Arráncame la vida
Capítulo 9

Capítulo 9:

“Papá… ¿Y qué si así fuera?”

El rostro de Alfonso perdió el color.

No podía concebir que su error diera como consecuencia una relación incestuosa.

“Sí, Alfonso. ¿Qué problema habría si así fuera?”

Esa voz resonó en la cabeza del Señor Phai como si surgiera del inframundo.

Cuando volteó se encontró con Natalie.

Ya no era la chica descalza que cargaba a su pequeña hija frente a la residencia Phai, ahora su actitud altiva y pretenciosa en conjunto con su mirada afilada y llena de arrogancia, le helaba la sangre.

“Natalie… volviste…”, dijo Alfonso mientras su corazón temblaba.

“No has contestado, Alfonso…”

“¿Quién es usted?”, preguntó Estefan notando el gran parecido que la mujer tenía con Lorena.

Era como una versión un par de años más grande.

“La madre de Lorena…”, respondió Natalie y se acercó a Estefan con media sonrisa, acarició el rostro joven y sus ojos brillaron.

“Eres tan apuesto como tu padre cuando tenía tu edad. Debes de volver locas a las jovencitas tontas”, le dijo con una sonrisa.

“Estefan… déjanos solos”

Pidió el Señor Phai.

“¿Qué haces aquí, Natalie?”, preguntó Alfonso con recelo.

“Seré breve… quiero que admitas que Lorena es tu hija… así de sencillo. No me importa si a tu esposa no le parece. Lo que quiero es que nuestra hija no se quede desamparada cuando yo no esté…”

“¿A qué te refieres?”

De pronto Alfonso se mostró preocupado y se acercó a ella, pero Natalie retrocedió, asqueada de pensar en su tacto.

“¿Estás bien?”

“Mi salud es algo que no te importa…”

El Señor Phai se rascó la cabeza y se sentó en el sofá, pensativo.

“Hay un fideicomiso a nombre de Lorena… cada vez que me sentía culpable por la clase de padre que fui con ella, depositaba dinero”

Sonrió con melancolía.

“Te imaginarás que la cifra ahorrada es grande”.

“Es lo mínimo, pero no suficiente…”

Agregó Natalie con frialdad.

“Admitir que es tu hija no solo le quitará el asqueroso apellido de la familia que la trató tan mal, sino que cambiará su estatus en el pueblo y en la ciudad, además… la hará merecedora de tu herencia…

“Y limpiará tu nombre…”, dijo Alfonso cabizbajo.

Estaba recordando todos esos comentarios crueles que hacía la gente contra Natalie cuando la tacharon de mentirosa, jamás le creyeron que Lorena era hija de él.

“Este pueblo me debe mucho y tú me debes más…”

Desvió la mirada molesta.

“Te acercaste a mí cuando sabías que estabas casado y con un niño pequeño. ¡Jamás me lo dijiste! ¡Solo me enamoraste y me privaste de la oportunidad de decidir si quería ser la amante de un hombre casado!”, exclamó Natalie herida.

“Yo no fui la única que tuvo que pagar tu mentira… y lo sabes”.

“Lo admitiré…”, dijo Alfonso sin el valor de levantar la mirada.

“Admitiré que Lorena es mi hija”.

Lorena salió de esa elegante habitación en la que despertó.

Caminó por los pasillos sin reconocer esa vieja hacienda que había comprado Johan en cuanto llegó al pueblo.

De pronto chocó con él, quien la tomó por los brazos con gentileza.

“Tranquila, todo está bien, estás a salvo”, dijo Johan con paciencia mientras notaba como los ojos de Lorena, cargados de miedo y desconcierto, se volvían más agradables.

“Johan… ¿Dónde estoy? ¿Qué está pasando?”

Con paciencia, Johan la llevó hasta el despacho, dispuesto a platicarle todo lo que había ocurrido y explicarle quién era Natalie y quién era él en verdad.

“Entonces… ¿No fuiste enviado por Marianne?”, preguntó con la mirada perdida.

“No, Natalie lo consideró una gran oportunidad… así que busqué a Marianne y le ofrecí mis servicios”, le explicó.

“Mataría a las hijas de Román en venganza por haberte sacado del pueblo y usado como criada todos esos años. Cuando cumpliera con mi trabajo, toda la culpa recaería en Marianne y Natalie tendría las manos limpias”

“Pero no lo hiciste…”

“Te pusiste en mi camino…”

Lorena levantó la mirada hacia Johan que parecía tranquilo.

“Todo este tiempo te mantuviste cerca solo para…”

“Vigilarte y protegerte…”

“Y… ¿Lo que pasó entre nosotros?”, preguntó con un nudo en la garganta y la indiferencia en el rostro de Johan terminó de romperle el corazón.

“Déjame adivinar, nada de lo que dijiste era real”

“Lorena…”

“Cada palabra de amor, cada caricia… esa noche en el hotel del casino… nada fue real… fuiste el primer hombre que acepto en mi cama y ahora entiendo que cada palabra tierna y cada gesto… fue una mentira. ¿Por qué te acostaste conmigo? ¿Para humillarme más cuando supiera la verdad? ¡¿Por qué pedirme que me fugara contigo?! ¡¿Para llevarme con mi madre?! ¡¿Esas eran tus verdaderas intenciones?! ¡¿Manipularme?!”

Johan guardó silencio.

Estaba viendo como esos encantadores ojos miel se llenaban de lágrimas.

“Bajo la situación en la que estamos es imposible que algo se dé entre nosotros… siempre fue así, tú lo sabías…”

“Entonces… ¿Si fue mentira? Todo lo que dijiste, cada beso… ¿Fue mentira?”, preguntó Lorena viéndolo directo a los ojos.

De pronto Johan sintió la mirada de Natalie, quien había regresado del pueblo y escuchaba paciente, asomada a la puerta.

“Lamento si creíste que había algo entre nosotros solo por la protección que te brindaba… la realidad es que solo estaba sirviendo a tu madre, era mi trabajo cuidar de ti y mantenerte vigilada”

Resopló divertido y le dio la espalda a Lorena.

No podía verla llorar.

Eso lo estaba destrozando.

“Fue divertido mientras duró, ¿No?”

Justo en ese momento el corazón de Lorena se partió en dos.

Nunca había tenido la intención de enamorarse de ningún hombre.

Su responsabilidad hacia la Familia Gibrand era todo en lo que pensaba, pero cuando conoció a Johan, las cosas cambiaron.

Apretó sus manos en los descansabrazos de la silla y se levantó con ese nudo en la garganta asfixiándola.

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