Arráncame la vida -
Capítulo 27
Capítulo 27:
‘¿Aún tengo una oportunidad, mi dulce Lorena?’, se preguntó admirando esos hermosos ojos dorados y ansiando probar sus labios y averiguar si todavía le correspondería un beso.
Le dio una de las copas en silencio y Lorena bebió.
El sabor dulce del vino con esos tintes sutiles de fruta, así como el juguetón burbujeo en su boca la hizo sonreír.
Era una sensación divertida y a la vez agradable, además el sabor era maravilloso y el alcohol casi imperceptible.
En cuanto Johan la vio sonreír, también sonrió con ella y su mirada feroz se transformó en una más gentil.
“Quise que su sabor fuera lo más parecido a un beso tuyo”
Agregó con anhelo, congelando a Lorena y haciendo que su corazón latiese acelerado.
Retiró la copa de su mano y se acercó lentamente, anhelando probar sus labios una vez más.
Lorena parecía una polilla cegada por la luz, el aroma de esa loción tan varonil y su presencia intimidante la capturó, pero dentro de ella una pequeña vocecita le decía que se resistiera, que las cosas habían cambiado, que ahora su amor solo le podía pertenecer a un hombre y ese tenía que ser Otto.
“No lo hagas…”, dijo Lorena cuando sintió los labios de Johan cerca.
“Te he extrañado demasiado… ¿Dónde estabas? ¿Dónde te escondiste? ¿Tanto me desprecias?”
“Estoy casada y Otto ha sido muy bueno conmigo, no puedo hacer esto”
Lorena retrocedió sintiendo que su corazón se retorcía de dolor.
“No se lo merece”
“¿Y yo si me merezco tu rechazo?”, preguntó Johan dolido.
“Tú me rechazaste primero, ¿Recuerdas?”
“¿No enmendé mi error al jurarte al oído cuanto te amaba?”
A Johan le dolía que Lorena pareciera escéptica.
“No te entiendo… un día dices que solo fui tu trabajo y un momento de placer, y al otro juras amarme… ¿Qué debería de creer?”
“Deberías de creer en lo que se sintió real…”
“El dolor de mi corazón quebrándose se sintió bastante real”, dijo Lorena recordando con rencor.
“Te diré entonces lo que no es real…”
Agregó ohan tomando su mano y quitándole su anillo de bodas.
“¡No! ¡¿Qué haces?! ¡Devuélvemelo!”, exclamó Lorena y quiso quitárselo, pero Johan se esmeraba en mantenerlo lejos de ella.
La abrazó por la cintura y la besó de sorpresa.
Ella se puso rígida y abrió los ojos desconcertada, pero sus labios se movieron al ritmo de la boca de su amante y se dejó llevar, abrazándose a su cuello y profundizando el beso, descubriendo que seguía siendo adicta a él y solo necesitaba un pequeño empujón para caer al vacío.
Cuando el beso se detuvo, se sentía mareada, la respiración le faltaba, sus ojos se perdían en la oscuridad de los de Johan.
Este la soltó lentamente, satisfecho por saber que aún había un rincón en el corazón de Lorena que le pertenecía.
“Eres mía y siempre lo serás…”
Retrocedió un par de pasos sin quitarle la mirada de encima.
Luego volteó hacia el barandal que mostraba el resto de las luces de la ciudad y, sin pensarlo dos veces, arrojó el anillo de matrimonio, que brilló como una estrella hasta perderse en la inmensidad de la oscuridad.
“¡No! ¡¿Qué hiciste?!”, exclamó horrorizada y se aferró al barandal como si desde ahí pudiera encontrarlo.
“El único anillo que puede adornar ese dedo, será el que yo te dé cuando nos casemos…”, dijo complacido y sonrió de medio lado.
“¡Eres insoportable! ¡Nunca lo dejaste de ser! ¡Soy una estúpida por siempre caer en tu trampa, pero ya soy diferente, no volveré a ceder ante ti! ¡Las cosas han cambiado!”
“Pues no lo parece… tu cuerpo sigue respondiendo al mío, tu boca me lo confirmó”, dijo Johan victorioso.
“No me voy a separar de Otto…” respondió Lorena decisiva.
“No necesito convencerte, tu matrimonio no existe porque el hombre con el que te casaste tampoco existe”
Cada vez se mostraba más arrogante.
“¿De qué estás hablando?”, preguntó confundida mientras Johan chasqueaba los dedos.
Una de las mujeres que lo habían acompañado, entró al balcón y le entregó un folder lleno de papeles que después le dio a Lorena.
Todo lo que había encontrado Álvaro en su momento y terminó sepultado entre los documentos archivados de la Familia Gibrand, ahora estaba en las manos de Lorena.
Para Johan no fue difícil investigar por su cuenta a Otto, sintiéndose victorioso cuando descubrió su verdadera identidad.
“Otto Legrand, en realidad es Otto Fisher… ¿Te suena?”, preguntó Johan ansioso porque Lorena comprendiera la verdad.
“Natalie le quitó todo a su padre, ahora él regresa y se casa contigo. Sospechoso, ¿No crees?”
“Han pasado tres años, Johan… Si quisiera hacerme algo, ya lo hubiera hecho…”, dijo Lorena apretando los dientes y de la misma forma que Johan arrojó el anillo por el balcón.
Ella rompió cada hoja en miles de pedazos y los arrojó.
“¿No te importa correr el riesgo? ¿Tanto es tu deseo de estar con él?”, preguntó Johan con el corazón herido.
“Es un buen hombre y me ha tratado bien. No dejará de ser mi esposo, aunque me quites el anillo de matrimonio”.
“Solo respóndeme una pregunta… ¿Lo amas?”
El corazón de Johan se detuvo y dejó de respirar.
“Di que no y seguiré como un perro detrás de ti, buscando una oportunidad para recuperarte… no pararé de luchar. Di que sí… y… no volverás a saber de mí. Me quitaré de tu camino”.
“Lo amo… y soy muy feliz con él…”
Mintió.
Lorena al decir esas palabras con el corazón hecho pedazos.
Johan asintió, repitiendo las palabras de Lorena en su cabeza, comprendiendo que había perdido y tenía que aceptarlo.
Esos tres años que se esforzó para ser mejor, para que la empresa creciera y ser merecedor del cariño de Lorena, habían sido un desperdicio de tiempo.
Tomó la botella y el par de copas, listo para dar media vuelta y partir.
“¡Espera!”, exclamó Lorena con los ojos llorosos.
“Tengo que… mostrarte algo”
A lo lejos, Emma estaba en el tragamonedas con la pequeña Jane en su regazo, la niña se esforzaba por alcanzar la palanca y se emocionaba con esas figuras que giraban tan rápido, volviéndose borrosas.
Johan la vio con atención, admirando sus ojos dorados y ese cabello castaño acomodado en una coleta.
Su corazón, después de estar destrozado, latió un par de veces, esforzándose como un moribundo buscando decir sus últimas palabras.
“Se llama Jane…”, dijo Lorena intentando contener las lágrimas.
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