Amor verdadero
Capítulo 50

Capítulo 50:

No estaba dispuesto a perder un minuto más, quería que supiera que estaba dispuesto a intentarlo todo con ella.

Quería recuperar el tiempo perdido.

Sandra Ramírez debió ser mi esposa, ella debió ser la madre de mis hijos, porque estaba seguro de que ella, era mi amor verdadero.

Sus ojos brillaron cuando entramos en la cafetería, me había encargado de pedir que pusieran flores en la mesa, todavía recordaba que las margaritas eran sus favoritas.

Al igual que veinticinco años atrás el camarero le llevó su postre favorito, una bola de helado de chocolate decorada con fresas y en el plato aquella frase que hizo que me diera un sí la primera vez.

‘¿Quieres ser mi novia?’ En letras de jarabe de chocolate y yo, como un adolescente esperando su respuesta con las manos temblorosas.

“Adrián, ya no tenemos dieciséis años”, dijo acariciando mi mejilla con su pulgar.

“Es un hermoso detalle, pero ahora estás casado y todavía no te recuperas del todo”.

“Sandy, yo sé que ya no tenemos dieciséis, pero precisamente por eso, no quiero perder más tiempo para recuperar el amor que perdí. Nunca estuve tan seguro como ahora, según mi madre hace meses que estoy separado de Karina, incluso tengo un departamento donde vivía solo antes del accidente y en cuanto el médico me entregue el resultado de los estudios donde se especifica que estoy en pleno uso de mis facultades mentales, a pesar de la pérdida de memoria, voy a pedir el divorcio”.

“Yo nunca te olvidé Adrián, sí, si quiero ser tu novia, tampoco estoy dispuesta a perder más tiempo. Han sido muchos años ya de estar separados, merecemos ser felices”.

Igual que cuando éramos adolescentes, nos besamos por primera vez en ese lugar.

Los jovencitos que estaba en las otras mesas comenzaron a aplaudir, tal como lo hicieron aquella primera vez.

Nos levantamos y salimos tomados de la mano, esta vez no íbamos al cine, esta vez íbamos directo a demostrarnos ese gran amor que todavía nos teníamos.

Estaba dispuesta a regresar a mi ciudad natal, me paré en el balcón para ver hacia afuera y me di cuenta de que no había nada que me atara a ese lugar.

No conocía a nadie, mi único amigo era Adrián y ahora que no sabía nada de él, me sentía extraña.

Nunca entendería porqué me había sacado de su vida así, tan abruptamente, de un solo golpe y sin avisar.

Cada vez que pensaba en él, sentía que había perdido a alguien importante en mi vida.

Adrián Morales había dejado una huella en mí, tal vez no había sido ese gran amor que decían mi amiga Peri y sus horóscopos, pero sí estaba segura de que, entre él y yo, hubo una gran conexión que nunca iba a olvidar.

Odié darme cuenta de que a Tuluza se le había acabado el alimento y yo no había tenido la precaución de ir al supermercado, ya estaba oscureciendo, pero todavía era temprano, así que tomé mi cartera y salí de prisa.

No podía dejarla toda la noche sin comer y esperar hasta el siguiente día para ir a comprar.

Recordé que cerca del parque donde solía pasear con Adrián había una tienda de conveniencia y esperaba encontrar ahí la marca de alimento para gato, o alguno que fuera de su agrado hasta que tuviera la oportunidad de ir al supermercado.

Atravesé el parque a toda prisa, había algunos jóvenes jugando con patinetas y algunas parejas sentadas con claras demostraciones de afecto.

No pude evitar recordar todas las veces que estuve ahí sentada con Adrián, debajo de un farol, solo conversando y riendo de la vida.

Estaba por atravesar la calle cuando de la cafetería de enfrente salió una pareja derramando miel.

Me quedé paralizada al ver que se trataba de Adrián llevaba a una mujer a la que no podía ver bien porque él la cubría con su cuerpo, se comían a besos como un par de adolescentes y yo me quedé inmóvil viendo cómo abordaban un taxi.

