Arráncame la vida
Capítulo 31

Capítulo 31:

Otto y Lorena salieron de la casa de Gwen.

El silencio que guardaban no solo era por el entierro de Natalie. Lorena estaba angustiada por Johan, y Otto por lo que había escuchado y visto en ese cuarto.

Hizo todo lo posible por años para ganarse el cariño de Lorena, pero había fallado.

Solo fue necesario que Johan regresara a su vida para que todo su plan se viniera abajo.

En el cementerio, algunas personas del pueblo se unieron a la ceremonia, entre ellos el Tío John y Mindy, quienes no fueron capaces de acercarse a Lorena para darle el pésame.

Mientras el padre hablaba, Otto se llenaba de rabia, pensando en todo lo que quería decir, en cada cosa que le quería reclamar a Lorena.

El amor que sentía por ella se había retorcido y una punzada de odio lo desplazaba.

Para sorpresa de Johan, la Residencia Phai no estaba muy protegida, no había gente de servicio y la seguridad era muy mediocre, causándole incertidumbre.

Se movió con sigilo y se encargó de silenciar a cualquier hombre que pudiera tener intenciones de detenerlo.

Llegó hasta el despacho donde había matado al Señor Phai.

El lugar tenía una capa de polvo que avisaba que no solían entrar, dejando todo en el lugar que el Señor Phai lo había dejado, conservando así su memoria.

En el asiento donde lo asesinó, ahora se encontraba la Señora Phai, viéndolo con atención y paciencia.

“Te estaba esperando, asesino…”, dijo tranquilamente.

“Sabía que vendrías a visitarme”.

“¿Qué es todo esto?”, preguntó Johan con incertidumbre.

“Si sabías que venía, ¿Por qué no había más gente protegiéndote?”

“Porque no quiero que me protejan de ti…”

“Entonces… Señora Phai, ¿Qué es lo que quiere? ¿Cuál es su última voluntad?”

“Tú me quitaste a mi esposo, al padre de mi hijo, así que yo te quitaré a la mujer que amas. Así de sencillo”, respondió Adelina pasando las manos sobre el escritorio, ignorando el semblante pálido de Johan.

“Es muy tarde para que intentes cambiar las cosas, en este momento de seguro ya se la llevaron. No tuviste que dejarla sola en ese cementerio”.

“No está sola, está con su esposo…”, respondió Johan con los dientes apretados y la sonrisa de Adelina se hizo más grande.

“¡Claro!, Otto… Es un gran actor, ¿No crees?”

Johan entonces supo que las cosas estaban mal desde el principio.

Retrocedió sin dejar de apuntar, ansioso por salir corriendo hacia el cementerio.

“Cuando dos familias son perjudicadas por el mismo par de p$rras, no queda más que aliarse. ¡No fue difícil que los Fisher accedieran y Otto fue un gran elemento para que todo esto pasara! ¿Quién crees que me dijo el momento exacto para visitar a Natalie en el hospital? ¿Quién crees que cambió sus medicamentos por placebos para que el cáncer la consumiera más rápido? ¿Quién crees que se está encargando de tu amante en este preciso momento? Lorena se defendería ferozmente de mi hijo o de cualquier desconocido, pero jamás de su amado esposo…”

Johan jaló el gatillo antes de que Adelina siguiera hablando.

Así como su esposo, terminó con la cabeza recargada en el escritorio, llenando todo de sangre mientras Johan salía corriendo de ahí.

“¡Lorena! ¡Te ves bien!”, exclamó Estefan apuntando su arma hacia ella.

“¿Es normal que te siga viendo con deseo?”

“Estefan… ¿Qué estás haciendo?”

Lorena levantó las manos mientras intentaba comprender lo que sucedía.

De pronto una descarga eléctrica sacudió su cuerpo con fuerza y cayó al suelo convulsionando por el dolor.

Otto nunca había usado una herramienta así y al ver su efectividad plasmó una enorme sonrisa en sus labios.

“Entenderás que eres una mujer de cuidado y tenemos que tomar nuestras precauciones”, dijo Otto antes de apoyar el teaser en el v!entre de Lorena y volver a electrocutarla.

“Deja de jugar, tenemos que sacarla de aquí”, dijo Estefan viendo con desaprobación a Otto.

“¿Ya oíste, mi amor?… es hora de irnos”

Añadió Otto tomando en brazos a Lorena después de atar sus manos y pies con cinchos de plástico.

“Vayamos a donde todo empezó, donde tu madre enredó a mi padre…”, dijo Estefan lleno de odio.

Po a Johan llegó corriendo hasta el cementerio y vio a algunos pueblerinos escondidos entre los árboles y las lápidas.

Gwen aún estaba asustada y temblorosa, pero al verlo llegar salió de su escondite y corrió hacia él.

“¡Señor Goretti! ¡Se la llevaron!”, exclamó entre lágrimas.

“¿Quién? ¿A dónde?”, preguntó Johan lleno de rabia, impotente, sintiendo que había fallado al querer proteger a Lorena.

“Estefan y Otto…”, dijo Gwen decepcionada.

“Dijeron que la llevarían a donde todo empezó… donde Natalie enredó a Alfonso…”

“¿Dónde está eso?”, preguntó Johan tomando a Gwen por los brazos y sacudiéndola.

“En el viejo roble cerca del río…”, respondió el Tío John apretando los dientes.

“Ahí se la llevaron. Hay una pequeña choza abandonada donde algunos pescadores guardan sus herramientas. Puede que la tengan ahí”.

“Bien…”, dijo Johan revisando su arma y dispuesto a salir en busca de Lorena.

“Iré contigo, hijo”, agregó John dispuesto a apoyar.

“No… es peligroso que vayan… ¡Llamaré a la policía!”, exclamó Mindy sacando su teléfono.

“No…”,

agregó Johan.

“Llamen al Señor Gibrand y explíquenle que Otto nos traicionó y tiene a Lorena”.

John asintió, comprendiendo que la policía no sería suficiente para arreglar la situación y menos si eran fieles a la Familia Phai.

De inmediato sacó su teléfono y buscó el número de Álvaro para poder contactar al Señor Gibrand, era la segunda vez que le pedía que ayudara a Lorena.

“¡¿Qué demonios le hiciste?!”, exclamó Estefan mientras veía a Lorena retorcida de dolor.

“¡Nada! ¡Tú viste que solo usé el teaser!…”, respondió Otto asustado.

Cuando la dejaron sobre la silla de madera vieja y polvorienta, la sangre comenzó a correr por las piernas de Lorena, llegando hasta los tobillos, mientras ella sudaba frío y sus extremidades se le acalambraban.

“Lorena… ¿Qué ocurre? ¿Qué te pasa?”, preguntó aterrado por verla de esa forma.

Aunque los celos lo mataban, no significaba que no hubiera desarrollado algo de cariño y preocupación después de tres años juntos.

Tomó su rostro con ambas manos y lo inspeccionó.

“Querías un hijo…”, dijo Lorena entre jadeos y levantó la mirada hacia Otto.

“Lo mataste antes de que pudiera nacer…”

Otto retrocedió aterrado, viendo a la mujer que había sido su esposa desfalleciendo entre dolor, sangre y sudor.

Recordó la emoción de ver nacer a Jane y el peso de la culpabilidad comenzó a hacer mella en él.

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