Amor verdadero -
Capítulo 6
Capítulo 6:
Decidí relajarme, esperar un poco más antes de empezar a pensar en lo peor. Me metí a la ducha para tratar de relajarme.
Morelia era mi esposa, me había casado con ella para toda la vida y me daba pánico perderla.
Aunque desde hacía un tiempo nuestra relación ya no era la misma, More se sumergía en sus libros por horas muchas veces yo me quedaba dormido esperando a que te terminara de leer algún libro.
La pasión entre nosotros se había apagado, nuestra vida se%ual ya no era la misma, aunque el amor y el cariño entre nosotros, seguía intacto.
Vi la hora y me di cuenta de que ya era tarde, volví a llamar al móvil de Morelia y seguía apagado, comencé a desesperarme, ya era muy tarde y no sabía nada de ella.
Pasaban las horas y estaba muy preocupado por ella.
Iba a ser media noche cuando escuché que abría la puerta, bajé corriendo a su encuentro.
“¡Amor! ¿Dónde estabas? Me tenías muy preocupado, tienes apagado el celular”.
“No tienes que preocuparte más por mí, preocúpate por tu amante y por tu bebé”.
Sus palabras me dejaron helado, no sabía cómo se había enterado de que yo tenía una amante y que estaba esperando un hijo mío.
“More amor, no, las cosas no son como tú crees”.
Fue la peor estupidez que pudo salir de mi boca, pero estaba tan nervioso que no sabía que decir.
“No tienes nada que decir, no digas nada, no lo hagas más difícil”.
Me ignoró y caminó hacia la habitación.
“More vamos a hablar, déjame explicarte”.
Sentí un vuelco en mi corazón, sí, había cometido un grave error al involucrarme con otra mujer, pero en ese momento sentía que me moría si perdía a mi esposa.
“No digas nada José, no me interesa saber, no me importa nada de tu vida”, tomó una maleta y la comenzó a llenar de ropa.
Sentí mi mundo derrumbarse por mi estupidez, mi esposa me estaba dejando y yo no podía, no quería perderla.
“Mi amor no te vayas, por favor perdóname, yo te amo”, supliqué, pero ella me miró con incredulidad y me dio una sonrisa sarcástica.
“¡Ay, José! Vaya manera de amarme, sí me amaras, no me hubieras herido de esa manera. Pero no te preocupes por mí, yo voy a estar bien, a partir de hoy me considero soltera y no me importa lo que hagas con tu vida”.
Tomó su maleta y se fue, ya un auto de alquiler la esperaba afuera.
“No me busques con mis hermanas, no quiero que se preocupen por mí”, fue lo que dijo antes de subir al auto.
Me dejé caer sobre el sillón de la sala, nunca imaginé que podía perder a Morelia.
La había traicionado en un momento de estupidez y el embarazo de Celia me tomó por sorpresa, yo no esperaba embarazarla y también era verdad que me moría por tener un hijo por eso continué con esa relación, que no me hacía feliz, pero que me complementaba como hombre.
No podía dejar de pensar en la expresión de Morelia, ni una sola lágrima salió de sus ojos, me miraba con una frialdad que me dio miedo. Si no la conociera bien pensaría que ya no me amaba y que por eso esta situación le resultaba indiferente.
Me sentía devastado, de ninguna manera concebía mi vida sin ella, Morelia era una parte muy importante de mi vida.
…
“Vine a verte porque si yo no vengo, tú no eres capaz de salir de tu cueva para ir a visitarme”, dijo Peri apenas cruzó la puerta.
“Amiga bien sabes que no me gusta salir mucho, pero si pensaba visitarte”.
“Sí supongo que pensabas hacerlo en el dos mil cincuenta y dos ya cuando seamos un par ancianitas y me visites en mi habitación del asilo”.
“Tú como siempre eres una exagerada”.
“Bueno quizás sí, un poquito. Vamos quiero que me cuentes todo lo que has hecho en estos días en lo que en los que has estado viviendo en este departamento. Déjame decirte que está pequeño pero muy mono, muy a tu estilo”.
“¡Ah! pero antes déjame enseñarte lo que te traje”.
Peri estaba obsesionada con el esoterismo, los signos zodiacales y el tarot y todo lo que tuviera que ver con leer el futuro y los rituales para las buenas energías.
“¿Qué es eso?”, le pregunté cuando vi que comenzaba a sacar algunas veladoras y semillas de una bolsa.
“Tú no preguntes y préstame un plato de cristal, te voy a poner un altar para qué Dios te ilumine, pero sobre todo para que nunca te falte el dinero y tu vida esté llena de prosperidad y abundancia”.
“Peri tú sabes que yo no creo en nada de esas cosas”.
“Pero crees en Dios ¿o no?”.
“Bueno sí, creo en Dios, pero para ello no necesito poner ningún altar”.
“Te equivocas, no solo es cuestión de fe, también hay que realizar ofrendas y vengo preparada con todo para que ganes mucho dinero con tu trabajo y no te falte lo necesario ahora qué te has quedado sola y que ya no tendrás el apoyo económico de José”.
La dejé hacer porque sabía que no había poder humano que la hiciera cambiar de opinión.
Le di el plato de cristal que me había pedido y colocó en él una ofrenda con diferentes semillas, azúcar y algunas manzanas de color amarillo.
En el centro encendió una veladora, colocó una imagen de San Judas Tadeo y me pidió que colocara un vaso con agua.
Yo crecí en una familia católica, creía en Dios y por supuesto en los santos y sabía que había mucha gente que le pedía a San Judas Tadeo para que las ayudara intercediendo por ellas ante Dios y les concediera algún milagro.
La dejé que pusiera el altar porque cuando una idea se le metía en la cabeza no había poder humano que la hiciera cambiar de opinión.
Cuando terminó de poner el altar me entregó una hoja con una oración.
“La debes leer todas las mañanas al despertar y te aseguro qué te empezará a llover dinero justo ahora que más lo necesitas”.
Me hizo leer la oración y debo confesar qué me sentí bien al hacerlo, hacía mucho tiempo que yo no conectaba con lo divino.
No recordaba cuando había sido la última vez qué había ido a la iglesia o que me había acercado a Dios y justo ahora era el mejor momento para hacerlo.
Después de rezar comenzamos a platicar, Peri siempre tenía algo divertido de lo cual hablar, me hacía reír contándome sus anécdotas amorosas, pero esta vez no solo me habló de su trabajo y de sus hermanas, por respeto al dolor que yo estaba sintiendo.
Entre plática y café, un tema nos llevó a otro y termine confesándole qué me había suscrito a la aplicación de citas.
“¡¡¡Qué!!! ¡No lo puedo creer! Eso es genial, tienes derecho a darte la oportunidad de conocer a alguien más”.
“Solo tenemos una vida y nuestra misión más importante es vivirla lo mejor que se pueda a pesar de las chingaderas”.
Yo me reía con sus ocurrencias y es que ella siempre veía todo con optimismo por eso la quería tanto, porque siempre era capaz de hacerme reír sin importar mi estado de ánimo.
Me insistió en qué revisáramos mi perfil en la aplicación de citas para corroborar si ya tenía algún me gusta, aunque yo realmente no estaba interesada en conocer a alguien, me pareció divertido.
Abrimos la aplicación y para mi sorpresa tenía casi diez me gustas y comenzamos a revisar uno por uno.
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