Amor verdadero -
Capítulo 56
Capítulo 56:
No había dormido nada, el cuerpo me dolía deliciosamente después de tan maravillosa y placentera noche y solo faltaban tres horas para cerrar el capítulo más doloroso de mi vida.
Me metí en la ducha y cuando me estaba vistiendo me miré al espejo, los moretones en mis senos y en la parte interna de mis muslos me indicaron la inseguridad de Carlos, era como si me hubiera puesto una marca para asumir que era de su propiedad.
Nunca me gustó que José hiciera eso, él solía dejarme Marcas en el cuerpo y a mí me molestaba, pero esta vez, me sentí diferente, porque Carlos, si me hacía sentir verdaderamente suya y yo me sentía feliz de serlo.
Elegí vestirme de forma casual, no quería nada exagerado para que José no pretendiera pensar que me arreglé para él, opté por unos jeans con tacones rojos y una blusa blanca de seda, menos mal el sostén cubría bien las marcas junto a mis pezones.
Solo para confirmar revisé bien mi cuello y no, no tenía nada visible.
Pedí un auto de alquiler y con el tráfico de la hora, las calles eran una locura, apenas logré llegar a tiempo al juzgado, estaba nerviosa, no podía evitarlo, tenía meses sin ver o hablar con José y temía que me insistiera en que volviera, porque hasta ese punto llegaba su descaro.
Cuando entré en la oficina donde me indicó la abogada, lo primero que vi fue a José sentado frente a mí.
Me miró de pies a cabeza con la boca semi abierta. Yo había cambiado mucho en los últimos meses, estaba más delgada, por lo tanto, la ropa se me veía más estilizada y me había dejado crecer el cabello, resaltando los rizos naturales con una crema que me los mantenía húmedos, según Carlos, eso me hacía ver muy sensual.
Sentí un hueco en el estómago, me dolió verlo, estaba visiblemente más delgado, pero se veía demacrado, como si no estuviera durmiendo o comiendo bien.
“More ¿Cómo estás?”
Se puso de pie y trató de abrazarme, yo di un paso hacia atrás para evitarlo.
“Hola José, bien gracias”
Contesté lo más tranquila que pude, pero no quise seguir con la conversación, solo miré a la abogada suplicando en silencio que todo fuera lo más rápido posible.
“Señora Morelia Ortega, como parte Actora de este juicio de divorcio en su modalidad. ¿Todavía son sus intenciones proseguir con el presente juicio?”
“Si señora Juez, quiero seguir adelante con el proceso”
“¡More por favor!”, dijo José con ojos suplicantes.
“No voy a cambiar de opinión José, no insistas por favor”
“Señora Juez, pido por favor unos minutos para hablar con mi esposa a solas”.
“Mi clienta no está de acuerdo señora Juez, ella ya dejó claro que es su decisión divorciarse de su cónyuge”.
“Señora Juez, por favor”, insistió.
“Señora escuche a su esposo, pasen a la sala contigua y tienen diez minutos”.
Respiré profundo.
Era ese el mal momento que estaba tratando de evitar y que la abogada no pudo controlar.
Al final solo la Juez podía tomar esas decisiones.
Entramos en la oficina y me senté en una silla tratando de verme relajada, no quería que notara que estaba tensa con la situación.
“More por favor perdóname, te juro que te amo, que tú eres y siempre serás el amor de mi vida”.
“José, ya hablamos de esto, si en verdad me amaras no me habrías hecho tanto daño. Tienes una mujer que te dio un hijo, porque seguro a estas alturas ya nació ese bebé”.
“More, ese bebé no tiene la culpa de mis errores, sé que no debí haberme involucrado con Delia y no puedo regresar el tiempo. Lo único que puedo decirte es que mi vida sin ti no tiene sentido. Tú siempre vas a ser la mujer de mi vida, mi único amor verdadero”.
“Yo ya te superé José, ya no siento nada por ti, te perdono porque ya no me importa lo que hiciste. Hoy por hoy, agradezco a la vida la oportunidad de rehacer mi vida sin ti”.
“More no me digas eso por favor, no pudiste haberte olvidado tan pronto de todos esos años que fuimos felices. Fuímos novios cinco años y estuvimos diez años casados, quince años juntos es toda una vida que no se olvida, así como así”.
“¿Y eres tú quien me dice eso? ¿Después de que fuiste tú el primero en olvidar sus promesas de amor y fidelidad?”
“Ya sé que fui un estúpido, ya sé que cometí muchos errores, pero por favor, no me dejes, dame la oportunidad de ser tu amigo y de volver a conquistar tu amor”.
“Lo siento José, mi amor, ya le pertenece a otro hombre, al igual que mi cuerpo y mi alma”.
Me puse de pie y caminé hacia la puerta, por fortuna no insistió más y salió detrás de mí.
“Prosigamos señora Juez, mi decisión sigue intacta, no voy a cambiar de opinión”.
La abogada me tomó por el hombro para mostrarme su apoyo y la Juez dictó sentencia en mi favor. Después de leer nuestros datos generales sus palabras me quitaron un peso de la espalda, incluso sentí un dolor liberador.
“Su vínculo matrimonial queda legalmente disuelto”, dijo antes de darnos a firmar el oficio con la resolución.
“Listo More, voy a presentar el acta en el registro civil y a más tardar el lunes tendrás en tus manos el acta de divorcio, pero como ya escuchaste a la señora Juez, a partir de hoy ya estás legalmente divorciada”
Salí del juzgado acompañada por mi abogada, ya le había enviado un mensaje a Carlos para que pasara por mí.
Caminé hacia la calle cuando vi su auto estacionarse junto a la acera.
“¡More espera!”
La voz de José detrás de mí me hizo girar.
“Me están esperando”, le dije cortante y miré hacia el auto donde Carlos me miraba expectante.
“Solo dame un último abrazo por favor, te juro que nunca más te voy a molestar y te deseo toda la felicidad que yo no supe darte”
Las lágrimas en sus ojos me conmovieron y no pude evitar llorar con él.
Nos dimos un abrazo donde dejamos todo ese amor, que alguna vez nos tuvimos, pero también todo el dolor. Era un adiós definitivo, un hasta nunca.
El abrazo con José duró más de lo que yo hubiera querido, pero tuvo que soltarme al sentir mi rechazo.
Me di la vuelta justo cuando Carlos bajaba del auto y corría refugiarme en sus brazos.
“Te amo”, susurró al oído.
“Ahora soy libre y estoy más segura que nunca de rehacer mi vida contigo”
Pudimos a comer con Valentina a casa de la madre de Carlos, yo estaba nerviosa porque era la primera vez que me presentaba con su mamá.
Y a pesar de que alguna vez en nuestra época de prepa yo ya había estado en esa casa frente a su madre, la verdad es que no la recordaba.
“Mamá, ella es Morelia, es mi mujer, la amo y hemos decidido hacer una vida juntos”.
“¿Asi que tú eres la famosa Morelia?”, dijo la señora y me saludó con un beso en la mejilla.
“¿Famosa?”, pregunté y no pude evitar sonrojarme.
“Tanto Carlos como Valentina, no hacen otra cosa que hablar de ti. Que si More hizo esto, que si More hizo aquello, ya quería conocerte para saber por qué tan embelesados a los dos”.
“Mucho gusto señora, en realidad yo no les he hecho nada, solo darles todo el cariño que se merecen”.
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