Corazón esteril
Capítulo 38

Capítulo 38:

“Una noche fui a tomar unos tragos con unos amigos y me pase de copas, ella me dijo que necesitaba hablar conmigo, que fuera a su casa porque sus padres habían salido del condado y podríamos hablar en su casa con tranquilidad”.

“Llegué y desde que me abrió la puerta me besó apasionadamente, yo me perdí en sus caricias, ya habíamos hecho el amor pero está vez era diferente, más apasionada. Me quede dormido por la borrachera y el cansancio”.

“Cuando abrí los ojos aún era de noche pero unas manos me movían violentamente, cuando desperté completamente me quise morir, quien me despertó era Luciana, mi novia y la mujer que hacía a mi lado era Leonora su hermana gemela”, abro los ojos desmesuradamente al escuchar los nombres.

“Vi el dolor en su rostro, tanto dolor que me rompió en mil pedazos y ahí me grito que no quería volver a verme jamás y me aventó en la cara una pequeña cajita ‘esto era lo que quería decirte Andrew ‘ adentro había unos zapatitos. Me quería decir que estaba embarazada”.

Se detiene porque las lágrimas ya no lo dejan continuar y por primera vez lo veo destrozado y pienso ¿Que tanto tuvo que callar?

Me pierdo en mis pensamientos y conjeturas.

“Ella se fue, la busque como loco y no la hallaba, pensaba en ese hijo, en ella y en cuanto mi estupidez la hizo sufrir. Meses después Leonora me buscó para decirme que Luciana murió en el parto se le subió la presión arterial y tuvo un derrame cerebral”, regresa su vista a mí y hay un tormento enorme en sus ojos, tanto que me duele

“Me dijo… que tenía una hija… tú, mi pequeño corazón”.

No puedo más y lloro, lloro con tanto dolor y él me consuela a pesar de él mismo estar inconsolable.

“Me diste una razón de vivir después de perder a tu madre, me diste la esperanza de enmendar mi error. Leonora te cuidaba, te estaba criando y pronto vi como una obviedad el formar una familia con ella para darte una familia a ti”.

“¿Y porque no me dijeron la verdad? Yo tenía derecho a saber mi origen”, le reclamó entre sollozos.

“Leonora no quiso, era como si quisiera suprimir el recuerdo de Luciana, hasta se alejó de sus padres una vez que me case con ella. Y yo, yo no hablaba de ella por dolor”, dijo.

“Los primeros años fueron llevaderos pero poco a poco Leonora se dio cuenta que jamás podría amarla como lo hice con su hermana y empezó el infierno. Tú tenías dos añitos y ella me reclamaba todo el tiempo que la engañaba, que veía mujeres, que le era infiel como en su momento le fui infiel a Luciana con ella”, confesó.

“Papá…”, digo y él me toma la mano para darme consuelo,

“Llego el momento que me rompí y volví realidad sus sospechas, saliendo con mujeres para olvidar mi miseria y ahí arremetió contra ti, te castigaba sin razón, te censuraba, te ignoraba y yo decidí que no te iba a dejar con ella, así que te llevaba conmigo… Yo sé que estuvo mal hecho que me vieras con esas mujeres pero no sabía cómo actuar, era un hombre roto, cobarde y rebasado por las circunstancias”.

Su confesión poco a poco me trae recuerdos y va aclarando tantas cosas que en su momento no comprendía.

“Empezaste a parecerte tanto a tu mamá, tu carácter decidido, fuerte, tan amorosa, abierta e inteligente y eso exasperaba a Leonora. Yo no quería más hijos y menos con ella pero una noche llegué totalmente borracho y me acosté con ella y quedó embarazada de tus hermanos”.

“Todo fue aún peor porque quería todo lo mejor para ellos haciéndote a un lado a ti. Tú ya entendías y me dolía tanto que mientras más te hacía a un lado más buscabas su aprobación y su amor”.

Agachó la cabeza porque recuerdo esa sensación de sentir que algo hacía mal para que ella no me quisiera tanto como las mamás de mis compañeritas a ellas.

“Cuando los niños cumplieron un año, en medio de la fiesta que dimos, ella empezó a beber y me reprochó que jamás la ame, que siempre la engañe y me dijo que tus hermanos no eran mis hijos, que había hecho lo mismo que yo con ella y que se había metido con alguien más y que era el verdadero padre de Leonel y Leonardo”.

