Arráncame la vida -
Capítulo 35
Capítulo 35:
“¡Lorena!”
Como ya era costumbre, Hugo Sorrentino se acercó a molestar a su criada favorita, pero esta vez las cosas eran diferentes.
Lorena lucía un hermoso vestido blanco de novia que le daba una apariencia celestial.
“Señor Hugo, qué gusto que pueda honrarnos con su presencia”, dijo Frida levantando una ceja.
“No podía perderme la segunda boda de nuestra linda Lorenita”
Agregó emocionado y se acercó para abrazar a la novia.
“Te ves hermosa”.
“¿Por qué te perdiste la primera?”, preguntó Lorena divertida.
“Tal vez tu presencia lo hubiera cambiado todo”.
“No sonó el despertador…”, respondió Hugo dándole un golpecito con el dedo en la punta de la nariz.
“Pero… fue por la tarde”.
Agregó la novia de brazos cruzados.
“Se cayó el avión en el que iba”
Volvió a excusarse.
“¡No me digas!”, exclamó Frida divertida por las ocurrencias de su hermano.
“Obvio… pero ¿Podemos dejar de hablar de mí? Mejor explíquenme por qué hay más niños que la última vez”.
De pronto Román se asomó a la habitación, interrumpiendo a su cuñado, que pegó un brinco al verlo. Aún le daba miedo, aunque su carácter se hubiera suavizado.
“¿La novia ya está lista?”, preguntó Román viendo a Lorena rozagante y feliz.
“¿Tú estás listo para entregar a esta hermosura de novia?”, respondió Frida robándole un beso.
“Más que listo”, agregó Román estirando su mano hacia Lorena, ansiando llevarla al altar con el hombre correcto para su corazón.
El camino nupcial comenzó a llenarse de pétalos que salían de las manitas de Jane.
Los lanzaba con alegría y se ponía debajo de ellos para recibirlos cuando cayeran, así como arrojaba puñados hacia su hermano Peter, adornándolo con los pétalos mientras él llevaba la canasta.
Se habían vuelto inseparables y los mejores amigos.
La imagen era enternecedora ante los ojos de Johan y de todos los presentes.
“Hoy pareces segura, ¿No temes estarte equivocando?”, preguntó Román en cuanto comenzaron a caminar hacia el altar.
“Nunca he estado tan segura en mi vida”, contestó Lorena viendo fijamente a Johan.
Estaba ansiosa por llegar a él.
“Mi corazón me dice que él es el correcto, siempre me lo dijo y por fin decidí hacerle caso”.
Román sonrió y se quitó la mano de Lorena del brazo para besarla con ternura antes de verla directo a los ojos.
“Corre… y no te detengas”, susurró y el rostro de Lorena se llenó de alegría.
Esta se quitó los tacones y corrió con una sonrisa cargada de júbilo, mientras Johan extendía sus brazos para recibirla y estrecharla con ternura.
Él también estaba ansioso por tenerla cerca.
“¿Tiene algo que decirme, Señor Gibrand? ¿Alguna amenaza que hacerme?”, preguntó abrazando a Lorena, perezoso, renuente a dejarla ir.
“¿Qué te puedo pedir? Has demostrado ser capaz de cuidarla y arriesgar tu vida por ella… no hay más”, respondió Román guiñándole un ojo a Lorena, quien parecía un pequeño cachorro acurrucado entre los brazos del hombre al que amaba.
“Bienvenido a la familia”.
Mientras Lorena bailaba acaramelada entre los brazos de Johan, Román paseó la mirada en cada persona importante para él.
Vio a los niños jugando.
Emma estaba con William, luciendo su v!entre abultado, a la espera de que naciera su tercer hijo.
A Hugo molestando a Frida, su hermosa Frida, la mujer que había cambiado su soledad y le había dado una familia.
Le debía tanta felicidad que nunca podría hacer algo lo suficientemente grande para compensarla.
De pronto, como si su instinto paternal le avisara de que algo andaba mal, posó su atención en Carina que estaba demasiado seria, mientras Benjamín le hablaba en un susurro.
En cuanto ella se levantó de su asiento y salió huyendo, Román la atajó, preocupado por su actitud y sin perder tiempo le preguntó:
“¿Qué ocurre?”
Cari levantó la mirada hacia él y un escalofrío sacudió su cuerpo.
“Nada…”, respondió manteniendo su incomodidad y salió de su vista.
…
La fiesta llegó a su fin y Lorena se fue con Johan y sus hijos directo hacia el Raizor donde planeaban vivir su felices para siempre, haciéndose cargo de la finca junto con su amado esposo y viendo crecer a sus hijos mientras jugaban entre las plantas.
En cuanto Román y su familia llegaron a casa, Carina desapareció y él tuvo que explicarle a Frida lo misteriosa que se había comportado después de hablar con Benjamín.
Cuando abrieron la puerta de su habitación, dispuestos a hablar con ella, se encontraron con Carina completamente irreconocible.
Se había quitado el vestido y lucía unos vaqueros deslavados y una sudadera, así como unos tenis viejos.
“¿Amor? ¿Qué ocurre?”, preguntó Frida frunciendo el ceño mientras Carina sacaba de debajo de la cama una maleta que empezó a llenar con ropa.
“Me voy…”
Román y Frida se quedaron petrificados ante su afirmación.
“¿Cómo?”, preguntó Román cerrando la maleta para que Carina no siguiera metiendo cosas.
“Hice mi examen para la carrera de mecatrónica en el Instituto Tecnológico de Karlsruhe…”, dijo Carina sin levantar la mirada.
“¿Karls… qué?”, preguntó Frida confundida.
“Karlsruher Institut fir Technologie”, pronunció Román en un perfecto alemán.
“Es en Alemania”.
“¡¿Alemania?!”, exclamó Frida sintiendo que su corazón se rompía.
“¡¿Por qué te quieres ir tan lejos?! ¿Por qué no quieres estar con nosotros? ¿No somos buenos padres? ¿No hay aquí las mismas oportunidades?”
“Mamá, es un gran lugar para estudiar y en verdad me gustaría aprovecharlo”
Sacó su carta de aceptación y se la entregó a sus padres.
“Es casi imposible entrar, pero… lo logré”
“¿Por qué ahora? No podemos enviar a Lorena contigo, no tenemos a nadie que te pueda acompañar. ¿Cuánto dura esa carrera? ¡Cielos!”
“¿Por qué, Carina?”
“Frida, ¿Nos permites un momento a solas?”, preguntó Román meditabundo.
Angustiada y sin saber cómo tomar esa sorpresa, Frida salió de la habitación, esperando que él pudiera convencer a Cari de que no se fuera.
“¿Qué te dijo tu abuelo?”, preguntó Román en cuanto la puerta se cerró.
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