Amor verdadero -
Capítulo 55
Capítulo 55:
Después de visitar a mis clientes un impulso me llevó a la casa de Morelia, sabía que era probable que me recibiera con un portazo en la nariz, pero de cualquier forma iba a tomar el riesgo, no quería que se quedara con una mala impresión porque si había algo cierto, era que nuestra conexión, era muy especial.
Me estacioné al frente de su casa como solía hacerlo y llamé a la puerta, esperé por un momento y una mujer salió a abrir.
Era una mujer como de cincuenta años y pensé que podía ser alguna de sus hermanas, ya que me había dicho que todas eran mayores que ella.
“Buenas noches, mi nombre es Adrián Morales y soy amigo de Morelia. ¿Ella se encuentra en casa?”
“¿Morelia? No, joven, debe estar confundido, aquí solo vivimos mi esposo y yo, hace dos semanas que nos mudamos a este departamento”
“¿Dos semanas? ¿Tienen dos semanas viviendo aquí?”
“Sí, tengo entendido que antes de nosotros vivía aquí una señora sola, supongo que es a ella a quien busca”.
“Sí, lamento haberla molestado, no sabía que mi amiga se había mudado”.
La mujer cerró la puerta y un dolor se albergó en mi pecho, se había ido, Morelia se había ido y ya no tendría forma de localizarla, me había bloqueado de todas sus redes y no tenía su número para llamarla.
Sentí una gran impotencia, a pesar de nuestros desastrosos encuentros sexuales, nuestra amistad, esa conexión y esa complicidad que teníamos, era muy importante para mí.
Le di una patada al neumático de mi auto, sentía una gran frustración por todo lo que había pasado y por no haberme podido al menos despedir de ella.
No podía creer que se hubiera ido de la ciudad, en alguna conversación me dijo que no tenía intenciones de volver a la capital, pero quizá había pasado algo que la hizo cambar de opinión.
“Espero que no hayas tomado la decisión por mi culpa More”, dije y subí al auto resignado a no volver a verla.
Llegué al apartamento de Sandy y ella estaba preparando una maleta, supuse que como yo ya estaba bien, ella retomaría su rutina de viajar a la capital para pasar el fin de semana con Fabián.
“Le prometimos a Fabián que iríamos juntos para acompañarlo al cumpleaños de su amiga Valentina, dejaré la maleta preparada para que mañana en cuanto salga del trabajo, nos vayamos”.
“¿Es este fin de semana? Pensé que era hasta el siguiente”.
“No, no, es este sábado, la fiesta será en la piscina, así que llevo todo preparado para pasar un buen día en una fiesta infantil”.
“Entonces subiré la maleta al coche y pasaré por ti al hospital para que nos vayamos. ¿Tu mamá estará de acuerdo en que yo me quede con ustedes en su casa? ¿No sería mejor quedarnos en un hotel?”
“No, para nada, mi mamá está encantada con nuestra relación y sobre todo en cómo Fabián ha tomado las cosas, así que no hay problema, nos quedaremos con ella y el sábado por la mañana iremos a la fiesta”.
“Me parece bien, hace tanto que no voy a una fiesta infantil, que será como volver a vivir cuando acompañaba a mis hijos”.
“Es una gran idea del padre de la niña, no solo porque cumple el deseo de su hija al hacer la fiesta e invitar a sus compañeritos del colegio, sino porque es una forma de que los padres también socialicen y se conozcan entre ellos”.
“¿Conoces al papá?”
“No, no, nunca lo he visto, pero mi mamá dice que es muy joven, que tiene como treinta y cuatro años a lo mucho y que es padre soltero porque su mujer lo abandonó dejándole a la niña”
No pude evitar recordar que Morelia.
Estaba por cumplir treinta y tres años, y ya se acercaba la fecha de su cumpleaños.
“¡Vaya! Qué gran responsabilidad”
“Supongo que seremos los ‘rucos’ de la fiesta, todos los demás papás deben tener más o menos esa misma edad, a menos que encontremos otra pareja que haya tenido hijos ya mayores, como yo”.
