Buscando recuperarla -
Capítulo 55
Capítulo 55:
Malcolm se sentó a desayunar en la terraza cubierta y aprovechó para revisar unos cuantos correos electrónicos mientras esperaba, Celia se estaba duchando.
Su mano empezó a pasar los correos con más lentitud sobre la pantalla táctil.
“Buenos días”
Celia sonrió.
Estaba junto a las puertas que daban acceso a la terraza.
Se había hecho una coleta y el cabello le caía sobre un hombro.
Se había puesto un vestido de verano de color azul.
Le apoyó la mano en el pecho y le dio un beso.
Aún tenía el aroma a rosas en la piel de la noche anterior.
Habían hecho el amor durante horas en el spa.
Ojalá hubieran podido seguir escondidos durante unos días más…
“Buenos días, preciosa. ¿Quieres desayunar? Hay mucho para elegir”.
Le apartó una silla junto a una mesa llena de manjares.
Celia tomó un pastelito con crema de limón.
Al sentarse echó a un lado la falda del vestido.
Era un gesto tan femenino que Malcolm tuvo ganas de llevársela al jardín directamente para hacerle el amor allí mismo.
“Estoy intentando componer el puzle de todas las cosas nuevas que sé de ti. Trato de rellenar las lagunas que se han creado durante todos esos años que pasamos sin vernos”
Dijo Celia.
“Sé que no puedes darme detalles sobre tus amigos y sobre la Interpol, pero… ¿Qué me dices del tiempo que pasaste en el colegio? Todo ese tiempo que pasamos separados”.
“No éramos los típicos aspirantes a militar. Hicimos una piña para y formamos una familia, ya que a la nuestra nos la habían robado. Rompimos reglas e hicimos lo imposible. Nos llamábamos la Hermandad Alfa y nos mantuvimos cuerdos apoyándonos los unos en los otros en esa escuela”.
“Y tu director, este hombre que ahora trabaja para la Interpol, el Coronel Salvatore”.
“Por aquel entonces hacerle una trastada a alguien como él era la gran victoria para un puñado de adolescentes rabiosos con el mundo”.
“¿Qué te hizo cambiar de opinión respecto a él? ¿Por qué te uniste a su equipo?”
Celia tomó una taza de té con ambas manos y le miró por encima del borde.
Malcolm dejó a un lado su tenedor.
“Resulta que él era mejor que nosotros. Encontró mi debilidad y la usó contra mí”.
“No sé si te entiendo. ¿Qué hizo?”
“Me enseñó fotos de nuestra hija”.
A Celia se le quebró el bizcochito en las manos.
De repente empezó a temblar.
“No la he visto en persona ni he tratado de ponerme en contacto. Me he ceñido a la decisión que tomamos de dejarlo en sus manos”
Ese viejo dolor volvió a desbordarse.
Celia cerró los ojos.
“Sé que me culpas por haberla dado en adopción”.
Malcolm le agarró de la mano y la hizo abrir los ojos.
“Yo firmé los papeles. Acepto la responsabilidad que tuve en ello. No estaba en condiciones para ser padre. No era más que un chiquillo encerrado en un reformatorio para gamberros”.
“Entonces por qué no me has perdonado nunca? ¿Por qué no podemos ser felices?”
“Tengo remordimientos. No es lo mismo que guardarte resentimiento por algo”
Le apretó la mano para reafirmar sus palabras.
“Claro que me hubiera gustado que las cosas hubieran sido de otra manera. Claro. Yo quería ser el hombre que os iba a cuidar a las dos”.
“¿Has venido a rescatarme para recompensarme por lo que crees que debiste hacer hace dieciocho años?”
“En parte, sí. ¿Qué aspecto tenía cuando nació?”
“¿Tus contactos de la Interpol no te dieron fotos también? Estaba… arrugada. Tenía toda la carita encogida, el cabello oscuro y una piel tan suave… Yo la quería”
El aliento se le cortó.
Cada palabra que pronunciaba la atravesaba como un cuchillo.
Se apartó de la mesa.
Necesitaba aire, espacio.
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