Amor verdadero -
Capítulo 49
Capítulo 49:
“No te preocupes, entiendo que estés ocupado. ¿Cómo has estado?”.
“Preocupado, voy a tener que cerrar la tienda, ya no está generando ingresos y tengo que ver de qué manera lo soluciono, pero bueno, dime. ¿Qué te pareció la película?”.
“¡Me encantó! Es una gran verdad, no pude evitar identificarme con el personaje”.
“Eso sucede muy a menudo en la vida. Solemos aislarnos y evadir la realidad, en lugar de enfrentarnos a la situación. Muchas veces dejamos que los problemas se apoderen de nosotros y dejamos que la vida se nos pase, sin disfrutarla realmente”.
“Tienes razón, de ahora en adelante no volveré a decir a nada que no”.
“Me parece bien, yo te voy a ayudar, por lo pronto, tienes prohibido decir que no, cuando yo te proponga algo”.
“Mmm, eso me parece muy, pero muy peligroso”.
“Ja, ja, ja ¿No confías en mí? ¿Crees que te pediría algo indebido?”.
“No, no algo indebido, pero no sé, es un gran compromiso”.
“Es un reto, no podrás decirme a nada que no y a lo primero que no podrás negarte, es a que nos veamos pronto”.
“Vale, me encanta la idea de que nos veamos pronto”.
“Por lo pronto descansa y que tengas dulces sueños. Te dejo porque estoy muy cansado y todavía tengo que preparar las cosas de Vale para mañana el colegio”.
“Tú también descansa, un beso a la princesa de mi parte”.
“Que mañana tengas un gran día, lleno de inspiración para tus escritos. Te mando un fuerte abrazo”.
“Yo te mando un beso…igual que el de la otra vez”.
Colgué el teléfono antes de que contestara a eso, quizá me vi muy atrevida, pero ese hombre iba a ser mío o dejaba de llamarme Morelia Ortega.
En el bachillerato no tuve oportunidad con él, es más, ni siquiera me miraba y yo no tenía el valor para acercarme, pero ahora, ahora era todo diferente, éramos adultos y los dos estábamos solos ¿Qué podía salir mal?
…
Esperar a que llegara el lunes se me hizo eterno.
Entre mis lagunas mentales y mi desesperación por seguir sin recordar nada, me parecía que estaba atrapado en un bucle del tiempo.
Con los ejercicios que me había recomendado el terapeuta, había conseguido recordar algunas cosas, pero sobre todo de mi trabajo y del tiempo que viví en Estados Unidos, pero no lograba recordar el momento en el que conocí a Karina, ni el día de nuestra boda.
Tal parecía que alguien se hubiera encargado de borrar mi memoria desde el día en que la conocí a la fecha actual.
La tarde del domingo aprovechó que mi hijo Adrián y su esposa vinieron a visitarme para acercarse a mí.
A pesar de las advertencias de mi madre pensé que debía darle la oportunidad por lo menos de que me contara su versión de nuestra historia.
“Lamento haber sido tan grosero contigo Karina, discúlpame por favor, pero la verdad es que no te recuerdo y no te conozco. Tú dices que eres mi esposa y que éramos felices, pero mis padres me han dicho que llevábamos meses separados. Me gustaría que me contaras qué fue lo que pasó y por qué nos separamos”.
“Nos separamos por culpa de otra mujer. Yo siempre te he amado, pero en los últimos meses descubrí que tenías una amante. Es una mujer que se llama Morelia Ortega”.
“¿Cómo sabes eso? ¿Yo te lo dije?”.
“Yo lo descubrí por unas conversaciones telefónicas, discutimos y te fuiste de la casa, sin embargo, yo estoy dispuesta a perdonarte y a olvidarme de todo, porque te amo Adrián, tú siempre vas a ser el amor de mi vida y el padre de mis hijos”.
