Arráncame la vida
Capítulo 21

Capítulo 21:

Lo único que temía era no volver a escucharlo gritar su nombre, así como Román extrañaría verla brincar asustada y acudir presurosa a él.

“Mi pequeña, todo estará bien”

Agregó con ternura antes de tomar la mano de Lorena y entregársela a Otto.

“Te estás llevando un pequeño pedazo de mi corazón”.

“Lo sé, señor…”, dijo Otto con una sonrisa tierna.

“La cuidaré”.

“Más te vale si no quieres tener problemas conmigo y con la Familia Gibrand y Harper…”, advirtió Román entrecerrando los ojos.

La ceremonia sucedió como tenía que suceder.

La mirada de Lorena se desviaba hacia la puerta cuando Otto no le ponía atención.

Esperaba que algo ocurriera.

Aunque estaba aceptando compartir su vida con él, ansiaba que otro hombre entrara y detuviera todo. Que la invitara a escapar.

Sus piernas estaban estáticas, pero también listas para salir corriendo.

La puerta jamás se abrió, nadie entró queriendo detener la boda y sus ilusiones se clavaban como cristales rotos en su corazón, haciendo que cada latido se volviera más doloroso.

‘Johan… ¿Qué estoy haciendo? ¿Dónde estás?’, pensó y una lágrima cayó por su mejilla.

“Lorena Morel…”, pronunció el padre.

“¿Aceptas a Otto Legrand, para amarlo y respetarlo, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte los separe?”

Los segundos de silencio se volvieron eternos.

La mirada perdida de Lorena se clavó en el clérigo, pero su oído se agudizó, esperando escuchar a Johan exclamar.

Pero eso nunca pasó.

“Sí, acepto…”, respondió y sintió que todo el aire de sus pulmones la abandonó en esa frase.

Durante el resto de la ceremonia, Lorena perdió sus sentidos.

No escuchaba a nadie y no veía a nadie.

Solo su corazón latía frenético, inundando con el sonido de sus latidos sus oídos y punzando en su garganta.

La ovación la despertó, como si hubiera salido de un sueño.

Otto tomó su rostro con cariño y la besó.

Al principio sin recibir respuesta, pero después encontrándose con el movimiento torpe y lento de la boca de Lorena.

La celebración fue en un enorme jardín lleno de luces doradas que le recordaban a Otto el color de los hermosos ojos de su esposa.

Todo era fiesta y diversión, pero la novia no podía soportar el dolor de su pecho y parecía un venado deslumbrado por las luces de un tráiler y a punto de ser arrollado.

“Niña, no te ves muy feliz”, dijo el viejo Benjamín al bailar con ella.

“¿Cómo?”, preguntó Lorena regresando a la realidad.

“Para ser una de las guardaespaldas de mi nieto, estás poco atenta al momento, tu mente está en otro lado… ¿Dónde?”, preguntó con una amplia sonrisa.

“No lo sé… supongo que estoy muy nerviosa”.

“A mí me parece que tu mente y tu corazón están peleando. Esa clase de situaciones suelen desconectarnos de la realidad y la única forma de poder vivir el momento es dejar que uno de ellos gane y seguir sus órdenes”

Agregó Benjamín risueño.

“Mejor platícame, ¿cómo se va a llamar el bebé?”

“¡¿Perdón?!”, preguntó exaltada.

Pensando que Emma había corrido la voz.

“Pequeña… más sabe el diablo por viejo, que por diablo. Ese delicado bulto en tu v!entre es el invitado de honor en esta celebración, pero algo me hace pensar que será una injusticia que se apellide Legrand, ¿Me equivoco?”

Ese hombre podía leer mentes e incluso interpretar las almas.

¿Cómo se había dado cuenta?

¿En verdad era solo experiencia?

Antes de que Lorena fuera capaz de responder, Emma se acercó apenada por interrumpir el baile.

“Lo siento, pero tu celular no ha dejado de sonar…”, dijo Emma entregándole el aparato a Lorena.

Era de un número desconocido.

“No hay problema, Frida tiene que complacerme con una pieza y después tú, mi niña linda”, dijo Benjamín pellizcando las mejillas de Emma.

“Claro que sí, abuela”, respondió Emma con mirada gentil.

Lorena se alejó del ruido y contestó la llamada.

“¿Hola, con quién hablo?”

Se escuchó del otro lado de la línea.

“¿Con quién quiere hablar? ¿Quién es?”, respondió Lorena, víctima de la desconfianza.

“Hablo del Iron Horse Saloon… encontré este número en el teléfono de Johan, creo que estaba a punto de llamarle cuando cayó inconsciente. Está lleno de heridas y pensé en llamar a la ambulancia, pero… preferiría que un familiar viniera y valorara la situación”, dijo la mujer del otro lado.

“Si puede llegar antes de que se ahogue con su propia sangre estaría estupendo”

Lorena se quedó con el teléfono en el oído después de que la llamada terminara.

Ese fue justo el momento en el que se dio cuenta que nadie la veía.

Un espacio en el tiempo en el que era invisible y tenía dos opciones:

Volver a ser el centro de atención o desaparecer.

Levantó sutilmente la falda de su vestido y escapó de la reunión.

Se puso la ropa con la que había llegado antes de disfrazarse de novia y salió corriendo del jardín, directo al bar que había mencionado la mujer.

Frente a la cantina de mala muerte, Lorena se quitó el anillo de bodas y lo guardó en su bolsillo.

Pasó entre los hombres grandes y mal encarados que bebían en la puerta e ignoró sus miradas lascivas.

Dentro del lugar el humo del cigarro hacía una neblina densa que le irritó los ojos.

Cuando buscaba con ansias a Johan, una mujer saltó por encima de la barra. Sus brazos llenos de tatuajes y su rostro adornado con un par de piercings la hacían ver intimidante.

“¿Buscas a Johan?”, preguntó la chica con media sonrisa y los brazos cruzados.

“Ah… Sí. ¿Tú eres la mujer con la que hablé?”

“Así es… Ven, sígueme”

Dio media vuelta y caminó hacia la parte más alejada del local.

“Me llamo Abril, soy la cantinera de este lugar. Johan suele venir a embriagarse, pero esta vez llegó bastante herido…”

Se detuvo frente a una mesa en la oscuridad y el corazón de Lorena dio un vuelco.

“No llamé a la ambulancia porque sé muy bien que no todo lo que hace es legal. Cuando vi en su teléfono tu número, creí correcto llamarte a ti… Lo dejo en tus manos”.

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