Arráncame la vida -
Capítulo 7
Capítulo 7:
“Creo que mi presencia aquí, incomoda… así que tendré que irme”, dijo Gustav poniéndose también de pie.
“Joven Benatar, no tiene que preocuparse por Lorena, ella será quien se vaya para no incomodarlo a usted”
Añadió Adelina con tono suave y entonces notó el rostro de su esposo e hijo, ambos hombres no eran capaces de hacer nada, pero tampoco parecían contentos con lo que ocurría.
“¡Tengo una mejor idea!”, exclamó Gustav tomando de nuevo a Lorena por la muñeca.
“Nos iremos juntos. Creo que hay mucho que platicar y cuentas que saldar. ¿No crees, Lorena?”
“¡No iré contigo a ningún lado!”, gritó Lorena llena de odio.
“¡Vas a pagar por la cicatriz que dejaste en mi rostro y esta vez quien terminará con el rostro destrozada serás tú!”
Gustav la acercó a él de un jalón, pero ella respondió con un golpe que le torció el rostro.
“¡Lorena!”
La Señora Phai iba a corregirla una vez más, pero la pesada mano de Gustav respondió, cayendo sobre el rostro de Lorena y tirándola al piso.
La mejilla de Lorena se sentía caliente y le palpitaba.
La cubrió con su mano queriendo detener ese hormigueo.
Apretó los puños y cuando estaba dispuesta a enfrentarse a Gustav hasta las últimas consecuencias, este ya estaba contra la pared, siendo golpeado por Johan.
Era notoria la experiencia que tenía el asesino, pues de todos los golpes que Gustav intentaba darle, ninguno acertaba, en cambio, cada golpe que soltaba Johan doblaba de dolor a su contrincante.
“¡Estefan! ¡Haz algo!”, exclamó Adelina.
Cuando Estefan estaba a punto de enfrentarse a Johan, este volteó con ferocidad, deteniéndolo con la mirada.
“¿Te crees capaz de enfrentarte a mí? Te recuerdo que ni tu dinero ni estatus te hacen invencible”, respondió Johan divertido y tomó por el cuello de la camisa a Estefan que parecía impresionado.
Cuando estaba a punto de comenzar a golpearlo, unas tibias manos se posaron en su hombro.
“No lo hagas… no te metas en problemas y menos por mí”, dijo Lorena sabiendo que cualquier investigación en contra de Johan destaparía su oscuro pasado.
“Por favor, Johan…”
Este la vio de reojo y cautivado por sus hermosos ojos miel, liberó a Estefan que de inmediato se alejó, intentando auxiliar a su amigo que yacía en el suelo.
Johan se acercó a Lorena y tomó su rostro con delicadeza para revisar su mejilla inflamada.
El corazón se le partía de arrepentimiento por no actuar antes.
“Es agradable volver a escucharte pronunciar mi nombre”, dijo con una sonrisa y besó la frente de Lorena antes de susurrar en su oído:
“Prometí siempre cuidarte… me quieras a tu lado o no, y no pienso faltar a mi promesa”
No fue sorpresa para Lorena que al día siguiente tuviera que regresar a casa de su abuela, después del alboroto que se desencadenó en la Residencia Phai.
No podía seguir ni un día más ahí.
Puso los ojos en blanco y suspiró antes de subir los pequeños escalones que llevaban a la entrada principal.
El Tío John, quien fue a recogerla, se mantuvo en silencio, estaba muy pensativo.
En cuanto Lorena puso el primer pie dentro, su sexto sentido la alertó haciendo que diera un paso hacia atrás.
Su abuela había lanzado una bofetada que terminó errando.
“¡Malagradecida! ¡Ni una semana pudiste trabajar para los Phai!”, exclamó la señora aún más furiosa por no haber podido golpear a su nieta.
“¡¿Cómo sobreviviste en la ciudad, si eres una buena para nada?!”
Con su bastón golpeó el brazo de Lorena, quien lo aceptó en silencio.
“¡Te llevaré a la casa Benatar! ¡Te entregaré yo misma a Gustav!”
La abuela estaba tan furiosa que su rostro palideció.
Parecía que sería víctima de un infarto.
“¡Mamá! ¡Ya basta!”, exclamó Gwen horrorizada.
De inmediato abrazó a Lorena con ternura.
“¡Ella no se merece tanto desprecio! ¡Es una buena chica! ¡Nos ha ayudado mucho y solo la maltratas!”
“Gracias a ella el pueblo nos repudia…”, respondió John suspirando.
“Gracias a ella Mindy fue abusada por Gustav…”
“¡No! ¡Gustav fue quien hizo todo eso por iniciativa propia! ¡¿Desde cuándo la víctima es responsable de lo que hace el agresor?!”
“¡Gwen! ¡Quítate de mi camino antes de que te machaque a palos!”, exclamó la abuela dispuesta a golpear a su hija.
“Por favor, tía, no tiene que hacer esto…”, dijo Lorena y le sonrió con ternura a Gwen.
“Solo aguanta unos minutos más…”, respondió Gwen acariciando el rostro de su sobrina.
“¡Cómo quieras!”, exclamó la abuela levantando su bastón, pero antes de que este golpeara a Gwen a Lorena, una mano firme la detuvo.
“¡¿Quién demonios eres tú y qué haces en mi casa?!”
La otra mano silenció a la abuela, sujetándola por el cuello y alejándola de sus víctimas.
“¿Johan?”, preguntó Lorena saliéndose del abrazo de Gwen y acercándose a él.
“¿Qué estás haciendo?”
“¡Suelta a mi madre!”, exclamó John dispuesto a defenderla.
Cuando Johan liberó el cuello de la señora y sacó su arma, la apuntó a directo en la cabeza.
La mirada del asesino era fría.
Su gesto no expresaba nada más que calma.
Por un momento Lorena dudó si era él.
Continuó acercándose, pese a que su Tía Gwen quiso detenerla, y sin dudarlo, posó su mano en la mejilla de Johan, suavizando su gesto y llamando su atención.
“Johan… baja el arma, suelta a mi abuela, por favor… ¿Por qué estás haciendo esto?”, preguntó Lorena sin esconder su miedo.
El asesino abrió la boca, pero de inmediato la cerró, y vio a Lorena con pesar.
“Está haciendo esto, porque yo se lo ordeno…”
Salió de la oscuridad la dueña de esa voz, tomando a todos por sorpresa.
“Natalie…”, dijo la abuela viendo con asombro a la mujer.
“¿Qué haces aquí?”
“Vengo dispuesta a arreglar todo en este pueblo”, dijo con altanería y se plantó al lado de Lorena, siguiendo su brazo hasta su mano que reposaba en la mejilla de Johan.
Gesto que no le agradó.
“Eres igual de sensible y tonta que tu padre”
“¡No eres bienvenida a esta casa!”, exclamó John lleno de odio.
“¡Cuñado! Hablas como si esta casa fuera tuya, cuando, gracias a mi hija, pasó de una pocilga a una mansión…”, protestó con arrogancia.
“¿Hija?”, preguntó Lorena desconcertada y retrocedió.
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