Corazón esteril
Capítulo 36

Capítulo 36:

El camino se hace eterno, miro hacia las calles que pasan con velocidad ante mis ojos y aun así no captan mi atención, mi mente está a kilómetros de aquí. Llego al apartamento y Albert me recibe fraternalmente con un abrazo.

“Siéntate hermano ¿Quieres un trago?”, niego con la cabeza.

“Dime ¿Qué es lo que sucede Albert? Lo veo en tu rostro, es algo grande”.

Asiente y se dirige a la encimera dónde están algunas carpetas negras que pone frente a mí

“He hurgado en la basura de Aarón Marshall cómo me lo pediste”, asiento abriendo una de las carpetas sin entender realmente todo eso que está frente a mí.

“He encontrado muchas cosas”.

“¿Qué cosas?”, pregunto regresando la vista hacia él,

“Es un promiscuo de m!erda, hay muchos cargos en sus tarjetas de clubes de muy baja reputación, pagos a prostitutas, infinidad de facturas de hoteles…”.

“¿Pudiste acceder a sus tarjetas? Me tienes sorprendido ¿Acaso eres de la mafia siciliana?”, le pregunto.

Sonríe de medio lado, dejándome ver qué esto es grande y lo tiene preocupado.

“También entre a su teléfono”.

“Ok”, digo regresando a la seriedad.

“Izar, el día que Logan nació, él envío un mensaje a un número con el texto, ‘Está hecho’ y en respuesta le hicieron una transferencia de cien mil dólares”.

“No entiendo nada ¿Que tiene que ver el nacimiento de mi hijo?”.

“Izar”, se pone en cuclillas delante de mí, viéndome a los ojos.

“Ese número era de Carol, ella le depositó esa cantidad a los veinte minutos que tu esposa fue confirmada muerta”.

Pov Isabella

Sentados a la mesa estamos mi padre y yo en completo silencio degustamos los alimentos y con eso evitamos tener que dirigirnos la palabra.

Lo miro cada tanto y veo lo marcados que ya están los años en él. Es un hombre que por sus decisiones acabó sólo en esta casa, sólo sin sus hijos y sin todas las mujeres que lo rodeaban en sus años mozos.

Terminó mi platillo y limpio la comisura de mis labios, dejando la servilleta en la mesa y me decido a romper el silencio.

“Papá”, levanta la vista de su plato y posa sus ojos en mí.

“Me gustaría si no tienes inconveniente, me permitieras quedarme unos días contigo”, le digo.

Sus ojos expresan la sorpresa que mis palabras le causan.

Regresa su vista al plato, luego de nuevo a mí y después de imitar mi movimiento limpiando sus labios y dejando la servilleta en la mesa pone los codos sobre la mesa y junta sus dedos sobre sus labios.

Me observa y siento que me traspasa.

“Esta casa también es tuya Isabella, tuya y de tus hermanos, no tienes que pedir quedarte porque estás puertas siempre estarán abiertas para ti”, me dice con total seriedad y siento la sinceridad y calidez en sus palabras.

“Gracias papá”, me limitó a decir.

“Pero…”, continúa con ese gesto en el rostro.

“Me gustaría mucho saber ¿Qué es eso tan grande que te sucedió para que estés aquí corazón?”, pregunta.

Oír ese apelativo que me repetía constantemente en mi niñez hace que un sentimiento de melancolía me invada. Lo amaba tanto ¡Tanto! Que cuando se fue me sentí tan desvalida, tan sola, casi como ahora.

Y por eso llegué a sentir tanto rencor en su contra y aunque trato de convencerme de que viviera con él durante muchos años, yo no podía abandonar a mamá que sufría mucho ya con su actitud y mucho menos dejar a mis hermanos.

“En algún momento te platicaré, justamente he decidido venir aquí porque hay tanto que hablar, tantas dudas que creo tenemos que aclarar”.

Asiente y quita su mirada de mí.

“¿Te gustaría conocer tu habitación?”, me dice cambiando el tema cuando sencillamente se vuelve pesado el ambiente.

“Si por favor, muero por darme una ducha”.

Salimos del comedor, él delante de mí y atravesamos la sala de estar en dirección a las escaleras que nos llevarán a las habitaciones. De pronto sobre la chimenea veo fotos que llama mi atención

Hay fotos mías, de bebé, cuando me enseñó a andar en bicicleta, de mis hermanos recién nacidos y una en especial se lleva toda mi atención.

Es él entre dos rubias mujeres idénticas y distingo perfecto a mi mamá pero… ¡¿Tiene una gemela?! No quito la vista de la foto. Mi padre se percata de mi reacción y trata de llamar mi atención.

“Isabella, vamos”.

“¿Mi mamá tiene una gemela? ¿Por qué nunca nos dijeron de esa gemela de mi mamá?”, pregunto.

Veo como su rostro se endurece y se tensiona completamente…

“Vamos, mañana platicaremos”.

Sigo con la vista clavada en esa mujer y a pesar de que mis hermanos son gemelos idénticos que ahora sé de dónde heredaron me causa una especial fascinación verlas.

Camino detrás de él y al entrar a la habitación me sorprendo al encontrar más fotos de mí en la habitación. Tomo un portarretratos dónde aparezco con mi toga y birrete el día de mi graduación, por supuesto el no estuvo.

Lo miro y está recargado en el marco de la puerta con los brazos cruzados en su pecho.

“Realmente es tu habitación…”, lo miro confundida.

“Cuando compre la casa pedí que tuviera cuatro habitaciones, una para mí por supuesto, una para ti y una para cada uno de tus hermanos…”.

‘¿Que?’

“Quería que si algún día decidíamos restaurar nuestra relación, supieran que mi casa siempre estuvo pensada para ustedes”.

Lo miro sin comprender su actuar…

“Si tanto nos amaba ¿Por qué hizo lo que hizo?”, carraspeo tratando de alejar el nudo en la garganta que amenaza grandemente.

“Creo que tomaré esa ducha y luego quiero dormir un poco por favor”.

“Claro corazón”, lo veo dudoso de acercarse y al ver la rigidez en mí, desiste y da un paso atrás.

“Descansa, buenas noches”.

“Buenas noches”, digo sin más y lo veo salir cerrando la puerta de la habitación tras de él.

Camino por un parque con Amelie y Logan tomados de mi mano, del otro lado Izar nos llama alzando sus manos. Los niños corren soltándose de mi agarre y los miro apresurados hacia su padre que me mira con esa radiante sonrisa que deja ver sus hoyuelos.

De pronto la tierra se abre y soy tragada sintiendo como caigo y caigo sin poder hacer nada. Estoy en un lugar oscuro que huele muy desagradable. No puedo distinguir nada, de pronto una luz como de una vela alumbra el rostro de Aarón y mi corazón empieza a latir rápido, desbocado sintiendo el terror recorrerme de pies a cabeza.

Quiero correr pero un par de manos me detienen y veo que es mi mamá que me acerca cada vez más a Aarón mientras grito desesperada por ayuda Mi garganta se desgarra en gritos pero nadie me oye, nadie viene en mi auxilio, El terror se hace inaguantable cuando mi ropa empieza a ser desgarrada.

“¡No por favor nooooo!”, grito en medio de la noche bañada en sudor, temblando y pálida como un papel.

“¡Ya no cielos, ya no más!”.

Sollozo sin hallar la calma, simplemente porque no sé cuándo acabara está pesadilla que estoy viviendo. Este miedo, la sensación de suciedad. De pronto la puerta se abre de par en par y muestra la desencajada cara de mi padre, que refleja miedo.

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