Amor verdadero -
Capítulo 58
Capítulo 58:
Llegamos los tres a la casa donde era la fiesta, una de las mejores zonas residenciales de la capital, sin duda la familia de la niña tenía una buena posición económica.
Tal como nos lo contó mi suegra, el padre de la niña nos recibió y nos dio la bienvenida a la fiesta acompañando a la niña que se emocionó igual que Fabián cuando la vio.
“Gracias por invitarnos”, dije y le di la mano al anfitrión, para luego presentarle a mi mujer.
Tal como lo imaginamos, era un hombre muy joven, moreno y más alto que yo, también de complexión más robusta, aunque sin llegar a ser obeso.
“Mucho gusto señora…”, dijo dándole la mano a Sandy, después de saludarme a mí.
“Por favor, no me digas señora, puede llamarme Sandra, al paso que van nuestros niños, en unos años hasta vamos a resultar consuegros”.
“No, ni me lo digas Sandra, ya vi que a mi princesa le brillaron los ojos al ver a tu hijo, pero para eso faltan al menos treinta años”, bromeó el papá, celoso de su hija.
Cerró la puerta detrás de nosotros porque habíamos sido los últimos en llegar y nos mostró la mesa donde podíamos sentarnos y un área de vestidores donde podíamos cambiarnos de ropa para entrar en la piscina.
El jardín de la casa era enorme y la piscina contaba también con un área menos profunda para que los niños pudieran jugar sin peligro, pero, de cualquier manera, todos los adultos debíamos estar pendientes de nuestros hijos y de los demás.
Apenas entramos, Carlos, el anfitrión se dedicó a colocar la carne en el asador, se veía que tenía mucha experiencia preparando asados, ya que él solo colocó carne para los adultos, al mismo tiempo que comenzó a cocinar hamburguesas para los niños.
“¿Necesitas ayuda?”, le pregunté cuando vi que estaba buscando algo.
“Si por favor. ¿Podrías ir por esa puerta y pedirle a mi madre o a mi mujer que me traigan la botella de aliño que dejé en la barra de la cocina? Mis dos sub chefs desaparecieron cuando más las necesito”, bromeó.
Asentí y caminé.
Estaba pensando en que dijo ‘mi mujer’ y según mi suegra era padre soltero, así que supuse que era un error. Fui hacia la puerta donde me indicó y una mujer mayor que supuse era su madre iba saliendo con una charola con snacks.
“Señora, Carlos necesita la botella de aliño que dejó sobre la barra de la cocina”, le dije.
“Por favor ¿Lo podría tomar y llevárselo? Está en la puerta de la izquierda, es una botella de cristal con muchas hierbas, solo mi hijo sabe lo que tiene eso adentro, son sus recetas secretas. Voy a llevar esta charola para los niños”.
Me extrañó un poco que me lo pidiera, pero me pareció un buen gesto mostrar ese tipo de confianza con sus invitados.
Entré en la cocina y abrí la puerta que me dijo, de inmediato reconocí la botella, nunca había visto algo así en una Casa, era algo como propio de los restaurantes, así que supuse que Carlos debía tener formación como Chef o haber trabajado en algún restaurante.
Cuando cerré la puerta escuché la voz de una mujer que me hizo retumbar el corazón.
“¿Se le ofrece algo?”, dijo con voz fuerte, visiblemente molesta.
“¿Morelia?”, pregunté y me incorporé de inmediato para corroborar que mi oído no me estaba jugando una mala pasada.
No podía creer lo que estaba viendo, era ella, era Morelia Ortega, a quien pensé que no iba a volver nunca más.
“¿¡¡¡Qué haces aquí!!!?”, me preguntó en un tono de asombro, pero que denotaba que estaba muy enojada conmigo y no era para menos, si había desaparecido de su vida después de nuestra fallida noche de se%o y debía pensar lo peor de mí.
“More, no sabes qué gusto me da encontrarte, tenemos que hablar, hay muchas cosas que tengo que explicarte”.
“¿Explicarme? ¿Y quién te dijo que necesito una explicación? No necesito escucharte Adrián, me sacaste de tu vida sin avisar, te valió madre nuestra amistad y lo que yo pudiera sentir ¿Y ahora me quieres explicar?”
“Solo escúchame por favor, tuve un accidente, estuve muy mal en el hospital”.
“¡Mami! ¡Ven ya a la piscina! ¡Corre que ya me quiero meter al agua!”
La niña festejada, entró corriendo y se abrazó a sus piernas para que saliera con ella al jardín.
“¿Mami?”
Yo sabía que Morelia no tenía hijos, y Carlos el anfitrión había dicho ‘mi mujer’
¿Sería acaso que todo ese tiempo me había mentido?
¿Era ella la esposa de Carlos y se habían reconciliado?
¿Podía ser que esa mujer a quién consideré casi perfecta me hubiera mentido sobre su pasado y su realidad?
“¿Es tu hija?”, pregunté porque necesitaba saber si Morelia Ortega era la peor mentirosa del mundo.
“Sí, es mi hija”, dijo y levantó el mentón con orgullo y mirada desafiante.
“Pero tú me dijiste que…”
“No importa lo que te haya dicho, Valentina es mi hija. Ve…”
“¿Encontró el aliño señor?”
La madre del anfitrión entró a interrumpir la conversación.
“More hija, Carlos necesita el aliño para la carne, por eso el señor entró en la cocina”.
“Gracias Señor Morales, pero no se preocupe, yo le llevo la botella a mi esposo”.
Me quitó la botella de las manos y salió al jardín de la mano de su hija.
Yo no entendía lo que estaba pasando, durante toda mi convalecencia desde que recuperé la memoria solo podía pensar en buscarla para darle una explicación de mi conducta y ahora que la tenía frente a frente, descubría que la mujer a la que yo conocí, no existía.
Salí al jardín y fui a sentarme junto a Sandy que estaba cambiando por quererse meter ya en la piscina.
Apenas lo terminó de cambiar corrió a meterse en al agua junto a su amiga.
“¿Te pasa algo mi amor?”, preguntó Sandy porque era seguro que mi semblante había cambiado.
“No, nada, es solo un ligero dolor en la cabeza, seguro por el sol. Dime una cosa ¿No el papá de la niña era padre soltero?”
“Toma, aquí traigo unos analgésicos”
Sacó un frasco de su bolsa.
“Sí, según mi madre, la mujer lo dejó para irse con otro hombre”, dijo despacito, ya que no debía enterarse nadie que la psicóloga hablaba con su hija sobre la vida de los padres del colegio.
Me quedé pensando, yo tenía a Morelia en el concepto de una mujer casi intachable, incapaz de hacer algo como eso, pero si me había mentido al contarme su vida y hasta había negado que tuviera hijos, podía ser capaz de cualquier cosa.
Sandy se metió en la piscina con los niños y comenzó a conversar con Morelia, porque Valentina y Fabián no se separaban, se sentaron juntas sobre el contorno de la alberca con los pies en al agua mientras los niños jugaban.
Caminé hasta el asador donde el anfitrión ya tenía lista la carne y todo se veía de muy buena pinta.
“Se ve delicioso”, le dije para hacer conversación.
“Se ve que tienes experiencia en esto de cocinar”.
“Soy chef profesional, hasta hace unos años, tenía mi propio restaurante, pero tuve que cerrar por amenazas de la delincuencia organizada”.
“Es una pena, esa gente ha terminado con negocios enteros. ¿No has pensado en abrir de nuevo?”
“Eso intento, lo malo es que cuando cerré quedé con muchas deudas y no ha sido fácil volver a levantarme”.
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