Me quedo sin respiración y una angustia enorme se instala en mi pecho… mis hermanos…

“No me enorgullece decirlo, pero la abofeteé y fue ahí donde entendí que no podía seguir así, ya no era ni la sombra del hombre que fui y tenía que acabar con eso si no quería que ustedes siguieran sufriendo ese infierno junto con nosotros y me fui”.

Intente tanto traerte conmigo, pero te aferraste a ella y a tus hermanos que nunca pude convencerte.

“Leonel y Leonardo ¿Son mis hermanos?”, pregunto con miedo de su repuesta.

“Lo son, tiempo después hice un ADN para corroborarlo, solo lo dijo para lastimarme”.

“Quiero ver una foto de ella…”, me mira y comprende inmediatamente.

Sale de la habitación y regresa un par de segundos después. Tiene en sus manos una pequeña cajita de madera con filos de metal. De ella empieza a sacar fotos, se ven tan jóvenes y mi papá se ve feliz, justo como nunca lo vi con… con Leonora.

Admiro cada foto y la detallo… ciertamente me parezco mucho a ella pero mi color de cabello es un poco más oscuro, ella era rubia, era muy hermosa.

Me siento tan triste de no haberla podido conocer, de no tener la oportunidad de vivir todo lo que nos correspondía.

“Eres su vivo retrato, más que físicamente eres valiente, amorosa, alegre y fuerte igual que ella”.

Hubiera sido tan feliz de ver a la mujer en la que te convertiste”, me dice mirándome a los ojos y yo rompo a llorar mientras me acurrucó en él.

Los primeros rayos del sol se cuelan por la ventana. Hemos tenido una de las conversaciones más reveladoras y profundas que he tenido en mi vida.

Después de conocer mi origen, creo que me duele menos lo hecho por Leonora, no la justifico pero por lo menos sé que no es mi madre y que siempre sintió celos de lo que nos unía a mi papá y a mí.

Fue mi turno de contarle mi travesía de los últimos meses. Todo, absolutamente todo.

“Debes regresar y denunciarlos Bella, no puedes dejar que esto quede impune”, me dice con los puños apretados.

“Voy a regresar papá, necesitaba venir para entender y darme fuerza, necesito enfrentar esos demonios para poder vivir en paz… si quiero que la pesadilla termine tengo que despertar de una vez por todas”.

Mataron a una Isabella pero de esas cenizas resurgió está que les dará batalla y cobrará cada deuda.

Pov Izar

Me rio, pero la cara de Albert no cambia, me mira con preocupación, con seriedad y algo un poco más oscuro que en este momento no quiero averiguar.

Niego y me río de nuevo, una especie de nervios me empieza a invadir. ¿Qué demonios quiere decirme?

Me levanto del sofá y camino hacia la encimera de la cantina. No puede ser… no, quizá me estoy adelantando.

“Explícame, quiero entender que es exactamente lo que me quieres decir… porqué”, mi pulso se acelera mientras los diferentes escenarios de empiezan a amotinar en mi cerebro.

“Izar, cálmate hermano”, dice Albert con un tono tan tranquilo que pareciera que quiere calmar a una bestia.

“Quiero que hables Albert, quiero que me digas que lo que estoy imaginando no es verdad…”, mi voz es casi una súplica, porque no pudo ser de esa manera,

“Izar necesito que mantengas la cabeza fría para…”.

“¡No me puedes pedir que tenga la cabeza fría, no con lo que estas insinuando, ella era mi esposa, la madre de mis hijos!”, grito en medio de la histeria mientras más se asienta una posible realidad en mi cerebro.

Tomo mi cabeza con ambas manos y mi cerebro se vuelve a cinco años atrás.

“Izar cariño, está aquí Carol, ven por favor”, dice mi esposa desde el recibidor y al escucharla me dirijo hacia ella.

Miro a mi hermosa esposa con un vestido verde olivo hasta los tobillos que envuelve maravillosamente su cuerpo que ya presenta una enorme y preciosa barriga de 7 meses de embarazo.

Me acerco y le doy un beso en la mejilla que la hace sonreír y regreso la mirada a mi cuñada que nos mira con ese ceño de pocos amigos tan característico de ella.

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