Arráncame la vida
Capítulo 26

Capítulo 26:

William Harper había prestado su casino al Señor Ávila como aquella vez que se reencontró con Emma.

Era una buena excusa para pasar un tiempo en el pent-house con su esposa y comer crema batida mientras los niños se quedaban en casa de sus abuelos.

En esa ocasión, Emma consideró pertinente invitar a Otto, al ser un gran contador y tener un despacho tan bueno, posiblemente encontraría más clientes en esa reunión de negocios.

A Lorena le causó nostalgia entrar a ese casino.

Tragó saliva, intimidada y ayudó a la pequeña Jane a bajar del auto.

Era una criatura hermosa, de ojos miel como los de su madre, pero muy parecida a su padre, tanto que Lorena temía que, si alguna vez Johan veía a Jane, se daría cuenta de su paternidad.

“Te ves hermosa…”, dijo Otto al ver a Lorena mientras se arreglaba ante el espejo.

Lo acompañaría a la cena y quería verse radiante.

“Podemos regresar temprano…”

Otto la abrazó por la cintura y mordió su oído haciendo que Lorena se retorciera entre risas.

“Pero Emma está cuidando de Jane y me preocupa que le fomente su vicio por los tragamonedas…”, contestó Lorena colgándose del cuello de Otto.

“Lo he pensado mucho”

Otto adoptó una actitud seria.

“Jane ya cumplió tres años y aunque la amo con todo mi corazón y siempre será mi hija, quiero… que tengamos otro bebé”.

Por mucho que amara a Jane, él quería tener algo propio, un hijo que tuviera sus ojos o sus gestos.

No se necesitaba ser muy inteligente para deducir quién era el padre de Jane y la incertidumbre lo llevó a descubrir quién era Johan.

Saber que no era hermano biológico de Lorena lo tranquilizó, pero averiguar su expediente criminal lo perturbó.

Aun así, no se atrevió a tocar el tema con su esposa, sabía que eso le incomodaría.

“Creo que tienes razón…”, respondió Lorena tomando por la corbata a Otto.

“Creo que… dejaré de tomar los anticonceptivos y… podemos intentarlo”.

La sonrisa de Otto se volvió enorme.

Abrazó a Lorena por la cintura y la levantó mientras la llenaba de besos.

Se sentía cada vez más cerca de apoderarse de su corazón.

Sus esfuerzos lo estaban recompensando.

Durante la reunión con los empresarios, Lorena no era la única mujer hermosa presente, pero sí la que más llamaba la atención por esos ojos que parecían de oro.

Su atuendo dorado combinaba a la perfección con su piel y cabello tan negro como la noche, era un deleite para los sentidos de todos los caballeros presentes.

Cuando la cena iba a comenzar, alguien irrumpió llamando la atención de todos.

Ante la sorpresa de Lorena y Otto, Johan entró con un atuendo negro que acentuaba más sus rasgos finos y fríos.

Se veía elegante e imponente, silenció a todos en la mesa.

A cada lado una mujer hermosa y curvilínea con vestido elegante y coqueto color rojo, lo acompañaba.

Todo el tiempo que Lorena permaneció lejos de la ciudad, Johan transformó el dolor de su pérdida en productividad.

La empresa había perdido el nombre Raig, adoptando el apellido de Johan y dándole un cambio muy drástico al concepto que tenía la anterior familia.

El asesino pasó la mirada por cada persona sentada ante la mesa y cuando vio a Lorena, su corazón se aceleró, pero su gesto era inexpresivo, como si no la conociera y no le importara, situación que a Lorena le rompió el corazón.

“Señor Goretti, que gusto que pudo venir”, dijo el Señor Ávila emocionado.

“El placer es mío, me hubiera encantado llegar antes”, respondió Johan tomando asiento ante la mesa.

“Me atrevía traer un regalo para compensar mi retraso…”

Chasqueando los dedos, las mujeres que lo acompañaban desaparecieron y cuando volvieron a entrar al comedor, traían un par de botellas de vino que acomodaron sobre la mesa.

Una justamente quedó delante de los ojos de Lorena y Otto quienes quedaron sin aliento.

La etiqueta tenía el nombre de Lorena escrito con una letra estilizada y una combinación de negro con tonos dorados que asemejaban a sus ojos.

“Además, me encantaría mostrar mi nuevo proyecto, vino con sabor a mujer”

Agregó con media sonrisa.

“Sacaré varias cosechas con nombres de mujeres, cada uno tendrá un buqué diferente, así como un sabor característico, en este caso, Lorena tiene un buqué afrutado y floral, es un vino espumoso con un sabor dulce que no empalaga, perfecto para degustar en cualquier situación…”

Por un momento Johan vio fijamente a Lorena, enganchándose en su mirada, notando como sus mejillas se sonrojaron.

“Necesito tomar aire…”, dijo Lorena en un susurro y Otto la comprendió, incluso deseaba.

“Quédate, no pierdas la oportunidad de encontrar más clientes para el despacho”.

Lorena le dedicó una sonrisa tierna y lo besó antes de levantarse de la mesa y salir del comedor.

En cuanto rebasó las puertas sintió que un gran peso caía sobre ella y la aplastaba.

Sus pasos la llevaron inconscientemente al balcón que alguna vez presenció esa cena tan dulce y cordial entre Johan y ella.

Se apoyó del barandal y el frío aire de la ciudad chocó con su cuerpo, erizando su piel, pero regresándole algo de color a sus mejillas.

Cerró los ojos con fuerza y apretó los dientes como si quisiera despertar de ese sueño.

Presentía que Johan estaría en la reunión, pero su ausencia durante el desayuno le dio falsas esperanzas.

Ahora sentía que el mundo le daba vueltas y todo lo que luchó durante ese tiempo por olvidarlo, se había ido a la basura.

Su corazón se estremecía de la misma forma que la última vez, su única opción era evitarlo el resto del fin de semana.

“¿Tan desagradable te es mi presencia?”

La voz de Johan la hizo brincar.

Él había esperado antes de entrar, viendo su delicado cuerpo adornado por ese vestido que parecía hecho de oro y combinaba a la perfección con sus hermosos ojos.

La deseaba como siempre.

“Me sentí abrumada por la reunión, no por ti”, respondió Lorena lo más tajante, aunque sus manos sudaban y sus piernas.

“Pensé que estarías feliz de volverme a ver…”

Johan dejó una de las botellas sobre la mesa, así como dos copas.

“No podía permitir que te fueras de la cena sin probar el vino. Supongo que dedujiste en quien me inspiré…”

“Creo que no solo yo…”, respondió Lorena sin ocultar su molestia.

“¿Otto se enojó? Espero que no… no quiero traerte problemas con tu esposo perfecto”, dijo Johan mientras servía el par de copas.

“¿A qué estás jugando?”

Johan se quitó el saco y con delicadeza cubrió los hombros de Lorena, aprovechando la cercanía para inhalar su aroma.

Seguía usando el mismo perfume, como si fuera una forma del destino de aclararle que seguía siendo la misma después de tantos años.

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