Casi perfecta
Capítulo 35

Capítulo 35:

“Bueno, por lo que vi en la oficina, ya eres dueña de tu empresa de nuevo. Anna ha hecho un buen trabajo con ella mientras no estabas”, su tono es notoriamente de enojo.

“Lo sé, ella es capaz de cosas geniales, por eso confío en ella”.

“Creo que esto es algo incómodo, pero de verdad, Luz, quizás es mejor que nos marchemos”, intenta sugerir Anna, pero no la dejo.

“No, claro que no. Mi madre se merece esto. Somos sus hijos, y ella está feliz. De verdad, no me molesta estar aquí delante de ambos. Quiero que sean muy felices, se lo merecen”.

Los ojos de Karim se cristalizan; creo que la rabia no le permite pensar claramente.

“La comida, hijo, espero que te guste”, dice mi madre mientras nos sirve y nos describe el plato, radiante y feliz.

“¿Tu novio no nos acompaña?”, pregunta Karim.

“No, hoy no”, decido no darle el gusto de explicarle nada.

La cena resultó incómoda y extraña, pero la sonrisa de mi madre era épica.

Pero estábamos a punto de terminar cuando él le pidió algo a mi madre.

“Madre, ya que estamos todos los que más te aman y solo bastó esto para verte feliz, quería aprovechar para…”.

En ese momento, sacó un anillo de su bolsillo y miró a Anna a los ojos.

Solo repito en mi mente: “Luz, no llores, no lo hagas, no lo hagas”.

“Anna, ¿Quieres casarte conmigo?”

Mi hermana no deja de verlo, sus ojos se llenaron de lágrimas, y antes de que diga algo, su mirada se dirige a mí.

Con mis ojos y una hermosa y falsa sonrisa, le digo que sí, que todo está bien.

“Sí, acepto”.

Él coloca su anillo y la abraza.

Limpié una lágrima que casi se deja ver.

Mi madre va hacia ellos, todos son felicidad. Voy hacia mi hermana, la abrazo y en su oído solo digo:

“Serán muy felices”.

Ella me aprieta y lloramos juntas; ella por su felicidad y yo por verla casarse con el único hombre que amé en toda mi vida.

“Sí mamá, claro que sí”, respondí.

No pude evitar sentir un escalofrío al escuchar las palabras de mi madre.

¿Qué había dicho exactamente?

“Perdona madre, ¿Qué quieres decir con que Luz no es tu hija?”.

Mis sentidos se alteraron.

Mis manos comenzaron a sudar y desearía fervientemente que lo que estaba escuchando fuera simplemente producto de mi mente atormentada.

“Hijo, siempre la he tratado como si fuera mi propia hija, la he amado como a ti, aunque no tenga nuestro mismo linaje”. La sonrisa de mi madre parecía forzada, como si ocultara algo más profundo.

La revelación de que Luz no era realmente mi hermana resonaba en mi cabeza, dejándome atónito y sin reacción.

“No, no es eso”, la interrumpí antes de que continuara.

“Lo importante es que somos una familia y que nos vamos a casar”, anunció Anna con una alegría que me resultaba incomprensible en ese momento, mientras yo ansiaba simplemente desaparecer.

El cruce de miradas con Luz reveló un dolor compartido.

¿Cómo podía ser posible?

Había mantenido mi distancia de ella creyendo que éramos hermanos, y ahora todo se desmoronaba.

Intenté mantener sonrisas fingidas mientras mi mundo se desmoronaba a mi alrededor.

“Anna, debo irme. El viaje fue largo y…”, mi deseo era simplemente escapar de ahí.

“Sin problemas, vamos”, respondió, recogiendo sus cosas y despidiéndonos. Me despedí de mi madre con un beso y con la incertidumbre aún atormentándome.

“Adiós, Luz”, murmuré antes de salir con Anna.

Era extraño.

Parecía casi irreal lo que acababa de suceder.

“Anna, ¿Puedes conducir? Estoy muy cansado”, pedí, dejando que ella me sacara de ese lugar.

Escuchaba su voz, pero mis pensamientos no lograban procesar nada de lo que decía. Me sentía abrumado por mi propia idiotez al no haber investigado antes.

“Karim”, su llamado me sacó de mis cavilaciones.

“Sí, dime”, respondí desconectado de la realidad.

“¿Dónde te estás quedando?”, preguntó, preocupada.

“No vine directo del aeropuerto. Vamos a un hotel, nos vamos mañana”, respondí, apenas conteniendo mi enojo.

Entré en la ducha, tratando de aclarar mi mente.

Nada tenía sentido.

Al salir, la vi dormida en la cama con el anillo que compré con rabia, sabiendo que ya no sería de Anna.

Era un giro absurdo de los acontecimientos.

“¿Qué hiciste, imbécil?”, me recriminé interiormente, lamentando no haber descubierto antes la verdad sobre Luz. Ahora me casaría con su hermana, algo que ni yo mismo podía comprender.

Al día siguiente…

Salí temprano, mi mente era un caos. Anna era una mujer maravillosa, pero no merecía cargar con el peso de mis errores y confusiones.

Le dejé un mensaje a mi madre pidiendo vernos a solas.

Necesitaba respuestas.

Nos encontramos en la plaza, ella feliz con una niña en los columpios. Observé esa escena y, por un momento, sentí una extraña paz a pesar del caos en mi vida.

“¡Hola madre!”, dije mientras ella se giraba para verme, pero mi mirada se detuvo en la niña. Sus ojos eran particularmente hermosos, algo que rara vez me llamaba la atención en los niños.

“Permíteme presentarte a Emma, mi nieta”, dijo mi madre con una sonrisa.

Quedé perplejo.

“¿Tu nieta?”, pregunté sin comprender del todo.

“Sí, es tu sobrina, hija de Luz. ¿No es hermosa? Su mirada me recuerda mucho a ti cuando eras un bebé”, explicó mi madre. Intenté mantenerme firme, pero mi cuerpo se tambaleaba ante la revelación.

“Madre, ¿Cuántos años tiene la niña?”, pregunté con un dejo de ansiedad. Desde el día anterior, mi mente no funcionaba correctamente, y esta situación lo empeoraba.

“Dos años y algunos meses”.

“Madre, sabes lo que implica… sabes que mis hijos no serán como los demás, ¿Verdad?”, pregunté buscando claridad.

“Sí, hijo. Sé que no será fácil, pero Anna te ama y…”, intentó tranquilizarme, pero no podía quedarme allí sin respuestas.

Caminé hacia la niña.

Al tomarla en mis brazos, algo en mí se sacudió. Sus ojos se encontraron con los míos, y en ese instante supe.

Ella era mi hija.

Dejé a la niña con mi madre y salí apresuradamente. Necesitaba hablar con Luz, enfrentarla y que negara todo.

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