Amor verdadero -
Capítulo 46
Capítulo 46:
“¡Claro! Es más, un día deberías venir conmigo, a él le encanta hacer nuevos amigos, sobre todo cuando se trata de adultos, porque le cuesta mucho relacionarse con niños de su edad”.
“En cuanto solucione lo del seguro de mi auto, iré contigo, quizá en uno o dos fines de semana más”.
Nos despedimos con beso en la mejilla, pero el contacto con su piel me hizo sentir escalofríos.
El roce de su mejilla con la mía, sus labios apenas tocando mi piel, hicieron que mi cuerpo reaccionara con deseo, me moría por besarla en los labios.
La deseaba con locura y pasión desmedida, pero ya habría tiempo.
Me iba a encargar de conquistarla, de conseguir que me amara, tanto o más que cuando éramos adolescentes.
Me quedé parado viendo cómo subía al autobús y cuando éste se puso en marcha, ella me dijo adiós dese la ventanilla, solo un fin de semana, porque el lunes, el lunes pretendía volver a buscarla.
Salí de la terminal y comencé a caminar, era tarde, pero no tenía ganas de volver a casa.
Mis pasos me llevaron hasta el frente del fraccionamiento las casas, según mi madre, Morelia Ortega vivía en una casa junto a la entrada.
Tenía mucha curiosidad por conocer a esa mujer, me extrañaba no tenerla registrada como contacto en el teléfono y si teníamos algún tipo de relación, ella ya debería haberme llamado ¿O no?
Me quedé parado en la acera afuera de una panadería, justo frente a mí estaba la entrada al fraccionamiento, una caseta de vigilancia y el control de acceso de vehículos.
Del lado derecho había una tienda de conveniencia y luego una casa pintada de color azul, con un portón negro.
La siguiente propiedad era un edificio de dos plantas, pintado de color verde olivo con amplios ventanales blancos.
En el segundo piso había un balcón que daba a la calle y en el balcón podía ver la silueta de una mujer.
Me metí en la panadería para que no me viera, la vi salir a recibir a un hombre que llegaba en un auto negro,
Ambos se veían felices de verse, se saludaron con un abrazo muy efusivo, aunque no podía escucharlos desde donde estaba, pude ver que había un lazo muy fuerte entre ellos.
Cuando entraron al departamento aproveché y me fui.
Desde la distancia y por la oscuridad de la noche no pude distinguir bien el rostro de la mujer, no estaba seguro de que fuera Morelia Ortega, de lo que, si estaba seguro, era de que no sentí nada especial al verla, era para mí, una desconocida más.
…
Lo primero que hice al despedirme de Adrián y abordar el autobús, fue llamar a mi madre para que supiera que estaba retrasada, pero que ya iba en camino.
Solía preocuparse por mí cuando se me hacía noche en la carretera y es que ya eran dos las ocasiones en las que Joaquín intentaba hablar conmigo, ejerciendo la fuerza y queriendo hacer valer derechos que no tenía.
Qué diferente sería mi vida si Adrián me hubiera pedido que me fuera con él a los Estados Unidos, en lugar de haber entrado en el colegio militar.
Ya a estas alturas de mi vida tendría hijos adultos y no hubiera pasado por esa pesadilla que había sido mi vida.
Todo lo que había vivido desde que me separé de Adrián comenzó a pasar por mi mente como si fuera una película, dejé la mirada fija en la ventanilla del autobús, como buscando que el paisaje de la carretera me evadiera de mis amargos pensamientos.
Durante todos los años que había durado mi carrera de enfermería, yo solo suspiraba por el día en el que volviera a ver a Adrián, mi único amor verdadero.
Cada día que pasaba marcaba una cruz en el calendario, esperando que el tiempo pasara volando para verlo otra vez.
Fue en el último año de carrera cuando me enteré por una amiga en común que Adrián había vuelto de Estados Unidos y yo hice una locura para poder verlo.
