Casi perfecta
Capítulo 37

Capítulo 37:

“No puedo, madre. No puedo hacerle esto a Anna. Ella lo ama, lo veo en sus ojos, pero yo me alejé este tiempo. Todo fue por él”.

“Hija, no me digas que…”.

“Sí, madre. Yo mentí y no puedo estar cerca de él. Lo amo, me quema el estómago tenerlo cerca y mentirle”

“Mentirle?”

“Espera, te traeré agua”

Mi madre se levanta y va por agua. De verdad, no puedo. Solo quiero que se vaya lejos, que salga de aquí.

“Hija, él me preguntó cuántos años tenía Emma, pero sabes que no sé mucho. Tú no hablas de nada de eso y no he preguntado, pero…”.

La puerta suena.

“Iré a ver”, dice mi madre.

Solo miro y no quiero que él vuelva, no más.

“Hola, mamá, ¿Está Luz?”

Es mi hermana y entra, parece que sabe que algo pasa.

“Luz, ¿Qué pasa?”

No puedo, no puedo decirle.

“No es que Ihlar me tiene confundida. Está comportándose muy bien y estoy algo agobiada”.

Ella se pone nerviosa.

“¿Pasa algo?” Le pregunto porque parece que su cuerpo habla.

“Es que…”.

La puerta se abre de sopetón y veo que Karim está aquí.

“¿Hijo, por qué estás así?”

Él llega a mí y a Anna.

“¿Tú lo sabías?”, le pregunta Anna.

“¿De qué hablas?”, respondo.

“No paremos, se le ve muy alterado”.

“Karim, está la niña. No sé qué pase, pero no es el miedo de entrar así”.

“Sabes muy bien qué pasa, Anna. Es imposible que no lo sepas”.

Ella abre sus ojos, algo en su mirada muestra miedo, pánico.

“Yo puedo explicarte, amor. Yo solo…”.

“O sea que tú sabías que Luz tenía una hija que, según ella, no es mía”.

“¿Es eso? Sí, ella me dijo, pero ¿qué pasa? Si no es tu hija, ¿cuál es el problema aquí?”

Él da vueltas y, enojado muy notoriamente, levanta la manga de la camisa, dejándonos ver las marcas de quemaduras de cigarro.

“¡Karim!”, dice Anna muy sorprendida.

“Ven, esto sí, lo que ella dice es verdad, seguirán”. Lo veo caminar hasta el corral de Emma y vamos todas tras él.

“¿Qué harás? ¡No la dañes!”

Él me mira casi con odio.

“Mírame y dímelo antes de que ya no haya vuelta atrás”.

Lo miro y, a su vez, miro a mi hermana.

Todos esperan que destroce su futuro, pero no lo haré.

“Ella no es tu hija”.

“Perfecto”.

Él camina y toma a Emma en sus brazos, ella lo mira y con la más de las inocencias le sonríe. Él acariciaba su carita, mis manos tiemblan, mi cuerpo está a punto de colapsar.

Él levanta el brazo de sus quemaduras y nos hace ver.

“Estas están sanadas como si con una goma de borrar se tratara, su piel se regenera y es más que obvio que no es natural”.

Abrí mis ojos al igual que mi hermana y mi madre.

“Hijo”, dice mi madre aterrada y sorprendida.

“Al morir mi padre, yo soy su descendencia y él me quiso a su lado solo por una cosa. Era su fuerza y su debilidad, y ella es la mía, porque sí, es mi hija”.

Me sostengo de mi madre, mi hermana me mira con rabia, mi madre con sorpresa.

Les mentía a todos, pero la mirada que más miedo me da es la de él. Lo dijo una y otra vez, y una y otra vez mentí en su cara.

Ella sí es su hija y ahora él lo sabe.

“Luz, ¿Por qué?”, pregunta Anna con dolor en su voz.

“Es simple. Ella pensó solo en ella, jamás en mí ni en la niña”.

Él deja a Emma en su corral y camino lejos de él. Salgo por la puerta hacia afuera, debo salir de aquí, no ahora, no así.

Cuando salgo, él no me deja ir lejos y me toma del antebrazo.

“¿Qué dirías? Quiero escucharte ahora. Dime ya lo viste, ¿Qué más quieres?, ya está, ya lo sabes”.

“Sí, lo sé, lo sé, y eso te revienta. Pero lo que no sabes es lo que siento yo, el dolor, el dolor que causaste estos años. Y ahora mírala, es una bebé que está creciendo sin su padre por tu culpa, por tu egoísmo, por que eres…”.

“¡¿Qué?! ¡Dilo!”

Me acerco a él desafiante, nadie puede juzgarme.

“Ella está mejor sin ti y yo estoy mejor sin ti”.

“No, no te equivoques, ya no me importas”.

“Dejen de gritar de ese modo, hablen dentro, tranquilos”, interfiere mi madre.

“No, madre, él a mi casa no entra más”.

“Luz, te lo pregunté. ¿Por qué no confiaste en mí?”, mi hermana con sus ojos llenos de lágrimas pide respuestas.

“Como te lo iba a decir, solo quería que fueras feliz con él y…”.

“Y lo será, te aseguro que la harás feliz. Pero soy su padre, Luz, y eso no me lo volverás a quitar”.

Él se marcha, se sube al auto, y Anna va tras de él.

Yo me meto a la casa y me encierro en el baño, miedo mi brazo para que los gritos no asusten a Emma, pero esto no está bien, esto no está nada bien.

Ese día, mi mundo cambió por completo.

En sus ojos vi como ese amor que siempre quise encontrar en él ya no estaba. Todo debía ser perfecto y ya no lo era.

Él me odia, me rechaza por mentirle.

Días después…

En estos días, mi madre ha estado cada vez que él quiere ver a Emma.

Ella parece mi enemiga.

No saben la fiesta y lo feliz que es cuando está con él. Me mantengo en la habitación o en la planta alejada, pero siempre alerta.

Ya pasaron muchos días desde que lo supo.

Mi hermana está algo enojada también, pero no mucho.

Mi madre está tratando de que comprenda. Los preparativos están en marcha, todo está casi listo para la boda.

¿Me duele?

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