Amor verdadero
Capítulo 59

Capítulo 59:

“Tienes una familia muy bonita”, dije señalando a Morelia que jugaba a la pelota con su hija y el hijo de Sandy.

“¿Verdad que sí? Mi mujer y mi hija, son lo que más amo en la vida”.

Tragué saliva, porque algo me estaba molestando en mi interior, estaba celoso, y sabía que no tenía ningún derecho, yo estaba con Sandy y la amaba, pero haber visto así a Morelia, me había inquietado mucho, demasiado.

“¿Llevan mucho tiempo juntos?” pregunté, necesitaba saber, necesitaba convencerme de que Morelia era una mentirosa.

“Somos los mejores amigos desde el bachillerato, estuvimos distanciados un tiempo, pero decidimos darnos una oportunidad”.

Sus palabras terminaron por convencerme de que esa mujer era una mentirosa, una manipuladora que maneja la verdad a su antojo.

Luego recordé el altar en su casa y su caja roja.

Ahora entendía todo, lo más probable era que Morelia le hubiera hecho a Carlos, lo mismo que Karina estaba haciendo conmigo, solo así se podía explicar que un hombre como Carlos, joven, atractivo y con futuro brillante, hubiera perdonado a su mujer, después de haberlo dejado por otro.

Encontrarme con Adrián en la fiesta de Valentina me causó un choque de emociones que no me dejaba respirar.

Intentó explicarme porqué me había sacado de su vida, pero no se lo permití, no quería escuchar mentiras y tampoco pretextos absurdos.

Le arrebaté el aliño tratando de que Abu no se diera cuenta de que ese hombre y yo ya nos conocíamos, solo esperaba que no hubiera escuchado nuestra discusión.

Salí al jardín para darle a Carlos lo que necesitaba y pude ver a Adrián con una mujer que seguramente era su pareja, era una mujer muy guapa de al menos unos cuarenta años y por la forma en la que lo miraba se notaba que lo amaba y él a ella.

Lo más probable era que se hubiera alejado de mi para estar con esa mujer y eso me causó un malestar en el ego y directo a mi autoestima de nuevo.

¿Qué tenía ella que no tuve yo como para que no quisiera darse una oportunidad conmigo?

Era guapa, pero yo era visiblemente mucho más joven.

Fui a la piscina con Valentina porque ya estaba impaciente, algunas mamás ya estaban con sus hijos divirtiéndose y su amiguito Fabián la llamó para que entraran juntos al agua. Con mucho cuidado me quité el pareo y me senté sobre el contorno de la alberca con los pies en el agua.

La madre de Fabián se acercó a mí y no me quedó más remedio que seguirle la conversación, como anfitriona de la fiesta era mi deber atender a los invitados, aunque en el fondo, odiara socializar con desconocidos.

“¿Usted es la mamá de Valentina?”, me preguntó con una sonrisa sentándose a mi lado para vigilar a los niños de cerca.

“Sí, yo soy su mamá”, dije orgullosa, puesto que me consideraba muy afortunada porque la niña me considerara su madre, sabiendo que no lo era.

“Muchas gracias por invitarnos, Fabián quiere mucho a su hija, nos hizo comprar el regalo desde el mes pasado”

“Así son los niños de impacientes, Valentina contaba los días para la fiesta”.

“Tienen una casa muy bonita”, dijo.

“Gracias, si es muy bonita, aunque en realidad es de la madre de mi esposo, nosotros vivimos en un departamento cerca de aquí”.

“Hacen una pareja muy linda. ¿Están juntos hace mucho tiempo?”

“Bueno, en realidad…”

Estuve a punto de decirle la verdad, pero consideré que no tenía por qué contarle mi vida privada a una desconocida.

“Nos conocimos en el bachillerato y desde entonces hemos tenido una conexión muy especial”.

“¿Desde el bachillerato? ¡Qué coincidencia! Mi esposo y yo también nos conocimos en el bachillerato, solo que nos separamos e hicimos nuestra vida y hace unos meses nos volvimos a encontrar y decidimos retomar nuestra relación donde nos quedamos”.

Eso quería decir que esa mujer no era Karina, la esposa de Adrián y confirmaba mi teoría de que él se alejó de mí cuando se encontró con ella.

“¡Qué bien! Ustedes también hacen una linda pareja”, dije, aunque dentro de mí algo me estaba molestando y mucho.

“Veo que tu esposo es algo celoso”, dijo mirando el moretón en mi muslo, de cual me había olvidado y había cruzado la pierna dejándolo a la vista.

Me sonrojé y bajé la pierna tratando de ocultarlo.

“No, no fue por celos, fue solo un juego apasionado”, dije, aunque sabía que lo hizo porque sabía que me vería con José.

“Sí supongo, discúlpame por la indiscreción”, desvió la mirada y yo odié encontrarme en esa situación.

“No te preocupes, yo creo que es válido entre parejas y el se%o es algo muy natural ¿No lo crees?”

“Tienes razón, Adrián también es muy apasionado y a veces es algo brusco y ustedes son mucho más jóvenes que nosotros”.

“No digas eso, dicen que los cuarenta, es la mejor edad en la vida tanto de los hombres como de las mujeres”, dije sin pensar, pues sabía que Adrián tenía cuarenta y tres años.

“¿Se me nota que ya paso de los cuarenta? Siempre pensé que me veía más joven”, dijo riéndose.

“Discúlpame si tienes menos”, fingí.

“Fue solo la edad que se me vino a la mente”.

“No, no te preocupes, no podemos engañar al reloj y sí, tanto mi esposo como yo, tenemos cuarenta y tres años, él los cumplió el doce de febrero y yo en abril, tal vez por eso nos complementamos, según los horóscopos, no hay mejor pareja para un Acuario que una Aries”.

Estuve a punto de reírme de ella por creer en los horóscopos, pero me contuve.

En realidad había muchas personas que en verdad creían que los astros regían sus vidas, su personalidad y el amor de su vida.

Llegó la hora de la comida, sacamos a los niños del agua y me dispuse a ayudar a Carlos a repartir las hamburguesas que había preparado para los niños y Abu sirvió la comida para los adultos, traté de mantenerme lo más alejada de Adrián que pude, no quería tenerlo cerca y correspondía a cada gesto de cariño que Carlos me hacía.

No podía sentirme mal, era como si en mi interior sintiera que estaba haciendo algo malo, cuando en realidad no tenía por qué ser así. Adrián y yo teníamos una historia, pero en realidad nunca llegamos a ser nada y con Carlos, lo era todo.

Después de la comida los niños jugaron en los juegos inflables y estaban fascinados con la actuación del payaso que Carlos contrató.

Ese hombre era el mejor padre que yo hubiera conocido, estaba pendiente de cada detalle que pudiera hacer feliz a su hija sin dejar de ser un hombre cariñoso y coqueto conmigo.

La hora de partir el pastel llegó, Valentina estaba feliz porque todos los niños cantaban las mañanitas y su pastel de unicornio estaba divino.

Abu estaba feliz tomándonos fotografías como familia y yo no podía dejar de ver a Adrián de reojo. Me miraba como si estuviera molesto, como si fuera él quien tuviera motivos para estar enojado conmigo.

Yo trataba de no mirarlo de frente y me aferraba a la mano de Carlos que rodeaba mi cintura, sus fuertes brazos me hacían sentir segura, como si estando con él nada malo pudiera pasarme.

Toda le felicidad se volvió un caos, de pronto entre la gente una voz que yo conocía bien se escuchó.

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