el móvil en el bolsillo de mi pantalón.
Regreso ante Carol y la miro con total desprecio y ella… me mira con una sonrisa que quisiera borrarle en este momento.
“Izar, te ves molesto ¿Sucedió algo en la empresa?”, pregunta Octavio poniéndose de pie para estrechar mi mano.
“Algunos acuerdos que no se han realizado y me tienen realmente cansado”, digo tratando de no ahondar más en el tema.
“¿Y tu novia Izar? Los niños han hablado mucho de ella, solo maravilla”, escupe la serpiente con un tono burlesco y sarcástico.
La miro y veo su largo cuello y deseo retorcerlo hasta sentir como se rompe entre mis dedos. Sus padres la miran con reprobación ante su venenoso comentario.
Pero aunque su cinismo y desfachatez me llena de coraje e indignación, yo debo ser más inteligente, más astuto que ella porque quiero verla pudrirse en vida y aun así no será suficiente castigo para lo que hizo. Así que levanto una pequeña sonrisa que es más una mueca.
“Está de viaje”, me limitó a contestar.
“¿En serio? ¡Oh! ¡Qué bien! ¿Y cuando vuelve? Me encantaría saludarla”, dice.
“Carol…”, le llama la atención Amelia en voz baja.
Me está provocando, cree que puede jugar en mi contra, pero lo que ella no sabe, es que yo soy mejor jugador.
Me acerco a ella y aún sentada en el sofá tiene que alzar la vista para seguir mi mirada. Imagino su expresión cuando pueda desenmascararla y le pueda gritar en su estúpida cara lo mucho que la desprecio y eso… eso trae a mi rostro una sonrisa real, retorcida, llena oscuridad, de todo el odio y asco que siento por ella.
Creo que se lo trasmito porque su sonrisa se borra y sus ojos se posan por unos segundos en sus padres, regresando su mirada a mí.
“Claro que podrás saludarla Carol. Muchas gracias por preguntar”.
Me mira tratando de disimular dibuja una casi inexistente sonrisa ante la mía que estoy seguro que parece de un psicópata a punto de saltarle encima. Y esto me satisface inmensamente.
Eso es lo que quiero, que tenga miedo, que no encuentre paz en lo que le reste de su asquerosa vida.
“Bueno Izar, nosotros nos retiramos. Muchas gracias por todo”.
Regreso mi mirada a Amelia que aunque no sabe que es lo que está pasando siente la tensión entre Carol y yo.
“Gracias a ustedes”, digo y estrecho su mano.
Giro hacia Octavio, despidiéndome de él y gracias a cielos la arpía se dirige al recibidor sin esperar a que me despida de ella.
La observo tomar su abrigo, mientras sus padres llaman a Amelie y Logan para despedirse. La miro ahí y me digo a mi mismo que está batalla apenas ha comenzado. Salen de mí casa y yo siento que respiro con calma.
Desato el nudo de mi corbata y la retiro bruscamente de mi cuello y me dejó caer en el sofá Miro a mis pequeños revoltosos y sonrió, los llamo a ambos poniendo mis brazos sobre las piernas y los abrazo.
Los abrazo oliendo su delicioso aroma a bebé, a mi hogar. Los aspiro sintiendo que me regalan esa paz que ahora mismo debo tener, sintiendo sus manitas rodear mi cuello.
“Papá…”, dice Amelie sin quitar su mentón de mi hombro.
“Dime mi amor”, le digo con los ojos cerrados.
“¿Es cierto que ya vendrá Isabella? Se lo dijiste a la Tía Carol”, pregunta con inocencia.
“Nunca te he mentido ¿Cierto?”
“Cierto papá”, me abraza más fuerte con alegría en su voz.
“Entonces…”, dice Logan separándome un poco para mirarme a la cara.
“¿Podemos irnos a la playa los cuatro?”, me pregunta.
Sonrió y niego al ver cuán emocionado lo pone la simple idea.
“Ya veremos”.
Tomo un fuerte respiro, mientras miro la puerta del apartamento de Lily. Acomodo los puños de mi camisa y vuelvo a respirar. Elegí el traje negro de Zegna y camisa del mismo color que tanto le gusta a Isabella.
Estoy tanto o más nervioso que en mi primera cita. Tengo un leve cosquilleo en el estómago, respiro una tercera vez y tocó a la puerta. Unos segundos más tarde abre Lily y ese cosquilleo se vuelve un hueco.
Siempre he sido seguro de mí, no arrogante pero siempre muy bien plantado y muy pocas personas me han intimidado en mi vida, siempre afrontó los problemas dando la cara, Pero justo hoy estoy nervioso, me siento ansioso de saber en qué terreno estoy parado con Isabella.
“Hola Izar, pasa por favor”.
La saludo y camino algunos pasos a la sala, lo más ecuánime que puedo, tratando de no parecer un maniaco que quiere correr a buscarla. Miro a mi alrededor y no la veo, así que giro regresando la vista a mí anfitriona.
“Aún no llega”, me sonríe supongo en comprensión de mi nerviosismo.
“¿Gustas algo de beber?”.
“Estoy bien, gracias”, le digo calmando un poco mi euforia.
“¿Ya la viste?”, pregunta.
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