Amor verdadero -
Capítulo 51
Capítulo 51:
Me abrió la puerta del auto y me saludó con cálido beso en la mejilla, aunque yo lo esperaba en los labios.
Todavía recordaba ese primer beso que nos dimos la vez anterior que nos vimos.
Comenzó a conducir y a preguntarme sobre mi decisión de mudarme, la conversación con él fluía tan natural que íbamos de un tema a otro sin siquiera darnos cuenta.
Se detuvo frente a una tienda y se bajó a comprar una botella con agua, no sin antes preguntarme si quería o necesita algo.
“No me detuve aquí para darte un mensaje subliminal, ¿Eh?”, me dijo y yo no entendí a qué se refería hasta que me mostró que enfrente de la tienda había un motel.
¡Uff! Quizá no lo hizo con esa intención o quizá sí, pero en ese momento me dio el poder de tomar la iniciativa. Era obvio que entre nosotros había mucha química y demasiada atracción, lo supe y lo sentí desde el momento en que nuestras miradas volvieron a cruzarse después de tantos años.
“Vamos”, le dije con una sonrisa pícara y mordiéndome los labios.
“¿En serio?”.
El gesto de incredulidad su rostro contrastaba con la sonrisa en sus labios que denotaba su deseo por mí.
“Si no quieres no”.
Me hice la digna.
“¡Claro que quiero! Pero… ¿Estás segura de que quieres que demos ese paso?”.
“¿Por qué no? Ya estamos grandecitos como para estar de noviecitos de manita sudada”.
Mi comentario resonó en mi cabeza, esperaba no asustarlo con eso, y que no pensara que iba demasiado rápido por pensar que podíamos considerarnos como novios.
“Tienes razón, solo dame un minuto”.
Entró de nuevo en la tienda y volvió con una botella de vino y una charola de quesos, carnes frías, uvas y aceitunas.
‘¡Dios, este hombre piensa en todo!’, pensé.
Pude notar sus gustos refinados, era un hombre que sabía o entendía a la perfección el concepto del maridaje, eligió el vino perfecto y los acompañantes ideales.
Subió en el auto y antes de encender el motor me volvió a preguntar si estaba segura de lo que íbamos a hacer, yo estaba nerviosa, había soñado mucho con ese momento.
En la preparatoria hubiera dado lo que fuera porque mi primera vez fuera con él.
“Estoy muy segura”, repetí y en un movimiento dio vuelta en ‘U’ sobre la avenida para entrar en el motel que teníamos enfrente.
Mis piernas comenzaron a temblar porque no había estado en un motel desde que José y yo éramos novios y el concepto de un lugar solo para intimar, era bastante vergonzoso, aunque fuera de lo más normal.
Entramos en la habitación y por un momento pensé que Carlos tomaría de inmediato la iniciativa para comenzar con la pasión.
Pero, por el contrario, se tomó el tiempo de abrir la botella de vino, colocar la charola sobre la mesa de centro y lo que más me sorprendió fue que de dentro de su camisa, sacó una rosa roja que yo no había visto que llevaba.
#More sé que es muy pronto para esto, pero como tú los has dicho, ya no estamos en edad de estar con jueguitos de adolescentes. Me gustas mucho y quiero que sepas que para mí esto no es una relación casual o de una sola vez”.
“Antes de dar el siguiente paso quiero preguntarte si estás dispuesta a caminar junto a mí, a dejar que esta relación llegue hasta dónde tenga que llegar y que sean nuestros sentimientos los que al final decidan, si será un para siempre”.
“Ca- Carlos”, titubeé, porque no me esperaba una propuesta de una relación formal en la segunda vez que nos veíamos, pero eso me demostraba su madurez emocional y por supuesto, la responsabilidad afectiva que estaba mostrando al dejar claras sus intenciones, desde el primer momento.
“Dejemos que nuestros sentimientos decidan y caminemos juntos, hasta donde sea que esto nos lleve”.
Brindamos y tras darle un sorbo a la copa de vino, tomó una uva y la metió en mis labios, luego me besó y el beso que me había dado esa primera vez se quedó corto.
Esta vez el beso me transporto al cielo y me sumergió en el infierno.
Con un solo beso me hizo estremecer de una forma que ningún hombre lo había hecho antes.
No era momento de hacer comparaciones, pero ni José, ni Adrián, ni ninguno de los hombres que había tenido en mí vida, me habían hecho sentir así.
Este hombre era capaz de casi llevarme al orgasmo con solo besarme, y estuve a punto de explotar cuando comenzó a quitarme la ropa y dejó que sus labios recorrieran mi mentón para luego deslizarse por mi cuello.
No pude esperar para deshacerme de su camisa, nuestra piel contrastaba, ya que la de él era visiblemente más morena, pero eso lo hacía endiabladamente se%y a mis pupilas que ya estaban dilatadas por la excitación.
Sus manos se deshicieron de toda mi ropa y yo dejé caer el pantalón, mis ojos se abrieron al ver su miembro ya endurecido por el deseo, relamí mis labios y estuve a punto de arrodillarme ante él, pero me lo impidió.
“Esta noche es solo tuya”, me dijo.
“Déjame demostrarte cuanto te deseo y lo valioso que es tu cuerpo para mí”.
Me sentó sobre la cama y se arrodilló frete a mí, comenzó a besarme desde la cabeza hasta los pies.
Se tomó todo el tiempo del mundo para no dejar un solo rincón de mi piel sin besar.
Hasta que finalmente llegó a mi centro, que ya escurría deseoso de sentirlo.
Su boca se apoderó de mi vulva de una manera en la que ningún hombre lo había hecho, era como si quisiera comerme.
Se bebió cada gota de mi néctar y me arrancó el mejor orgasmo que he sentido en mi vida.
Agradecí que estábamos en un motel y no en mi departamento, porque mis g$midos debían escucharse en todo el lugar.
Sacó un sobre plateado y yo se lo impedí.
“No te lo pongas”, le dije.
“Quiero sentirte sin ninguna barrera de por medio”.
Sentí su miembro partirme en dos, mientras mis piernas temblaban sobre sus hombros.
“Quiero ir arriba le dije después de un rato”.
“Lo que tú quieras mi reina, esta noche tú mandas y yo soy tu esclavo”.
Se recostó sobre la cama y me monté sobre él a horcajadas, lo besé en la boca mientras lo cabalgaba y sus manos se deleitaban con mis senos.
Su dedo pulgar se aseguró de darle placer a mi pequeño botón mientras mi suelo pélvico ejercía presión sobre la dura pieza que tenía en su interior.
Grité su nombre cuando comencé a convulsionar, nunca había tenido un squirting, este hombre sí que me había llevado al séptimo cielo, dos vueltas y de regreso.
Sentir su corrida dentro de mí, aunado a los gestos de placer y su ronco gemido, fue para mí la confirmación de que lo había disfrutado tanto como yo.
…
“¿Tu departamento? O el mío”, me preguntó.
Pensé que quería conocer el espacio donde vivía, pero hasta que no recuperara la memoria del todo.
No podía tener la seguridad de que esta vez, si me eligiera para compartir su vida para siempre.
Lo amaba y estaba segura de que él también a mí.
Nuestro amor de adolescentes había superado el tiempo y la distancia.
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