Arráncame la vida
Capítulo 6

Capítulo 6:

“Hasta el momento soy la única… por eso quise compartirlo contigo. Eres el mejor rastreador que conozco… puedo darte un millón si la encuentras y me la entregas. Yo me encargo de torturarla, matarla y llevarla en cachitos de regreso a la ciudad. Como ves, no tendrás que ensuciarte las manos. ¿Qué dices?”

“Acepto…”, respondió Johan y metió el folder en su cajón.

“Ahora vete, no quiero que nos vean juntos”.

“Te has vuelto tan aburrido”, dijo Donna divertida y se apoyó con ambas manos en su pecho.

“Podrás usar ese traje elegante y fingir que eres un hombre diferente, pero los tatuajes que adornan tu piel y esa alma negra, nunca te dejarán. Eres lo que eres, Johan”.

“Largo…”, contestó con esa mirada iracunda y los dientes apretados.

Donna sonrió.

Luego le dio un beso fugaz que dejó un sabor amargo en su boca, y salió de la casa, satisfecha de tenerlo de nuevo como socio.

La cena se veía espectacular en la Casa Phai, incluso Adelina no parecía creerlo.

Cada alimento humeaba y su aroma era suficiente para convencer a cualquiera de lo delicioso que estaba.

“¡Qué maravilla! ¡Todo se ve apetitoso!”, exclamó el Señor Phai viendo a Lorena con orgullo.

“¡Qué bueno que aceptaste venir a trabajar en esta casa!”

Lorena se sonrojó y desvió la mirada.

Aunque recibía halagos de su comida en la Residencia Gibrand, no se esperaba que fuera igual en el pueblo después del recibimiento tan hostil.

De pronto el timbre sonó y disculpándose educadamente, salió directo hacia la puerta.

“¡¿Cómo te trata la vida, prima?!”, preguntó Mindy dejando caer su pesado abrigo en los brazos de Lorena.

Aunque la burla en sus palabras era incómoda, Lorena estaba más entretenida luchando con su nerviosismo al tener a Johan tan cerca.

Este no le quitaba la mirada de encima, volviendo el momento aún más bochornoso.

“¿Me da su abrigo, Señor Goretti?”, preguntó Lorena desviando la mirada. Le estaba costando mucho fingir que no lo conocía.

“Yo puedo colgarlo solo”; respondió Johan.

Su mente daba vueltas a la información que Donna había llevado.

¿En verdad esa criatura tan vulnerable y dulce era capaz de matar a alguien?

´Imposible, debe de haber un error´, pensó frunciendo el ceño.

“Para eso está Lorena; para eso le pagan”, dijo Mindy tomando el abrigo de Johan y arrojándoselo a su prima.

“Trabaja de lo que tanto te gusta y tanto te hace sentir orgullosa.

“No pienso responderte ni comenzar un conflicto contigo…”, expresó Lorena colgando ambos abrigos en el perchero.

“Porque eres una cobarde… no tuviste el valor de hacerte de un hombre en la ciudad, tampoco de enfrentarte a los caprichos de Gustav. Solo sabes esconderte”

Expuso Mindy apretando los dientes.

“No pienso pelear contigo, porque suficiente tienes con lo que te hizo Gustav en el maizal… ¿Me equivoco?”, respondió Lorena viendo a su prima con lástima, pero sabiendo que esas palabras habían sido suficientes para detenerla e incluso romperla.

Mindy se quedó en silencio, con la boca desarticulada, buscando las palabras correctas, una contestación suficiente para mostrarse fuerte, pero en realidad estaba más cerca de caer al suelo a llorar.

“Con su permiso”

Lorena dio media vuelta y su piel se erizó al sentir la mirada de Johan en su espalda.

“¿Dónde está?”, preguntó Gustav en la oscuridad de las caballerizas, mientras Estefan acariciaba a su caballo.

“Déjala en paz… han pasado diez años de eso…”

“Sí, han pasado diez años y cada día despierto viendo su maldito rostro, sintiendo que la cicatriz me arde, como si reaccionara a su recuerdo… ¿No lo entiendes, Estefan? Esa malcriada debe de aprender a obedecer”.

“¡Lorena! ¡Necesitaremos otro plato! ¡Tenemos un invitado!”, exclamó la señora Adelina.

Lorena no sé esperaba la sorpresa que se iba a llevar.

Gustav estaba plácidamente sentado a la mesa, mientras Estefan agachaba la mirada, arrepentido.

“¿No escuchaste? ¡Muévete!”

Adelina perdía la paciencia de ver a Lorena de pie, petrificada.

“Sí, señora”

Lorena se acercó para poner los platos delante de Gustav y este no dudó en levantar su rostro hacia ella y olfatearla.

Todos se dieron cuenta y el ambiente se tensó, pero ante la sorpresa de Johan, nadie hizo nada.

Era como si Gustav tuviera alguna clase de privilegio.

Lorena continuó sirviendo, haciendo uso de su paciencia y templanza, pero el odio dentro de su corazón aumentaba con cada sonrisa mordaz y mirada lasciva que le dedicaba Gustav.

Su paciencia llegó a su límite cuando Gustav la tomó de la muñeca y, desprevenidamente, la jaló para que cayera sobre su regazo.

“No sigamos con este juego tonto, Lorena… ¿Me dirás que no me extrañaste?”, preguntó Gustav con media sonrisa.

“Aún tenemos algo pendiente”.

El corazón de Lorena se detuvo, sus ojos brillaron desesperados y las lágrimas querían caer.

Automáticamente, tomó el tenedor de la mesa en el momento que Gustav se acercaba para arrancarle un beso.

Las puntas del trinche hicieron presión en su cuello, deteniéndolo de inmediato.

“¿No aprendiste con la primera cicatriz?”, dijo Lorena llena de odio y una lágrima corrió por su mejilla, haciendo que el corazón de Johan latiera ansioso.

“¡Suficiente!”, exclamó la Señora Phai.

“¡Lorena! ¡Ponte de pie y suelta ese tenedor! ¡¿Estás loca?! ¿Cómo se te ocurre amenazar de esa forma a nuestro invitado?”

“Solo se está defendiendo…”, dijo Mindy con la mirada clavada en su plato, recordando el abuso de Gustav.

“¡Destrózale el cuello!”

Gritó con desesperación ante la sorpresa de todos, pero la señora Phai no desistió.

“¿Por qué culparlo a él cuando claramente fueron ustedes las que lo provocaron? Bien dicen que un hombre llega hasta donde la mujer quiere…”, dijo con frialdad.

“Lorena, baja ese maldito tenedor o atente a las consecuencias. Juro que llamaré ala policía local para que pases la noche tras las rejas”

Lorena vio llena de odio a Gustav que mantenía una sonrisa cargada de satisfacción.

“Sí, Lorena… baja el tenedor…”

Agregó regodeándose.

Lentamente el utensilio se alejó de su piel y Lorena se puso de pie, con el rostro pálido y las lágrimas corriendo por sus mejillas.

Se acomodó el uniforme, decidida a refugiarse en la cocina.

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