Me escapé del colegio, arriesgándolo todo, cuatro años de sacrificio y desvelos, cuatro años de matarme estudiando y cumpliendo con el servicio militar, solo para correr a verlo y a decirle que no lo había olvidado y que ya faltaba menos para que pudiéramos volver a estar juntos.
Me salté una barda en medio de la noche poniendo en riesgo mi vida porque si algún soldado de guardia me veía, corría el riesgo de que me dispararan o cuando menos me arrestaran lo que perjudicaría mi carrera de enfermería militar.
Con ayuda de mi mejor amiga que me esperaba en un auto cerca del colegio, viajé hasta la ciudad para verlo, mi pecho estaba que explotaba con tanta adrenalina, no solo por haberme escapado, sino porque iba a volver a verlo.
Cuando llegamos a casa de Adrián había una recepción, una fiesta que supuse era para darle la bienvenida después de tantos años lejos de su familia.
Me llevé una gran decepción cuando su hermana me impidió la entrada.
“Sandy, lo siento, es mejor que te vayas, Adrián se acaba de casar, la fiesta es por el brindis de su boda”, sus palabras hicieron eco en mi cabeza.
No podía creer que me hubiera olvidado y que se hubiera casado con otra mujer que no fuera yo.
Mi corazón se hizo añicos cuando escuché que los invitados gritaban ‘beso’, ‘beso’ y por la ventana pude ver a la feliz pareja que se veía muy enamorada.
Con el rostro bañado en llanto y con el corazón destrozado volví al colegio, ya no tenía nada que hacer en ese lugar.
Todos mis planes para ejercer en el hospital de la zona y los castillos en el aire de tener una vida junto a él y al mismo tiempo mi profesión soñada, se derrumbaron como lo que eran, castillos de arena.
Volví a saltarme la barda para entrar al colegio tal como había salido, tenía que hacerlo con mucho cuidado porque ya había perdido a Adrián y no podía arriesgarme a perder también mi carrera, ya era lo único que me quedaba.
Casi lo había logrado, cuando antes de entrar en el área de dormitorios escuché una voz que conocía muy bien.
“¿De dónde viene soldado?”.
La voz del teniente me paralizó, no era hora de rondín, y dudaba que él estuviera de guardia, si estaba en ese lugar era por otro motivo y temblé al imaginar cuál.
Un superior no rondaba los pasillos sin no era por una buena razón y temí, que estuviera ahí precisamente para encontrarse conmigo.
“Sa- salí a tomar un poco de aire porque tenía calor”, dije con voz temblorosa, era obvia mi mentira, estábamos a máximo diecisiete grados, no hacía calor, estaba bastante fresco, pero no soy buena mintiendo y no se me ocurrió otra cosa para decir.
Acompáñeme soldado, va a recibir un castigo por escaparse del colegio en medio de la noche y por mentirle a un superior.
“Te- teniente yo…”.
Lo seguí hasta su oficina, yo sabía cuál era el castigo que me aguardaba, esa noche no solo había perdido al amor de mi vida para siempre, también había perdido la carrera de ms sueños.
Cuando el teniente cerró la puerta de su oficina detrás de mí, me di cuenta de que algo turbio estaba pasando, su actitud, la forma en la que me miraba y su lengua relamiéndose los labios, me llenaron de asco.
“Usted sabe soldado que mi obligación es reportar que se escapó del colegio, tengo pruebas de que saltó la barda y de todo el tiempo que estuvo fuera de las instalaciones”.
“Por favor teniente, tuve una emergencia familiar, por favor no solicite mi baja del colegio, arrésteme si lo considera necesario, pero ya solo me faltan unos meses para graduarme con la Licenciatura de enfermería militar y recibir el grado de Subteniente”.
“Eso debió pensar antes de saltar la barda”, dijo con una sonrisa burlona en el rostro.
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