Amor verdadero
Capítulo 62

Capítulo 62:

“Adrián ya no quiere volver conmigo, se reencontró con su amor de juventud y me mandó al carajo, esta mañana me llegó la demanda de divorcio. Tienes que ayudarme”.

“¿Ayudarte? ¿Cómo pretendes que te ayude sin que se entere mi mujer?”

“Ay Roberto, no te hagas el que no sabe nada conmigo, Emilia ya me contó que siempre te perdona tus infidelidades, si se entera no va a pasar de un berrinche y luego volverá a estar contigo como si nada”.

“¡No te atrevas a decirle nada a Emilia! Sí, es verdad que me ha perdonado muchas veces, pero han sido deslices de una sola ocasión. Si se entera que tú y yo hemos sido amantes durante años, no va a perdonarme y yo no estoy dispuesto a perder mi matrimonio, ni por ti, ni por nadie”.

Estaba desesperada, no sabía qué más hacer para recuperar a Adrián, mis hijos seguían creyendo que nos habíamos separado por culpa de su amante, pero él había dejado de depositarme la cantidad que me daba cada mes para mis gastos y estaba al límite, a punto de caer en la indigencia.

Estaba emocionada porque hacía mucho tiempo que no podía viajar para ver a mis padres, sobre todo a mi papá.

No pude estar con él durante su cirugía y sabía que ya había recuperado la memoria, así que en cuanto finalizaron mis exámenes tomé un avión para llegar de sorpresa a visitarlos.

Preferí no avisarle a nadie, no quería que mi papá se preocupara por ir a recogerme al aeropuerto, así que en cuanto llegué tomé un taxi directo a casa para sorprender a mi madre, dejar mis maletas y luego iría a visitar a papá a casa de los abuelos.

Cuando el taxi dio la vuelta en la esquina de la casa, vi que Roberto, el marido de Emilia entraba en la casa, se me hizo muy extraño porque era día y horario laboral, pero él era amigo de mi papá…

¿Qué tenía que hacer en casa con mi madre?

Algo me dijo que ahí estaba pasando algo muy turbio, bajé del taxi unas casas antes, y cargué mi maleta para acercarme sin que me vieran, algo me decía que estaba a punto de descubrir algo que no me iba a gustar nada.

Me asomé por la ventana y casi me desmayo por la impresión, mi madre y Roberto se estaban besando apasionadamente mientras se quitaban la ropa.

¡Eran amantes!

Sentí una gran decepción hacia mi madre y me dolió el alma al pensar que tal vez ese fue el motivo por el cual mi padre la dejó y como todo un caballero se calló para que ni mi hermano ni yo nos enteráramos de la clase de mujer que era nuestra madre.

Sin pensarlo un segundo llamé a mi hermano, por fortuna me contestó de inmediato. Le dije que mi mamá estaba mal y que tenía que llegar enseguida a su casa para que no me pusiera pretextos para ir.

Estaba tan enojada que no me pude aguantar y llamé a Emilia, la esposa de Roberto, no era justo que solo mi madre quedara en evidencia, cuando eran los dos los que estaban cometiendo la traición.

Esperé afuera para evitar que me descubriera, Emilia llegó primero y de inmediato se sorprendió al ver el auto de su esposo estacionado frente a la casa, cuando se suponía que debía estar trabajando.

Me dio pena la pobre mujer, se puso pálida y su labio inferior le comenzó a temblar del coraje, pero no la dejé entrar hasta que llegó mi hermano que también llegó tan rápido, que debió haber cruzado todos los límites de velocidad.

“¿Qué te pasa Karla? ¿Por qué me hiciste venir así de prisa? ¿Estás loca? Pude tener un accidente por tus bromas estúpidas”, me dijo mi hermano cuando bajó del auto.

“Esto es muy grave, te estábamos esperando para entrar en la casa, esto lo tenían que ver con sus propios ojos, porque yo no hubiera tenido el valor de decirles”.

Abrí la casa con mis llaves y les dije que guardaran silencio, subimos las escaleras hacia la habitación, sin dudar un momento y sabiendo que lo que íbamos a ver no nos iba a gustar, abrí la puerta.