Tragué saliva y entendí por qué Adrián se había alejado de mí.

Me sentí como una estúpida pensando que llegué a creer que él era el hombre indicado para pasar el resto de mi vida, cuando de seguro él solo estuvo jugando conmigo.

De pronto me vi ahí en medio de la calle derramando lágrimas de frustración.

Un auto a punto de atropellarme me trajo de nuevo a la realidad.

Corría comprar el alimento de mi gatita porque estaban a punto de cerrar la tienda y eso era lo único que debía importarme.

Volví a casa y me dejé caer sobre la cama, eso era lo que necesitaba saber para cerrar definitivamente el ciclo con Adrián Morales, mi ‘casi algo’ porque en realidad, nunca fuimos nada.

Toda la semana me enfoqué en el trabajo tratando de no pensar en Adrián, aunque su imagen feliz y enamorado con esa mujer se aparecía en mi mente de repente.

Me preguntaba si era la tal Mitzy, o quizá se había reconciliado con Karina su esposa, ya no importaba, tenía mi respuesta para cerrar ese capítulo de mi vida.

Iba a enfocar toda mi energía a conquistar a Carlos, él me hacía sentir como nunca me sentí con Adrián, con él nunca sentí esas mariposas en el estómago y esa ansiedad por escuchar su voz y con Carlos.

Era todo diferente.

El sábado en la noche recibí una llamada que no me esperaba, era mi hermano mayor para decirme que de su trabajo lo iban a trasladar a otra ciudad y que su casa se iba a quedar vacía.

“No pagues renta More, vente a vivir a mi casa, yo estaré fuera por al menos dos años. ¿Por qué no vienes a comer mañana? Así nos ponemos de acuerdo”.

Me entusiasmó la idea de vivir en casa de mi hermano, no solo porque iba a poder ahorrar el dinero del alquiler, sino porque en esa casa tenía los recuerdos más hermosos de mi madre y de mi familia cuando más unida estaba.

Además, estaría muy cerca de mi hermana Alondra y también de Peri, podríamos vernos con mayor frecuencia y debía admitir que también me entusiasmaba estar mucho más cerca de Carlos.

Pero lo que más me animaba a moverme de ciudad, era no volver a tener la mala suerte de encontrarme a Adrián en la calle, no sabría cómo reaccionar si me lo encontraba de frente y su mamá vivía muy cerca de mí, estaba expuesta a verlo en cualquier momento, tal como había sucedido la semana anterior.

‘Vuelves a huir Morelia’, pensé y sí quizá estaba huyendo de nuevo, pero esta vez, no lo hacía por impulso, lo hacía también por necesidad, mis finanzas eran cada vez más precarias, porque me habían estado retrasando mis pagos.

El domingo me apresuré a terminar con el trabajo pendiente y tomé el autobús para ir a casa de mi hermano, me interesaba mucho ponerme de acuerdo con él para mudarme lo antes posible.

Iba en el autobús cuando recibí un mensaje de Carlos.

Le dije hacia dónde me dirigía y mis intenciones de mudarme.

[Mi madre se llevó a Valentina y pensé que tal vez podíamos vernos].

[¿Te parece si nos vemos más tarde?].

[Bien, cuando te desocupes, me avisas y paso por ti].

[Perfecto, yo te aviso].

Cada vez que hablaba con Carlos mi corazón se aceleraba, quería que el tiempo pasara volando para ya verlo.

Mi hermano me explicó sus planes de construir una pared en su casa para improvisar un pequeño departamento para mí y eso me entusiasmó, porque tendría mi propio espacio y quizá incluso podría quedarme ahí mucho más tiempo, eso me iba a permitir estabilizarme económicamente.

Apenas terminamos de comer le envié un mensaje a Carlos para que decirle que ya estaba libre, no quería prolongar más la espera.

Le envié mi ubicación y en menos de media hora estaba ya por mí.

Suspiré cuando lo vi, llevaba puestas unas gafas para conducir y se veía muy atractivo.

Las gafas le daban un toque intelectual que le sentaba demasiado bien.

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