Arráncame la vida
Capítulo 32

Capítulo 32:

“¿Estabas embarazada?”, preguntó con voz temblorosa.

“¡Estaba!”, exclamó Lorena apretando los dientes y con los ojos llenos de lágrimas.

“¡Me lo quitaste! ¡Era tu hijo! ¡Tu bebé! ¡Nuestro bebé! ¡¿Cómo pudiste ser tan cruel?!”

“Yo no sabía… Lorena… ¡¿Por qué no me lo dijiste?!”

“¿En qué momento querías que te lo dijera? ¿Antes o después de que me electrocutaras?”

“¡Basta! Ya no hay nada que se pueda hacer”, dijo Estefan y tomó a Otto por los hombros, evitando que siguiera viendo a Lorena.

“Tenemos que continuar con el plan, ¿Recuerdas?”

Con mano temblorosa, Otto alcanzó los documentos que había guardado previamente en esa choza abandonada, mientras Estefan empujaba a Lorena hasta la mesa más cercana.

“El idiota de Román y su estúpida esposa me hicieron renunciar a todo por ti…”, dijo Otto dejando los documentos frente a Lorena que aún seguía temblando por el dolor.

“Señor y señora Gibrand para ti, aunque te cueste”

Lorena lo interrumpió con los dientes apretados y viéndolo llena de odio.

Otto parecía desilusionado, con esa mirada triste y los hombros caídos.

“Lorena, renuncié al despacho, pues creí que tu amor era sincero… pensé que las cosas serían diferentes…”

Se inclinó y tomó del mentón a su esposa, obligándola a que lo viera.

“Dime que no sientes nada por Johan y que solo me amas a mi. Todavía hay tiempo para que me arrepienta de todo esto… pero depende de ti. Miénteme si es necesario, pero reconforta mi corazón y haré que todo regrese a la normalidad”.

“Sí, después de todo Johan morirá, sino es que ya lo hizo”, agregó Estefan con media sonrisa mientras se limpiaba las uñas con un cuchillo.

Lorena aprovechó la cercanía de Otto para darle un cabezazo que lo hizo caer hacia atrás.

“No podrán con él… son un par de novatos…”

Lorena recibió una bofetada que la silenció.

Estefan estaba divertido por el intento fallido de Otto, él la conocía desde que eran niños y sabía lo terca que podía ser.

“A mi parecer… estás con quién deberías de estar… aquí eras una chica rebelde y violenta, le cortaste la rostro a Gustav sin remordimiento. No me sorprende que te enamoraras de un hombre como Johan…”

“¡Un asesino! ¡Un maldito asesino! ¡Yo te hubiera dado el mundo sin derramar una gota de sangre!, exclamó Otto lleno de furia.

“¡Pero ¡tenías que meter a Johan en nuestra habitación! ¡Tenías que decirle de Jane! ¡Yo era su padre! ¡Tendríamos una familia grande, te daría todo y envejeceríamos juntos! ¡Esa era la idea!”

Estefan liberó las manos de Lorena para que pudiera firmar y pegó el cañón a su cabeza.

“Intercedí ante ti frente a mi hermana, le supliqué que me diera una oportunidad para ser feliz a tu lado y que abandonara nuestros planes de venganza, pero ahora me doy cuenta de que me equivoqué”.

De pronto una voz resonó en la cabeza de Lorena:

‘Tienes prohibido tener novio, esposo o lo que sea… el amor te distrae de lo importante, nubla tu mente y eso te hace fallar. ¿Entendiste?’.

Había dicho Román en sus recuerdos.

“Sí, ahora lo entiendo…”

Agregó Lorena en un susurro, con la mirada perdida.

“Firma el documento, Lorena… regrésame el despacho y la empresa de mi padre…”, dijo Otto poniendo la pluma en la mano de Lorena.

“Hazlo y te dejaré libre, lo juro”.

Sus promesas no eran creíbles, Lorena sabía que después de firmar, moriría.

Apretó la pluma en su mano y la acercó al papel.

Si la iban a matar, no les daría lo que ellos querían.

Comenzó a rayar las hojas de extremo a extremo, rompiendo el contrato en cuanto Otto quiso arrebatárselo.

“¡Maldita p$rra!”, exclamó Otto iracundo al ver el papel hecho jirones y le dio una bofetada que casi la tira de la silla.

“Ya me cansé de esto…”

Le arrebató el arma Estefan y le apuntó a Lorena en la sien.

“Nos vemos en el infierno”.

Antes de que jalara el gatillo, la puerta se abrió con tanta fuerza que casi se separa de las bisagras.

Era Johan, apuntando a ambos con su par de pistolas, mientras veía a Lorena con ese semblante lívido y consumida por el dolor.

“Pero si se trata del renombrado Señor Goretti”, dijo Estefan divertido y sacó su navaja, presionando el filo contra la mejilla de Lorena.

“Justo a tiempo para ver como la matamos”.

Johan recordó con cariño la primera vez que vio a Lorena, con esa sonrisa radiante y mirada encantadora.

Sonrió enternecido y supo que aún tenía una oportunidad, tal vez era la que tanto había estado pidiendo.

“Si la matas… tendré tiempo para volarles la cabeza a ambos”, dijo Johan bajando las manos.

“Pero si la liberas, dejaré que me maten… ¿No suena como un trato muy tentador?”

Ambos hombres se vieron a los ojos, sin encontrar el aparente beneficio.

“Ambos conocen a Lorena y saben que ella es buena… haya pasado lo que haya pasado, ha sido víctima de las circunstancias tanto como ustedes”.

“Mientes…”

Agregó Otto furioso.

“Quien echó a perder todo, fui yo. Mi ambición por estar cerca de ella frustró tu matrimonio… ¿Me equivoco? Además, creo que tenemos cuentas pendientes, después de todo… ¿Quién mató a tu padre, Otto? ¿Crees que solo se enfermó? No… yo me aparecí en el momento justo, en la hora indicada…”, explicó él.

“¡¿Qué?!”, Otto estaba sorprendido y la herida de haber perdido a su padre se volvió a abrir.

“Estefan… ¿Quién mató a tus padres justo en el mismo lugar?”, preguntó Johan con una sonrisa socarrona, removiendo sentimientos de odio y rencor.

“Fue valiente ese sacrificio que hizo la Señora Phai, pero inservible y patético”.

“¡Cállate, Johan!”, exclamó Lorena angustiada.

“Natalie planeó todo, ella fue la mente maestra detrás de la tragedia de ambas familias… pero quien en verdad jaló el gatillo fui yo. Solo, hagan lo correcto. Si matan a Lorena, mucha gente los buscará, si me matan a mí, los verán como héroes… ¿Qué es lo que quieren? Más sencillo no puede ser”.

“¿Qué hay del despacho y de la empresa de mi padre?”, preguntó Otto no muy convencido.

“Mi empresa de vinos tiene más ganancias netas al año que tu despacho y la empresa de tu padre juntos. Deja ir a Lorena y será toda tuya. Cada finca y viñedo les pertenecerá, cada propiedad y cada bien que yo tenga”.

Estefan separó la navaja de la mejilla de Lorena y se hincó para cortar el cincho que ataba sus pies.

“Vete Lorena y nunca vuelvas…”, dijo Estefan y la tomó por los hombros para empujarla hacia la puerta.

El dolor de su v!entre la hizo trastabillar, pero Johan la tomó de la mano, evitando que cayera.

“Es hora de regresar a casa, Lorena”

Agregó con ternura y besó el dorso de su mano.

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