Me quedé pensando en esa mujer, Morelia Ortega, no la conocía, mi madre decía que la frecuentaba y mi esposa sabía que era mi amante y si se trataba de la mujer que vi recibir a un hombre en su casa a altas horas de la noche, quería decir que bien era capaz de ser amante de un hombre casado.
Me sentí mal por Karina, tal vez debería darle una oportunidad, pero no podía, mi mente y mi corazón eran solo de Sandra.
Solo pensaba en ella y era la única mujer a la que quería en mi vida.
Por mí Karina y Morelia, podían pasar a la historia como parte de un pasado desconocido para mí.
Incluso estaba seguro de que, en caso de recobrar la memoria, mis sentimientos hacia Sandy, seguirían siendo los mismos.
“Si eso que dices es verdad, perdóname si te hice daño, pero no puedo seguir a tu lado sin recordarte, no puedo obligar a mi corazón a que sienta algo, que mi mente no recuerda”.
Me miró en una forma que me dio miedo, Karina era mujer hermosa, entendía por qué me había fijado en ella y la había convertido en mi esposa, pero su mirada era fría, sus facciones eran duras, como si fuera una mujer incapaz de amar o de tener bondad en su corazón.
“Solo dame la oportunidad de tratarnos, seamos amigos, permíteme volver a ganarme tu corazón. Si una vez te enamoraste de mí, no veo ninguna razón, para que no vuelvas a hacerlo de nuevo, estoy segura de que si me dejaras intentarlo…”.
“Lo siento Karina, por favor no insistas, no me preguntes porqué, porque no tengo una respuesta, pero, aunque no te recuerde, algo me dice que, entre tú y yo, ya no había nada. No quiero crearte falsas expectativas”.
“Adrián hazlo por nuestros hijos, pronto seremos abuelos y los muchachos serían felices si nos ven juntos de nuevo”.
“Lo único que te puedo ofrecer es una buena amistad, por nuestros hijos, para que podamos convivir con ellos y no los pongamos en la disyuntiva de decidir entre uno u otro para ocasiones especiales. Por favor no me pidas que seamos una pareja, no puedo, quizá cuando recupere la memoria recuerde el amor que te tenía, pero por el momento, eres una desconocida para mí”.
Su rostro se desencajó y yo me sentí fatal, pero era mejor que le hablara con la verdad, no podía hacerle creer que tenía una oportunidad porque lo que en verdad quería era ser libre.
Al parecer entendió que no iba a conseguir nada, pero me pidió que nos tratáramos como amigos, y que nos viéramos de vez en cuando, para tomar un café, a lo cual accedí, aunque no estaba tan seguro de poder cumplir.
Era algo inexplicable, a pesar de no recordarla, su presencia me incomodaba, me resultaba incluso, muy molesto, como sí en el fondo supiera que me había hecho algo muy malo y que no debía confiar en ella.
La conversación con Karina me hizo pensar que quizá debería buscar a Morelia Ortega, si ella me contaba lo que había pasado entre nosotros, tal vez podría entender mucho mejor la ruptura de mi matrimonio.
El lunes llegó y le envié un mensaje a Sandy para confirmar que la vería a la salida de su turno.
Tardó en contestar porque supuse que estaba ocupada, pero al fin tuve la respuesta afirmativa que esperaba.
Llegué diez minutos antes de su hora de salida, esperaba verla salir con su pijama quirúrgico al igual que le viernes, pero esta vez se había cambiado de ropa.
Se veía preciosa con un vestido azul marino que resaltaba su silueta, enmarcando sus caderas y ciñendo su cintura.
Me saludó con beso en la mejilla, pero que se aproximó demasiado a la comisura de los labios, sentí el sabor de su lápiz labial y luego ella me limpió un poco el brillo que había quedado muy cerca de mi boca.
“¿A dónde vamos?”, preguntó, pero yo le había preparado una sorpresa muy especial.
La llevé a la cafetería que estaba junto al bachillerato donde habíamos estudiado, esa cafetería donde le pedí que fuera mi novia y esta vez quería hacer lo mismo.
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