Arráncame la vida
Capítulo 11

Capítulo 11:

“Literalmente fue su perro, el Señor Goretti… si es que así se apellida”, contestó John y por fin volteó hacia Lorena.

“Todos creían que tú eras un ave de mal presagio en este pueblo, pero yo siempre supe que era Natalie. Desde el día que se casó con mi hermano sabía que nada bueno podría salir de eso. Sus ojos siempre cargaron rencor y arrogancia”.

Había cierta molestia en su mirada.

“Aunque tú tienes los mismos ojos, nunca vi lo que había en los de ella. Pensé que tú eras diferente, pero me temo que tu destino es el mismo que el de tu madre, generar dolor y tragedia por donde vayas”.

Lorena retrocedió y decidió ir directo al mercado.

No tenía intenciones de seguir torturándose.

En su andar por el pueblo, la seguían todas las miradas.

La presencia de Natalie había acentuado el odio.

Quiso detenerse a comprar manzanas, pero temía terminar apedreada, así que siguió de largo hacia el bosque cercano.

Sabía que había manzanos en la periferia y podría cortar las manzanas de ahí.

Pasó frente a la Residencia Benatar y quedó petrificada.

Estaba quemada hasta los cimientos.

De pronto su memoria le arrojó un sutil detalle, cuando Johan pasó a su lado antes de salir de la casa, tenía un olor ahumado.

¿Había sido él?

Continuó con paso lento, alejándose cada vez más.

Se apoyó contra el manzano más cercano y su mente estaba en blanco, el aire le faltaba, su vida en ese pueblo se estaba convirtiendo en un infierno.

“¿Lorena Morel?”

Volteó lentamente y vio a una mujer muy alta y delgada, el tatuaje en su cuello y su atuendo la delataba como fuereña.

“¿Quién eres tú?”

“Tu nueva mejor amiga…”, dijo con una amplia sonrisa y sacó un cuchillo bastante grande.

“Tu cabeza tiene precio. Los Señores Bafel estarán alegres de saber que te encontré”.

“Yo no hice nada…”, respondió Lorena levantando las manos.

“No importa si lo hiciste o no, lo que importa es el dinero que me darán por ti”, respondió Donna y se acercó con media sonrisa.

“Baja el arma, Donna…”, dijo Johan detrás de ella.

Todo el camino había seguido a Lorena.

Ese era su trabajo.

De inmediato Donna tomó a Lorena de rehén, manteniendo el cuchillo contra su cuello.

“¡Mentiste! ¡Dijiste que me ayudarías a atraparla! ¡La tuviste todo este tiempo bajo tus narices! ¡Maldito traidor!”, exclamó Donna ofendida.

“Suéltala y aléjate… te dejaré vivir si te olvidas de la recompensa… ¿Qué vale más? ¿El dinero o tu vida?”

“Hazle caso… yo no pienso dejarte ir viva…”, dijo Lorena apretando los dientes.

¡Estaba harta de seguir reglas y de ocultarse bajo una máscara de compasión!

“Ese fue un comentario muy valiente para alguien con un cuchillo en la garganta…”, dijo Donna divertida, pero su sonrisa se desvaneció muy rápido.

Lorena, con una habilidad que Johan nunca había visto en ella, logró escapar del agarre de Donna y no solo eso, quitarle el cuchillo y dislocarle el codo en el proceso.

No parecía esa criada dulce y vulnerable, por el contrario, se veía peligrosa y decidida.

Donna de inmediato se sintió en problemas y entre gritos suplicó el auxilio de Johan.

“¡Ayúdame, por favor! ¡Recuerda los buenos tiempos! ¡No dejes que esta loca me mate! ¡¿Olvidaste lo felices que éramos juntos?!”

Sus palabras congelaron a Lorena.

Otro golpe dio a sus sentimientos.

¿Cuántas cosas desconocía de Johan?

Donna, quien era muy perspicaz, notó ese cambio en la actitud de su víctima y lo entendió.

“Espera… espera… ¿Qué fue eso? ¿Por eso no la mataste? ¿Tienes algo que ver con esta tonta?”, le preguntó a Johan y comenzó a reír a carcajadas.

“Te daré un consejo, niña… a Johan le gustan las mujeres de verdad, no las psicóticas que aparentan humildad. Estás fuera de su liga. Además… si no te gusta compartir, no te conviene codiciar su corazón, hoy puedes estar en su cama y al día siguiente tendrá a otra mujer. Es un hombre sin dueña”.

“Descuida… Lo sé”, dijo Lorena en voz baja.

Estaba herida por sus palabras.

Atravesó el cuchillo en el hombro de Donna y la dejó clavada en el tronco del árbol antes de voltear hacia Johan que había visto todo en silencio y con atención.

“Haz lo que quieras con ella… yo me largo de aquí”.

Tomó su canasta y continuó con su camino, corriendo entre los manzanos.

“¡Johan… Noté la forma en la que la ves… ¿En verdad te interesa?”, preguntó Donna jadeando y con una sonrisa amplia.

Sin responder, Johan sacó su arma del pantalón y apuntó directo hacia la cabeza de Donna.

“¿Te enamoraste? ¡No! ¡Imposible! No eres esa clase de hombres”

Cuando sintió el frío metal del cañón, se resignó.

Johan no sacaba su arma solo para amedrentar.

“Yo no soy la única, la oferta ha llegado a más manos. Matarme no hará que la dejen de buscar. ¿A cuantos más piensas asesinar por ella? ¿Crees que podrás con todos? ¡Tú no eres así! ¡No sacrificarías tu vida por nadie! Saca el cuchillo y vayámonos juntos, olvidémonos de la recompensa… comencemos de nuevo”.

No la dejó continuar y jaló el gatillo.

La idea de que más asesinos estarían buscando a Lorena lo preocupó.

Volteó en la dirección en la que se fue y al ver esa silueta menuda temblando por el sonido del disparo, supo que sería su perdición.

Lorena volteó lentamente y lo vio, revisando su pistola mientras avanzaba hacia ella.

El rostro de Johan le decía que no había dormido bien y las manchas de sangre confirmaban que se había deshecho de Donna.

“Es hora de volver a casa…”, dijo Johan con voz neutra.

“¿La mataste?”, preguntó Lorena y sintió cómo su estómago se retorció.

“¿Algún problema?”

“Creí que… ella… significaba algo para ti…”

“La ecuación es sencilla, ella te quería matar, yo te tengo que proteger… no hay más”.

“Pero… entonces… ¿La querías?”

“¿Eso tiene importancia?”, preguntó Johan divertido, sospechando que Lorena estaba celosa.

“Sí, mucha…”, respondió con los ojos llorosos.

“¿Cómo puedes matar a alguien a quien quisiste? Jalaste el gatillo y ya, sin… ¿Remordimiento?”

“Lorena… parece que te olvidas de quién soy…”

Se acercó lentamente, pero ella retrocedía cada paso que él daba.

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