Arráncame la vida -
Capítulo 16
Capítulo 16:
“¡Johan…! No digas eso…”
“Sé que ella quiere estar conmigo y por seguir tus órdenes le rompí el corazón. Tal vez no soy el mejor hombre para ella, pero el día que tú faltes en este mundo, ella será mía, así termines retorciéndote en la tumba…”
“¡Johan!”, exclamó Natalie preocupada.
“Cuídate… nos vemos luego”, dijo Johan besando la mejilla de Natalie para después llamar al pequeño Peter.
Habían pasado ya dos meses desde que abandonaron el pueblo.
Natalie estaba delicada por el cáncer que devoraba sus pulmones y Lorena se dedicaba a ella por completo, llevándola al hospital y dándole sus medicamentos, así como preparando su comida favorita.
Durante ese tiempo, se habían vuelto cercanas y la mirada cargada de rencor que siempre lucía Natalie ahora estaba llena de alegría y cariño, haciendo más notorio el parecido entre ambas.
Una tarde, Emma había ido a visitarlas, William fue contratado por Natalie para dejar todos sus asuntos en orden antes de partir.
“Y… ¿Johan?”, preguntó Emma sin separar la mirada de Lorena y notó como su semblante se volvió taciturno.
“Preferiría no hablar de él”, dijo Lorena con el corazón roto.
“Compré té verde porque el doctor mencionó que tiene antioxidantes y es muy bueno para la salud. ¿Quieres un poco?”
“Lorena… simplemente no te veo con otro hombre que no sea él. Creo que hay química entre los dos…”, dijo Emma siguiéndola hasta la cocina.
“Supongo que no ha de ser alguien fácil, pero… sigue soltero o eso dice la revista de espectáculos. ¿No crees que es por algo?”
“Por mí, no es. En verdad Emma, no quiero hablar de él”, respondió Lorena con amargura, pensando en todo lo ocurrido en el pueblo.
De pronto levantó la tetera y olfateó la infusión, ese aroma astringente le revolvió el estómago.
“¿Es normal que esto huela tan feo?”
Emma se acercó y olisqueó, sospechando que la hierba estaría rancia o enmohecida, pero olía bien.
“Pues… es su aroma natural”, respondió Emma mientras Lorena palidecía.
“Mejor tomaré otra cosa…”
Agregó rebuscando en el refrigerador, pero el olor del té se había impregnado en su nariz.
“¿Quieren leche y galletas?”
Los dos niños exclamaron gustosos, pero Emma vio con desconfianza a Lorena.
Se sirvió algo de té y se acercó furtiva.
Cuando Lorena volteó con el cartón de leche en la mano, Emma sopló el vapor de la taza, haciendo que llegara hasta la nariz de su amiga.
“¿Qué haces, Emma?”, preguntó Lorena con asco.
“Nada… solo… quería comprobar algo”, dijo confundida y entrecerrando los ojos.
De pronto Lorena apretó los dientes y le entregó el cartón de leche antes de salir corriendo.
Emma la siguió mientras su sonrisa se hacía cada vez más grande.
Cuando llegó hasta el baño donde Lorena se escondió, pegó la oreja a la puerta y empezó a reír en cuanto la escuchó vomitando.
“¿Todo bien?”, preguntó recargada en la puerta.
“¡No!”; exclamó Lorena, su voz hacía eco en la taza del baño.
Emma entreabrió la puerta y la vio abrazándose al excusado.
“¿Quieres algo? ¿Papel? ¿Enjuague bucal? ¿Una prueba de embarazo?”
“¡Emma! ¡¿De qué estás hablando?!”
Lorena se levantó rápidamente y enjuagó su boca en el lavabo.
“De seguro estoy enferma del estómago, eso es todo”.
“Ajá… ¿Quieres que te acompañe con el doctor?”, insistió emocionada.
“Le avisaré a Will que saldremos”.
“¡Emma! ¡No!”
“¡Will!”
Emma corrió hasta el despacho y se acomodó en el regazo de su esposo.
“¿Qué ocurre? Estoy… en algo…”, dijo Will desconcertado por la euforia de Emma.
“Lorena está enferma del estómago, la llevaré al doctor, no tardo”, contestó emocionada antes de darle un beso en la mejilla y salir de su regazo de un brinco.
“¿Lorena está enferma?”, preguntó Natalie preocupada.
“No es nada…”, respondió Lorena, pero su rostro pálido decía lo contrario.
“¿Te encargo a los niños? No tardamos”, dijo Emma acariciando tiernamente la mejilla de Will con la punta de su nariz.
“¿Es necesario el ultrasonido?”, preguntó Lorena frunciendo el ceño.
Estaba incómoda por el frío gel.
“Claro…”, respondió la doctora Duran mientras movía el transductor por el v!entre de Lorena.
“Necesito ver si tu estómago está inflamado, revisar tus asas intestinales, si tienes aire o cualquier anomalía…”
“¿O un bebé?”; preguntó Emma tomando la mano de Lorena con emoción.
“¡Emma!”, exclamó Lorena molesta.
Estaba a punto de salir de esa cama y largarse del hospital.
“Lorena, por favor… no hables, creo que encontré algo…”, dijo la doctora pegándose a la pantalla.
Ambas mujeres se fijaron en ese puntilleo blanco y negro sin entender lo que la doctora veía, pero en cuanto esta congeló la pantalla, volteó con una amplia sonrisa que preocupó a Lorena.
“No tienes ningún problema gastroentérico… solo un bebé creciendo. ¡Felicidades!”, exclamó la doctora Sofía emocionada.
Emma saltó de alegría y cubrió su boca para no sacar gritos de emoción, pero Lorena parecía desconcertada.
Sus manos se posaron en su abdomen mientras su corazón latía con incertidumbre.
“Doctora… ¿Está segura?”, preguntó con los ojos cargados de terror.
“Lo estoy, el ultrasonido no miente”, respondió Sofía congelada por el frío con el que Lorena hablaba.
“¿Quién es el padre?”
Emma estaba intrigada.
“Johan…”
Pronunció Lorena en un hilo de voz.
Durante todo el camino, Lorena estuvo en silencio.
Estaba pensativa.
Johan era el único hombre con el que había intimado y después de que la doctora le diera el tiempo de gestación, coincidía con esa noche que pasaron juntos.
‘¿Cómo le diré a mi mamá? ¿Qué voy a hacer? ¿Le diré a Johan?’
“¿Por qué no estás feliz? Es lindo traer un cachito de vida al mundo cuando se hizo con amor”, dijo Emma sin despegar los ojos del camino.
“No es tan fácil… no puedo estar con el padre…”
“Pero… ¿Por qué? Se nota que Johan muere por estar contigo… ¿Te imaginas la emoción que le dará al saber que esperas a su hijo?”
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