Buscando recuperarla
Capítulo 37

Capítulo 37:

“Qué hacemos ahora?”

Malcolm miró el bolso que llevaba colgado del brazo.

“Podrías contestar a la llamada”.

Celia bajó la vista.

El móvil le sonaba.

“No lo había oído”.

Logró pescar el terminal a duras penas.

Lo sacó y vio que era el número de su padre.

“Hola, papá. ¿Qué necesitas?”

“Solo quería saber cómo estaba mi niña. Solo quería asegurarme de que estabas bien. Yo, eh… He visto los periódicos esta mañana”.

Celia hizo una mueca.

Esquivó la mirada de Malcolm.

“Estoy bien. Las fotos estaban preparadas… solo queremos que todo el mundo sepa que estoy bien protegida aquí, con la gente de Malcolm”.

“¿Preparadas?”

Repitió su padre con escepticismo.

“Nunca pensé que te gustara tanto el teatro. Vaya. Lo hicisteis muy bien los dos”.

Celia sintió que se le encogía el corazón con cada palabra que articulaba su padre.

“No sé qué más decirte”.

“Bueno, llevo todo el día evitando llamadas”.

“¿De la prensa?”

“Mi número no está en la guía. Lo sabes. Las llamadas son de tus amigos del colegio, incluso de ese director del colegio con el que saliste un par de veces”.

“No salí con él”

Miró a Malcolm un instante.

Las consecuencias de lo que había hecho cayeron sobre ella como un jarro de agua fría.

Estar con Malcolm le había cambiado la vida.

Su existencia ordenada y metódica se estaba rompiendo en mil pedazos.

Estaba perdiendo el control, pero por una vez, no parecía tan malo.

“Nos sentábamos juntos en los eventos a los que asistíamos por trabajo”.

“¿Quién conducía?”

“Déjalo ya, papá”

Dijo Celia, pero se arrepintió enseguida.

Empezó a caminar con impaciencia por la cabina.

“Te quiero y te agradezco la preocupación, pero soy adulta ya”.

“¿Malcolm está ahí contigo?”

“¿Qué importancia tiene eso?”

Su padre suspiró.

“Cuida de ti misma, Celia. Siempre serás mi niña pequeña”.

Su tono de voz suscitó un sentimiento de culpa muy grande.

Su padre ya había sufrido bastante con la muerte de su hermana mayor.

Celia se llevó la mano a la cabeza.

De repente se sentía mareada al no haber desayunado, y no podía evitar pensar en su propio bebé…

Pero por lo menos sabía que su hija estaba viva en algún sitio, y que la querían.

“Papá, te prometo que estoy teniendo mucho cuidado”

Dijo escogiendo muy bien las palabras.

“¿Y tú? ¿Te encuentras bien?”

“Estoy bien. Mi tensión arterial está estable, y no he recibido ninguna amenaza”.

“Qué bueno. De verdad que te agradezco que me hayas llamado. Te quiero, papá”.

El corazón se le aceleró.

Nuevas preocupaciones se le agolpaban en el pecho.

Reconocía los viejos síntomas, y sabía qué pasaría después si no le ponía remedio.

Colgó el teléfono.

“Bueno, tu plan está funcionando. Todo el mundo, incluso mi padre, cree que estamos teniendo una aventura”

Celia trató de respirar.

El pánico más atroz se apoderaba de ella por momentos.

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