Arráncame la vida -
Capítulo 5
Capítulo 5:
“¿Señor Goretti?”, preguntó Mindy desconcertada.
“¿Quién es él?”
Inquirió con recelo.
“Estefan Phia… su padre es dueño de medio pueblo”.
“Quiero hablar con el padre de Estefan Phia, agenda una cita”, dijo Johan de manera tajante.
“Creí que quería hablar con los Benatar…”
“Cambié de opinión”.
“Mi padre es el más emocionado…”, dijo Estefan con una amplia sonrisa.
“Tu padre siempre tan lindo”, contestó ella y en ese momento el Señor Phai salió de la casa, tirando su cigarrillo al piso y corriendo hacia ellos.
“¡Lorena! ¡Qué gusto me da verte!”, exclamó antes de envolverla entre sus brazos.
“¡Cómo has crecido! ¡Eres toda una mujer! ¡Esos diez años pasaron volando!”
“Señor Phai, también estoy feliz de verlo”, dijo Lorena, viendo por encima de su hombro como la Señora Phai no parecía muy contenta con ese acercamiento.
“Mi esposo te dio la opción de que no usaras el uniforme…”, dijo Adelina Phai, viendo a Lorena en la cocina luciendo el mismo uniforme gris con delantal blanco que las demás empleadas.
“Creo que lo mejor es uniformarme. Después de todo, vine a trabajar como criada”, respondió Lorena con amabilidad.
Adelina tomó un par de galletas y las probó, eran deliciosas, pero la presencia de Lorena le resultaba amarga.
No solo sentía celos al ver como su hijo la veía de esa manera tan ridículamente dulce, sino que su esposo parecía caer en sus encantos también.
“Hoy habrá una cena especial… necesito que te luzcas con la comida. Tu Tía Gwen dijo que eres una prodigio en la cocina”.
“Exagera… pero haré mi mejor esfuerzo”, dijo Lorena con una sonrisa amplia.
Johan jugaba con el pequeño Peter quien reía mientras sus carritos pasaban por encima de papeles importantes en el escritorio.
De pronto la puerta se abrió, dejando ver a una mujer alta y delgada, sus extremidades eran finas y su cabello corto y rojo.
Tenía una mirada arrogante y un tatuaje en el cuello que asemejaba a un escorpión.
“¿Donna?”, preguntó Johan desconcertado.
“¡Señor Goretti! ¡Disculpé, intenté detenerla, pero no me hizo caso!”, exclamó Mindy apurada.
“Déjanos solos”; dijo Johan y le entregó al pequeño Peter.
“No te separes de él”.
A Mindy no le agradaban los niños y ese en especial representaba un obstáculo, pues era lo único que le quedaba a Johan de su antigua esposa.
Aun así, salió con el pequeño, llenándolo de besos como si lo amara.
“Cuando me case con tu papi, terminarás en un maldito orfanato, lo juro”, dijo Mindy una vez que lo entregó a una de las criadas.
Quiso acercarse al despacho, pero antes de poder poner un pie dentro, Donna le cerró la puerta en el rostro, no sin antes dedicarle una mirada tan afilada como un cuchillo.
“¿Qué haces aquí?”, preguntó Johan acomodándose detrás del escritorio.
“¡Por favor! No actúes como si fuera tu enemiga”, exclamó Donna.
“No después de habernos divertido tanto en el pasado…”
La mujer se recargó en el escritorio y se relamió los labios de manera coqueta. No fue capaz de agregar algo más, cuando ambos se apuntaron justo a la cabeza, al mismo tiempo.
“Pensé que ahora eras un hombre serio y de negocios”, dijo Donna divertida.
No le tenía miedo a las balas.
“Lo soy…”
“¿Qué hombre de negocios guarda un arma en su cajón?”
“Casi todos”, respondió Johan divertido.
Donna guardó su pistola y se deslizó por encima del escritorio, cayendo en las piernas de Johan y besando su mejilla.
“No me engañas… apuesto a que extrañas la acción”
Comenzó a besar el cuello de ese criminal retirado y sus manos se escurrieron por debajo de su saco.
Johan se puso de pie, tirándola al piso, se sacudió el saco y acomodó su corbata como si le molestara.
Donna era una mujer muy hermosa y peligrosa, había sido su novia por largos años, su compañera en la cama y también en el crimen.
Parecían inseparables y por lo menos Donna creyó que pasaría el resto de sus días al lado de Johan, pero él era demasiado enamoradizo y no podía controlar su deseo por otras mujeres.
“Ahora soy un viudo que solo piensa en su hijo…”
“Así que mantén tu distancia”; dijo Johan, pero sus ojos delataron.
Mentía.
En realidad solo pensaba en Lorena y en esa noche que pasaron en el casino, aún no la borraba de su piel y le dolía.
“¿Qué quieres, Donna?”
“Dudo mucho que eso te detenga. Ya debes de haberte metido con un par de pueblerinas. ¿Qué me dices de esa ayudante tuya? Parece muy interesada en ti”.
“Lo sé, su devoción me es útil, pero no me apetece como mujer. No me he metido con nadie en años y, ahora que lo pienso, no tengo que darte explicaciones, pero tú sí tienes que decirme qué demonios haces aquí si no quieres una bala en la cabeza”.
Donna abrió su chaqueta y sacó un folder, dejándolo caer pesadamente sobre el escritorio.
“Trabajo”, respondió con media sonrisa.
“Ya no me dedico a esto. Mi nuevo hobby me roba mucho tiempo”.
“¡Vamos! ¡¿No te aburres de fingir ser una buena persona?! ¿Crees que no supe al ver las noticias que tú te encargaste de tu esposa? ¡Te conozco!”
Johan tomó el folder con apatía y torció los ojos.
“Ya estoy viejo para hacer esto, no pienso arruinar lo que tengo por una paga mediocre. Además… ahora tengo que cuidar de mi hijo y no voy a…”
Se quedó sin palabras en cuanto abrió el folder.
Su corazón se estremeció y dejó de nuevo los papeles en el escritorio para poder acariciar el rostro de la fotografía.
“Lorena Morel… ama de llaves de la prestigiosa Familia Gibrand”, dijo Donna con media sonrisa, creyendo que había captado el interés de Johan.
“Cuatro millones por su cabeza”.
“¡¿Cuatro millones?! ¡Es solo una criada!”, exclamó Johan horrorizado.
“Mató a Bastian Bafel, el último de la familia”.
Román Gibrand y sus abogados están haciendo hasta lo imposible por obstaculizar la investigación.
El licenciado William Harper ha puesto las cosas muy difíciles, la madre está en la cárcel y los abuelos han ofrecido esa cantidad.
La quieren bien muerta.
“¿Solo te contrataron a ti?”, preguntó Johan viéndola fijamente.
.
.
.
Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.
Reportar