Corazón esteril -
Capítulo 30
Capítulo 30:
Pienso en su pregunta y respondo porque en esta ocasión el imbécil de mi amigo suena coherente.
“Una noche antes de que fuera al festejo de su mamá, estuvimos juntos y no tenía esas marcas”.
“Ok, eso quiere decir que eso sucedió entre la ida a la casa de la mamá y la fiesta de Logan”.
“Pudo haber sido la noche antes de la fiesta, me pidió que la llevarán a su casa, argumentando que su ropa estaba en el apartamento, Lily estaba ahí, me lo dijo esta noche. Me contó que se averió su calentador y se fue con Isabella para estar preparada a tiempo para la fiesta”.
“Entonces, no sé en qué momento pudo suceder, porque una noche anterior estuvo con su madre y sus hermanos”, resoplo frustrado porque mientras más pienso más dudas surgen.
“Izar…”, me mira con los ojos abiertos como platos
“¿Recuerdas que me encargaste averiguar lo que sucedió con el vídeo que filtraron en las redes de ustedes?”
“Lo recuerdo. Por supuesto que ya no me preguntaste nada porque estabas encamado con Isabella”, gruño ante su comentario idiota como siempre”,
“No fue fácil, pero adivina a quien me llevo todo”.
Lo miro sin hablar, solo muevo los hombros dejándole en claro que no tengo idea.
“El autor de todo ese teatro fue Aarón Marshall obviamente actuando detrás del escenario”, aprieto los puños una y otra vez porque no quiero perder los estribos.
“Aunque quedó como un puñetero al final la gente se volcó contra Isabella y él siendo víctima de su separación y eso ante el ojo público le ayudó mucho a su imagen y a llevar una pequeña delantera en el divorcio”.
“Según conversaciones que tuvo con quién le ayudo en eso, Isabella tenía o tiene información sensible de él y desacreditarla delante del mundo le daba ventaja de convencer a quien fuera necesario que lo invento por desquite de que ella fue descubierta en flagrancia contigo”.
Me levanto y ahora soy yo el que camina sin cesar tratando de apaciguar la cólera que me invade.
“¡¿Porque demonios yo no sabía nada esto Albert?!”, digo abriendo y cerrando los puños
“Porque ya estabas bien con ella, sabía del conflicto con el doctorcito y ya no le vi caso a decirte algo que perturbara la nueva paz que tenías a su lado”.
“Debiste decírmelo”, digo posando ambas manos en la barra de la cantina.
“¿A qué vas diciendo esto justo en este momento?”.
“Sé que debí decírtelo, lo lamento. Si te digo esto en este momento es porque quiero que veas de lo que es capaz ese hijo de p%ta con tal de salirse con la suya… Si follo con ella ¿Para qué hacer tanto drama de marcarla, de hacértelo saber, de una vez más dejarla mal parada? ¿No lo ves?”.
“¡Maldición Albert! Por supuesto que lo veo, veo que ese hijo de p$rra quiere destruir la vida de Isabella y de paso la mía, pero ¿Cómo es que pudo estar con ella? ¡Estaban en la misma cama! La tenía desnuda en sus brazos”.
Vuelvo las manos al cabello y aprieto fuerte los mechones, queriendo con eso arrancar esas imágenes de mi mente.
“No lo sé hermano…”.
Se acerca a mí con calma y posa su mano en mi hombro.
“Quisiera poder ayudarte más porque sé que estás sufriendo, pero solo no cierres los ojos, no dejes que la ira te ciegue”.
Me siento fuera de mí, no dormí absolutamente nada en toda la noche, ni tuve la fortaleza de regresar a casa, no tuve el valor de saber que se ha ido, pero si no lo hizo tampoco me siento lo suficientemente bien para tenerla de frente.
Estoy en el auto y si de algo tengo absoluta seguridad es que necesito hacer esto, independientemente de toda la confusión que existe dentro de mí.
Llego al parqueadero y los recuerdos me azotan, uno a uno, tomo el volante y lo aprieto tan fuerte que mis nudillos se ponen blancos.
Respiro un par de veces y bajo del auto, conozco perfectamente el camino… mientras más avanzo más siento mi corazón martillar fuerte golpeando mi pecho. Mi visión se centra en encontrarlo,
“Señor, buenas tardes ¿En qué le puedo servir?…”.
