Casi perfecta
Capítulo 29

Capítulo 29:

“No, solo éramos él y yo”, le indico dónde está todo y voy al despacho.

Llamo a la abogada y al contador para que arreglen todo y salgo.

Roque ya llegó y tras él, la camioneta de la funeraria.

Hago lo posible para que todo sea rápido.

Me dicen que me indicarán la hora de la cremación y se van.

Entro a la casa, Roque detrás de mí.

“Señor, ¿qué prosigue?”

“Esperamos que lo de mi padre termine y yo me encargaré. Tengo sospechas, sé quién pudo ser. Solo deja que lo haga a mi modo”.

“Supuse que lo haría así, como siempre. Solo que esta vez debemos cumplir con la tradición, señor”.

“Lo crearemos, Roque”.

“No, señor, eso está perfecto, pero debemos anunciar a la organización del nuevo jefe”.

Me quedo en silencio.

No lo pensé cuando actué, así no lo pensé.

“Roque, no creo que…”. Él da un paso hacia mí.

“Señor, sé que su padre no contaba con el aprecio de muchos, pero de él dependían centenares de familias y un legado. Eso no puede morir con él. Muchos se verán perjudicados”.

Lo miro y no digo nada.

Pongo la mano en su hombro.

“Gracias, Roque, tienes razón. Luego veremos esto. Ahora dile a los chicos que descansen, pero que mantengan la guardia. No sabemos quién puede aprovechar este momento”.

“Sí, señor. Le consulto el auto que…”. Anna sale de la cocina con los cafés y nos mira.

“Roque, el auto de la señorita. Ella es Anna… una amiga”.

“Un gusto, señorita. Los dejo”.

“Un gusto”, dice Anna mientras él se marcha. Ella me da la taza y me siento, luego le invito a que haga lo mismo.

“Espero que estés mejor”

“La verdad es que sí, estoy mucho mejor”.

Ella toma su café y mira la casa.

Sé lo que implica esa mirada.

“Esto será así de ahora en más, ¿Tú tratarás de no mirarme más a los ojos y yo supuestamente lo tomaré bien?”

Ella me mira, deja la taza en la mesa y se levanta.

“Creo que no debí venir, tienes razón. Es incómodo, no sé qué…”.

Me levanto rápido, dejo la taza y tomo su mano para que no llegue a la puerta.

“Karim dice que…”.

Muy cerca de ella, le digo casi rozando su oído:

“Lo dije, pero no sé si podré cumplir”.

La muerte del padre de Karim dejaba la ventana abierta a que muchos secretos dejaran de serlo.

La compañía de Anna cada vez era más difícil de sostener.

¿Por qué?

Simplemente, ella ya no podía mantener la fachada de frialdad ante él.

La soledad dejaba a Karim más expuesto y ella solo quería una cosa: cuidarlo.

Mientras tanto, Karim estaba confundido.

En su mente, no dejaba de desear a la mujer que hoy se levantaba en sus pensamientos y se dormía en sus sueños apasionados.

Él no era un hombre para atarse a una mujer ni para creer en el amor, pero la llegada de Luz le abrió esa puerta.

Cuando alguien conoce el amor, es como un niño con azúcar, no quiere dejar de sentirlo jamás.

La realidad de Karim era una, la de Anna era otra. Ella sabía que Luz estaba en algún lugar, viva y sabía.

Dolería el saber que Ihlar amó solo y exclusivamente a Luz y que lo de ellos nunca fue amor. Una de tantas verdades que le impedían relajarse.

Pero en algo Luz tenía razón: ella amó a su hermana, la sintió a pesar de todo. Incluso hoy, puede percibir los sentimientos de su hermana, algo que no se explica claramente ya que no son gemelas ni compartieron la misma madre.

Se deben explicar muchas circunstancias, pero supongo que el tiempo aclarará eso como narrador.

Ahora, viendo cómo empezó esto, no podemos asombrarnos de nada, ni siquiera de lo imposible. Solo diré que el amor sigue allí, en algún lugar. Ahora solo falta que esas miradas se decidan, nada más.

La puerta de la habitación se abre, la cama de Anna está vacía y el ruido proviene del baño. Ella se quedaría, pero no dormiría en el mismo cuarto que Karim.

Un golpe en la puerta la deja quieta del otro lado, mirándose al espejo.

“Hola, sí, ya salgo”, dice.

Ella se mira al espejo, su pelo ya está suelto y sus dientes lavados. No trajo ropa para quedarse, así que se queda con la camiseta y se viste.

Al abrir la puerta, Karim está esperando con una muda de ropa en la mano.

“Toma, para que duermas cómoda”, le dice ofreciéndole una camiseta larga y unos boxers nuevos en paquete.

“Gracias, yo duermo vestida. Es solo para acompañarte”, responde Anna.

“Bueno, si es por eso, puedes acompañarme a la piscina a tomar un trago. Creo que solo así podré dormir”, sugiere Karim.

Ella, sin dudarlo, acepta. Sabía que debía manejar esta situación y que podía hacerlo.

Los dos se dirigen hacia abajo.

Él toma dos vasos y una botella, camina hacia la cocina y ella se pone un suéter y lo sigue.

Él se sienta, sumerge sus pies en el agua caliente de la piscina cubierta.

“Es un lugar muy bonito. Tenía buen gusto tu…”, ella se detiene.

“No te quedes a medias. Sé que era mi padre, pero no era un buen hombre. Por respeto, guardo compostura, pero lo que te dije es verdad”, afirma Karim.

“Sí, lo sé y te apoyo”, responde ella.

“No preguntarás qué me hizo detonar de esta manera”, dice él.

“No dejaré que todo esté bien si así lo quieres. No preguntaré”, asegura ella.

“Escuché algo que me dejó sin aliento, y debía hacerlo. Cuando lo sepas, me entenderás”, explica él.

“No quiero saberlo, ni quiero que recuerdes ese momento. Ya está. Si para ti debió ser así, está bien”.

Los tragos están presentes.

Anna no bebe mucho por una simple razón: dejaba de pensar si bebía, y eso esta noche no podía pasar. Solo mojaba sus labios y nada más.

“¿Tú sigues enamorada de Ihlar?”, pregunta Karim.

La pregunta toma por sorpresa a Anna. Por un segundo lo piensa, pero razona y responde con una mentira.

“Sí, aun lo amo”, dice.

Ella sabía que lo que Karim sentía era confusión, la misma que Ihlar sintió cuando la dejó por Luz.

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