Arráncame la vida
Capítulo 14

Capítulo 14:

“Supongo que solo moribundo puedes ser dulce…”, dijo Lorena con el corazón partido.

“Anda… veamos tus heridas”.

Lo ayudó a levantarse y en el baño comenzó a despojarlo de su ropa, buscando cada herida para limpiarla.

El ardor del alcohol hizo que Johan despertara y que Lorena se sintiera satisfecha, aunque no era suficiente para cobrarse el dolor de su corazón roto.

Mientras se esmeraba en curar las heridas de Johan, este la veía con atención, arrepentido de herirla, queriendo que sus destinos fueran diferentes.

Nunca fue un hombre de una sola mujer, pero esta vez quería serlo y había escogido a la mujer equivocada, pues estaba prohibida.

No pudo evitar levantar la mano, tentado a acariciar su mejilla.

Entre más tiempo pasaba con ella, más se embriagaba de su calor.

“No lo hagas…”, dijo Lorena entre dientes.

“Soy solo un trabajo, ¿Recuerdas?”

Por un momento se vieron a los ojos, ambos moribundos y heridos.

Los dedos de Johan delinearon los labios de Lorena y sin poder contenerse, se apoderó de su nuca y la acercó a él, probando su boca y devorando sus labios con hambre.

Lorena quiso resistirse, apoyó sus manos en el pecho de Johan en un intento por alejarse de él, pero no podía.

Tal vez era la fuerza con la que la contenía entre sus brazos o su falta de voluntad que la hacía perecer y la orillaba a desearlo.

Dentro del baño la ropa comenzó a sobrar y Lorena cedió ante la pasión, dejando que Johan llegara tan lejos como quisiera.

Intentaba evocar las palabras hirientes que había dicho y como rompió su corazón, pero con cada beso y caricia, perdían el sentido y se volvían sordas.

Las manos de Johan la torturaron, encendiendo su piel, consumiéndose en fuego y deseo mientras su boca la devoraba.

Los suaves g$midos de Lorena lo enloquecían y aumentaban las embestidas.

Por un momento tuvo que cubrir esos tibios labios para que la casa no escuchara al par de pecadores escondidos en el baño.

Las piernas temblorosas de Lorena se abrazaron a la cintura de Johan, invitándolo a nunca salir de ella, mientras sus brazos se aferraban alrededor de su cuello, haciendo que sus cuerpos estuvieran adheridos, disolviendo cualquier posible espacio entre ellos.

Lorena besó esa piel tatuada y quiso sanar cada cicatriz, mientras Johan desgarraba ese dulce corazón con más verdades que parecían mentira.

Mientras uno sanaba, la otra moría, sabiendo que, al salir el sol, su corazón estaría más desolado.

Como una masoquista, Lorena disfrutó del encuentro hasta que su cuerpo se agotó.

Aun así, sus labios fueron capaces de saborear un par de besos más mientras el agua caliente de la regadera limpiaba sus pieles, dejando que la coladera se llevara los vestigios de la pasión que los había consumido.

Cansados y melancólicos, regresaron a la cama y acostados a cada lado de Peter.

Se vieron una última vez, sin decir ni una sola palabra, pero sabiendo que, al amanecer; todo habría sido un sueño.

Lorena no quería cerrar los ojos, pero al final cedió, lista para el dolor que la consumiría en la mañana.

Cuando el sol entró por la ventana, Lorena se encontraba sola en la cama.

Ni siquiera el pequeño Peter estaba ahí, pero el rastro de sangre y dolor con el que había llegado Johan aún adornaba sus sábanas.

No había sido un sueño y eso lo hacía más doloroso.

El cielo estaba nublado y decidió ponerse unos vaqueros y una sudadera con la cual cubrirse.

Al salir del cuarto, el movimiento de la casa era intenso. La servidumbre estaba llevando las maletas a la camioneta que los sacaría por fin del pueblo.

“¡Nena!”, exclamó el pequeño Peter quien corrió de manera poco coordinada hacia ella, extendiendo sus manos.

Al no poder pronunciar su nombre completo, había optado por solo llamarla Nena.

Lorena lo tomó en brazos y lo abrazó con ternura.

“¿Estás lista? Ya tenemos que partir”, dijo Natalie con media sonrisa.

Le enternecía la imagen de su hija abrazando a ese niño y se preguntaba si podría conocer algún día a sus nietos.

Lorena veía a través de la ventana mientras el auto se alejaba de ese pueblo maldito.

Al pasar cerca del cementerio, notó que había más tumbas que la vez que llegó y no solo eso, había una gran ceremonia para despedir al Señor Phai.

No tuvo que preguntar para saber que Johan había sido quien lo envió al infierno.

Entre los presentes se encontraba Estefan, quien tenía la mirada cargada de rencor.

Este escuchó el ruido de la camioneta abandonando el pueblo y aunque los vidrios estaban polarizados, sabía que dentro de ella iba Lorena y el asesino de su padre.

“Esto no se quedará así…”, dijo lleno de rencor mientras consolaba a su madre.

Lorena desvió la vista hacia su celular.

Había llegado un mensaje nuevo.

[¡Te tengo buenas noticias!].

Era Álvaro.

[Yo también te tengo noticias, pero no sé si sean buenas], respondió Lorena mordiéndose los labios.

“¡Lorena!”

“¡Señor Román!”

Explotó en felicidad Lorena y corrió con todas sus fuerzas hasta llegar a él, que de inmediato la recibió entre sus brazos y la cargó como lo haría con una hija.

La estrechó tan fuerte que Lorena sentía que no podía respirar, pero no importaba, podría romperle cada hueso y ella no se quejaría.

Natalie veía la emoción de su hija por ese hombre y su familia, sintiendo celos, pues temía que Lorena nunca le tuviera tanto amor.

“¡Señora Frida!”, exclamó Lorena lanzándose a los brazos de Frida.

Parecía una cachorra eufórica.

“Lorena, tampoco fue tanto el tiempo que pasaste lejos…”, dijo Álvaro resoplando.

“Deberías de estar más feliz porque los Bafel ya no serán un problema”.

“¡Álvaro!”, gritó Lorena ignorándolo y lo abrazó con fuerza, enterrando su rostro en el pecho de su amigo.

“Te extrañé tanto, mi amargado especial”.

“Y nosotros a ti, Lorena…”, dijo Román enternecido por la actitud de la chica.

“Los niños se quedaron en casa, pero querían venir, también te extrañan”, dijo Frida con tristeza.

“Mi Mateo y mi Benjamín”, agregó Lorena con melancolía.

“¿Cómo está Carina?”

“Bien, me dijo que te mandaba un abrazo muy fuerte y que ansiaba verte pronto. Emma también te extraña, Alejandro y Tim están cada vez más grandes”

Frida estaba emocionada de ver a su amiga de nuevo.

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