Emilia fue la primera en entrar, Roberto estaba desnudo en la cama y mi mamá se estaba poniendo las bragas mientras discutían.

“¡No te atrevas a decirle nada a Emilia! Sí, es verdad que me ha perdonado muchas veces, pero han sido deslices de una sola ocasión. Si se entera que tú y yo hemos sido amantes durante años, no va a perdonarme y yo no estoy dispuesto a perder mi matrimonio, ni por ti, ni por nadie”

Las palabras de Roberto me dieron en el rostro como una bofetada, sobre todo porque yo juzgué a mi padre y hasta le reclamé por haberle sido infiel a mí madre a quien yo tenía en un pedestal.

El rostro de mi madre se desencajó, pero no pudo evadir la bofetada que Emilia le dio. Tan fuerte que hasta la hizo voltear la cara.

Adrián las separó porque Emilia la tomó de los cabellos y yo quería que se descubriera la verdad, pero tampoco quería que saliera lastimada o herida.

“¡Eres una p%ta z%rra! ¿Y todavía viniste a llorar conmigo para que te ayudara a recuperar a tu marido? Me alegro mucho que la brujería que le hiciste no te funcionara. El karma va a ser tu perdición”.

“¿Brujería?”, pregunté y mi hermano Adrián soltó a Emilia por la impresión de lo que escuchó.

“Sí, brujería, tu madre fue a visitar a un brujo para hacer que tu padre no pudiera estar con ninguna mujer y volviera con ella y cuando él la descubrió fue que tuvo el accidente que casi le cuesta la vida. Y todavía no conforme con eso, fue ella la que provocó su pérdida de memoria para que no recordara lo que le había hecho. Pero el brujo le dijo que, si tu papá se encontraba con su alma gemela, el hechizo se iba a romper”.

Me quedé estupefacta, no sabía si reírme por lo que estaba diciendo Emilia y llorar por todo lo que había hecho mí madre.

Yo no creía en las brujerías, pero por lo visto, ellas sí.

“Karla vámonos de aquí, esta situación me da asco”, dijo mi hermano caminando hacia la puerta.

Roberto envuelto en una sábana intentaba hablar con su mujer y mi madre se dejó caer sentada sobre la alfombra, quizá agobiada por la pena.

“Siempre vas a ser nuestra madre, si necesitas algo llámanos y estaremos aquí para ayudarte. Pero no te vuelvas a acercar a mi papá y no esperes que nuestra relación vuelva a ser la misma. A partir de hoy me mudo a vivir a casa de los abuelos”, le dije.

Tal vez estaba siendo muy dura con ella, pero por el gesto en el rostro de mi hermano, me daba cuenta de que lo que él sentía era todavía más fuerte de lo que sentía yo.

“Lárguense!”, grité.

“Lárguense todos de mi casa, no quiero volver a ver a nadie”, grité, pero ya nadie me escuchaba. Mi vida como la conocía estaba terminada, tendría que trabajar, comenzar de nuevo si no me quería morir de hambre.

Un error, mis malas decisiones, se habían vuelto en mi contra.

¿Sería en verdad el Karma?

Salí corriendo de la casa de Abu cuando vi cómo Leticia tomaba a Carlos del rostro y lo besaba, no pude siquiera sostener la mirada porque sentí un gran dolor al pensar que él todavía podía sentir algo por ella.

Necesitaba salir de ese lugar porque no iba a poder soportar un rechazo, si Carlos la prefería a ella iba a destrozar mi corazón.

Al salir corriendo choqué con Adrián y sin pensar en que él estaba acompañado, le pedí que me sacara de ese lugar.

No sé cómo, pero terminamos en un cuarto de hotel, mi cabeza daba vueltas debido a la botella de vino que me había tomado, era demasiado alcohol para mi cuerpo que no estaba acostumbrado.

Adrián me contó algo sobre el motivo que tuvo para alejarse de mí, algo sobre un accidente en su cabeza. Quise levantarme para salir, debía volver a mi casa y Adrián con su mujer, no estaba bien que ella estuviera sufriendo por mi culpa.

.

.

.

Consejo: Puedes usar las teclas de flecha izquierda y derecha del teclado para navegar entre capítulos.Toca el centro de la pantalla para mostrar las opciones de lectura.

Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.

Reportar