La ignoro, paso de largo sin importarme que empiece a gritar detrás de mí.
Y como si el universo supiera exactamente lo que busco, sale de la puerta de cristal con una mujer que no debe tener más de cincuenta, Ambos sonríen y al parecer se despiden porque se dan un pequeño abrazo. Y justo cuando se separan sus ojos conectan con los míos.
La sonrisa que le daba a la mujer que sigue frente a él, se vuelve una mueca de burla y simplemente lo pierdo.
Mis pasos se vuelven zancadas y en dos segundos estoy frente a él, abre la boca supongo para decir algo pero no lo permito, mi puño conecta con su mandíbula y ante el grito que la mujer da al ver al bastardo caer, me abalanzó sobre él.
Conecto uno tras otro mis puños en su cara y de pronto siento un fuerte jalón en el cabello que me desequilibra y el infeliz aprovecha para empujarme y ponerse de pie ensangrentado de una ceja, la boca y la nariz se lanza por mí y mi furia se puede sentir en cada partícula de mi cuerpo, veo el rostro lloroso de Isabella en mi mente y eso me vuelve un animal.
Siento jalones supongo de gente que quiere separarnos pero no lo consiguen la ira guardada en ambos no lo permite, el conecta un par de golpes en mí, pero en este momento mi odio es más grande que cualquier fuerza física.
Se lanza sobre mí y me abraza haciendo que los dos caigamos, entre forcejeos quedó encima de él y pongo mis manos alrededor de su cuello apretándole justo como lo deseé desde anoche.
Y así veo su maldito rostro lleno de angustia abriendo la boca como un pez fuera del agua. Entonces varios brazos me someten y logran que lo suelte, entre varios hombres me sostienen mientras el bastardo tose tirado en el piso con las manos en su cuello. Su bata blanca con manchones de sangre, me hace sentir una indescriptible satisfacción.
“Te metiste con la persona equivocada”, dice el imbécil recomponiéndose. Se pone de pie frente a mí y mirándome a los ojos me dice.
“Te va a costar muy caro esto imbécil…”
“Lo mismo dijiste la última vez que te partí la cara y como el cobarde que eres te desquitaste con Isabella, porque no eres lo suficientemente hombre para enfrentarte conmigo”.
“Lo de Isabella fue un gusto”, dice acercándose a mi oído.
“Y ella lo disfrutó bastante”.
Lo miro y quisiera poder desaparecerlo de la faz de la tierra.
“Eres un cobarde que necesita de engaños y mensajitos para tratar de hacer daño, pero conmigo topaste con pared, haré de mi meta personal hundirte si es que vuelves a meterte con Isabella…”, se le borra un poco la sonrisa.
“Conozco tu trayectoria incluida Carol y yo no me tentaré el corazón como Isabella para desenmascarar al pedazo de m!erda que eres y dejarte en la calle”.
“¡No te atrevas a amenazarme hijo de p%ta!”, dice saliéndose de su papel de hombre perfecto.
“No es una amenaza Marshall, es una promesa y lo que te hice en este momento”, digo riéndome de él.
“Parecerá un juego de niños con lo que te espera si te vuelves a meter con mi mujer”.
“¡Mi hija no es su mujer!”, gritan a mi espalda y avanza la mujer que se despedía de él cuando llegue dejándome ver las facciones tan parecidas a las de Isabela.
“Desde que Isabella lo conoció solo le ha traído desgracias. Espero pronto se dé cuenta del error que cometió al dejar a su marido por usted que además ahora veo que también es un salvaje”.
Y entonces una idea retorcida pasa por mi mente… pero… sería demasiado monstruoso.
“Que equivocada está señora, ella no lo dejo por mí, este bastardo la engaño y ella decidió dejarlo. Y para aclararle, si seré mil veces un salvaje por defender a su hija de una m!erda como este”, señaló al tipo con la barbilla.
La mujer mira a Marshall con confusión después de mis palabras.
“Saquen a este tipo de aquí”, dice Marshall y yo sonrió sin quitarle la vista de encima.
Me sacan al parqueadero y al subir a mi auto veo mis nudillos ensangrentados y solo me viene una idea a la mente al recordar a la madre de Isabella, sonriendo con Marshall.
‘Ella no me quiere con Isabella’ Y las palabras de Albert resuenan en mi cerebro mientras prendo mi auto porque necesito encontrarla.
.
.
.
Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.
Reportar