Corazón esteril -
Capítulo 32
Capítulo 32:
“Así es…”
“Si ya estamos seguros que la madre no solo está en contra de tu relación si no que apoya al infeliz ese, podríamos sospechar que pudo ayudar a que esto sucediera…”, se queda en silencio “Izar necesito que vengas, esto no lo podemos tratar por teléfono.
Me duele el estómago porque sé que lo que Albert está pensando no me va a gustar escucharlo.
“Hazme un favor”, le digo tratando de calmar todas las emociones que me están enloqueciendo.
“Lo que necesites”, dice muy seguro.
“Te veo en mi casa, necesito ver a mis hijos”.
“Estoy contigo en treinta minutos”.
Entro a la casa y siento un cosquilleo que me recorre la espalda. Quiero verla pero ¿Qué le diría? Ayer me porte como un imbécil al explotar e irme sin enfrentar lo que estaba sucediendo.
“¡Papiii”, oigo la voz de Amelie y mi pecho se comprime al verla correr hacia mí.
La cacho al final de las escaleras cuando brinca y me abraza con brazos y piernas.
Hundo mi rostro en su cuello y huelo su aroma que me trae paz en esta turbulenta situación. Cierro los ojos y la arrullo pero es algo que me trae más tranquilidad a mí que a ella.
Despega su rostro del mío y acaricia mi mejilla, mientras yo me inclino para buscar más de su toque. Eso termino de romperme, y cerrando los ojos.
“¿Dónde estabas papá? ¿Saliste temprano con Isabella?”, pregunta con esa mirada de inocencia que me dobla.
Y el hecho de escucharla nombrarla casi me pone de rodillas. No solo yo la amo. No solo yo la necesito. La aman mis hijos.
Aunque ellos saben quién es su madre, se han apropiado de Isabella, la han convertido en su amiga, en su cómplice, en su compañera y sé que se ha ganado esa imagen materna.
Esa mujer entro como un vendaval a mi vida y tiró barreras, rompió miedos y se adueñó de todo a su paso. Se adueñó de mi alma y mi amor. Se adueñó del amor de mis hijos Hizo de esta familia rota por la desgracia
Tomo algo quebrado y no solo lo reconstruyó, creo algo nuevo, algo maravilloso, algo sublime. No sé qué responderle pero me sigue mirando con esos grises ojos llenos de inocencia.
“Si mi amor, teníamos que hacer algunas cosas”.
“Y ¿Dónde está?”, esa pregunta trae un nudo a mi garganta. Ella se fue.
‘Por favor quiero que te vayas…’ Casi quiero golpearme, yo la corrí.
“Ella… ella salió de viaje por su trabajo y regresará en algún tiempo”, digo tratando de disimular naturalidad y coloco una sonrisa forzada en mis labios.
Su carita se arruga poniendo un claro ceño de y siento que mi corazón se hace pequeño.
“¿Por qué no se despidió de nosotros?”, dice formando un puchero.
“Todo fue muy rápido y ustedes ya dormían. Pero pronto vendrá”, pido al cielo que así sea.
“Está bien, cuando llame le dices que quiero hablar con ella de mujer a mujer…”, me dice.
¿Una niña de casi ocho años quiere hablar de mujer a mujer con Isabella?
“Señor Izar, el Señor Albert está aquí”.
“Sube a tu habitación, en un rato más voy para que juguemos con tu hermano”.
Mi pequeña asiente y se dirige a su cuarto. Miro a Albert y su mirada se fija en mis manos.
“Dime que la cara le quedó peor que tus nudillos…”, me dice.
“Mucho peor”, sonríe negando y toma asiento en el sofá. Voy al grano con la conversación pendiente.
“¿Qué es lo que piensas?”, pregunto.
Da un largo suspiro y me mira
“Si Isabella hubiera sabido que tenía esas marcas no hubiera tenido la calma de estar desnuda frente a ti, hubiera buscado pretextos para evitar que la vieras…”.
Tiene razón.
“Ella no tenía idea de haber estado con Aarón, de que la fotografió y bueno…”, siento náuseas porque entiendo ese silencio.
“Casi puedo asegurar que sucedió en casa de la madre”.
“Quieres decir que la abusó, que ese animal…”, mis ojos se abren de par en par.
“Solo es una teoría Izar, pero no veo algo lógico en todo esto… dices que también estaban sus hermanos”.
“Si, también”.
“No sé qué sucedió a ciencia cierta pero Izar…”, se acerca a mí.
“Tienes que buscarla y hablar con ella. Creo que aquí hay algo muy profundo e Isabella está llevando la peor parte”, continuó diciendo.
No ocupo nada más, salgo de la casa y me dirijo al garaje, tomo la motocicleta y me dirijo a la casa de Lily.
Ellos hicieron esto y yo… yo como un imbécil caí, caí en su estúpida trampa.
‘Izar mírame ¡Mírame por favor!’ Escucho su voz en mi mente y veo su mirada desencajada cuando se vio la piel y siento que el verdadero villano fui yo.
¿Cómo podía saberlo? Debí quedarme, debí sacar estás conjeturas con ella. Debí hacer tanto y no lo hice.
Llego al apartamento de Lily, tocó como desesperado, no me importa realmente, porque lo estoy, estoy desesperado,
Eso termino de romperme, y segundos después sale Lily.
“Hola Izar”, me dice cruzando los brazos bajo su pecho.
“¿Esta ella aquí?
“No y tampoco en su apartamento”, siento un baldazo de agua fría.
“¿Dónde está?”, pregunto más aire que voz
“No lo sé, pero ella sabía que en algún momento vendrías a buscarla… te dejo algo”.
Mis ojos pican y de nuevo tengo miedo pero ahora revuelto con remordimiento.
“Toma…”, me extiende la mano con un papel, el cual tomo.
“Solo te diré algo, si hiciste algo para perderla fuiste el estúpido más grande del mundo porque Isabella jamás, óyelo bien ¡Nunca! Te hubiera engañado, es una mujer leal y si dudaste de ella cometiste el error más grande de tu vida”.
Bajo el rostro porque de pronto todo es demasiado para sobrellevar. Miro el papel en mis manos y con manos temblorosas lo abro.
Veo su letra y sin más las lágrimas corren por mis mejillas. Y comienzo a leer, ante la mirada de Lily.
[Izar] Decía el títulos de la carta.
[No sé ni siquiera porque escribo esta carta, tal vez porque aún creo que puedes recapacitar y entender dentro de ti que yo jamás te hubiera hecho esto. Es difícil para mí decirte esto pero al mirar esa canalla hizo conmigo lo que quiso porque comprendo que mi madre estuvo de acuerdo]
No podía creer lo que estaba leyendo.
[¿Y cómo lo es? Porque ella me dio de beber y después de eso caí dormida en esa cama dónde no supe más de mí. Y si te explico no es para que me creas, tal vez te suene increíble pero solo quiero que te quede claro que yo no traicionó cuando amo]
Me sentí culpable al leer esa última parte.
[Y comprendo tus dudas, para ti soy la villana de la historia y comprendo porque me corriste, pero ¿Sabes? cuando saliste de la habitación y me vi sola ahí, entendí que una vez más puse mi felicidad en manos ajenas, una vez más mi felicidad dependía de ti, necesite tu consuelo, tu fuerza protegiéndome cuando más desvalida me sentí. Gracias por estos meses que fueron un sueño, pero hoy tengo que despertar, despertar de nuevo a una realidad grotesca pero que está en mi nariz]
No podía creer lo que había hecho, ¡Y lo peor era que faltaba la otra parte de la carta!
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