“No estamos tan viejos, apenas diez años de diferencia, no es tanto, además con ese cuerpazo que tienes, vas a dejar sin palabras a todos en la piscina”.
La besé y la arrinconé contra la pared para besarla, no habíamos tenido se%o completo en semanas, aunque sí nos la habíamos ingeniado para darnos placer sin esfuerzo físico y me moría por hacerla mía.
Me agradaba la idea de asistir a esa fiesta de niños, era una de esas cosas que quizá algunos padres detestaban, pero yo siempre disfruté de todo lo que hacía felices a mis hijos y quería que Fabián tuviera esos recuerdos, que tuvieron Karla y Adrián y aunque no era su padre biológico, me encargaría de hacer todo lo posible para que tuviera una buena imagen paterna.
…
La llamada de la abogada para notificarme la audiencia de mi divorcio me tomó por sorpresa, para ser sincera conmigo misma, estaba tan absorta en mi trabajo y en mi relación con Carlos y feliz de compartir tiempo con Valentina, que me había olvidado por completo de José.
Respiré profundo y le envié mensaje para decirle que la veía en el juzgado. Hasta ese momento no me había percatado de que tendría que ver a José frente a frente, lo había estado evitando porque no quería verlo, pero no tenía otra opción.
“Va a ser la última vez que lo veas en la vida Morelia”, me dije en voz alta para darme valor.
Le comenté a Carlos lo de la audiencia y se ofreció a acompañarme, ya que era al día siguiente, pero yo no estaba segura de querer que lo hiciera.
José nunca fue un hombre violento y no tenía ninguna calidad moral para hacerme una escena, pero, aun así, yo no quería provocar un enfrentamiento entre ellos.
Carlos y José se conocían, se habían visto y compartido al menos en tres reuniones de compañeros y yo consideraba que no era correcto que José supiera que yo estaba liada con él.
Esa noche Carlos me hizo el amor de una manera que me hizo sentir que estaba marcando su territorio.
Parecía estar más caliente que nunca, deseoso de poseerme con fuerza y violencia, como si me odiara. Me gustaba que me apretara el trasero con sus manos venosas y grandes, que me besara el cuello, las orejas y que bajara su cabeza besándome y sacándome la ropa para terminar con su cabeza entre mis piernas, haciéndome el más rico oral de mi vida.
Carlos era experto en usar su boca y su lengua, chupaba y lamía cada parte de mi vulva y de mi culo sin ninguna reserva.
Me pidió que me pusiera de cuquillas en el sillón y me hizo un oral que me hizo dar g$midos ahogados de placer.
Luego me penetró con fuerza y sentí su caudal caliente, abundante, quedándose dentro de mí por algunos segundos más con su miembro palpitante.
La Señora Lidia se había quedado con Valentina y él se quedó en mi casa, casi no dormimos porque él parecía no perder la fuerza para hacerme suya una y otra vez.
Después, tomamos una copa de vino y entonces abordamos el tema que habíamos estado prolongando.
Me dijo que me amaba y estaba seguro de lo que sentía por mí; y que quería darse una segunda oportunidad en la vida, rehacer su existencia al lado de su pequeña y conmigo como compañera.
Sin temor me lancé a esta nueva aventura, con todos los riesgos que ello implicaba.
Al final de cuentas, pensaba en mi fuero interno, soy aún joven y tengo derecho a rehacer mi vida o equivocarme por segunda vez, dependiendo del resultado.
Carlos había demostrado ser un gran hombre, era el mejor padre y el mejor amigo y el mejor amante que había tenido en mi vida.
“Sí, sí quiero compartir mi vida contigo”, dije sin ninguna duda en mi corazón.
Se despidió de mí antes del amanecer, tenía que correr para llegar a casa antes de que Valentina se despertara para llevarla al colegio y quedamos en que lo llamaría para que me recogiera en el juzgado después de la audiencia.
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