Amor verdadero
Capítulo 42

Capítulo 42:

“Sabemos dónde vives y conocemos a tu familia, o nos pagas una cuota mensual o la van a pasar muy mal”, me dijeron.

Esa misma tarde cerré el negocio y contraté un servicio para guardar toda mi maquinaria en una bodega.

En mi desesperación llegué a casa con la idea de sacar a mi familia de ahí cuanto antes y cuando llegué, vi a Leticia con sus maletas hechas en medio de la sala.

Pensé que también la habían amenazado a ella y que se había adelantado a empacar para que saliéramos de esa casa sin perder tiempo.

Me llevé una gran sorpresa al darme cuenta de que el motivo de las maletas era otro.

“Carlos lo siento mucho, pero me voy, no intentes detenerme. Ya no te amo y hace un tiempo conocí a un hombre del que me enamoré, me voy con él a vivir a Canadá”.

Tomó sus maletas y antes de salir por la puerta tuvo la desfachatez de decirme ‘Cuida a Valentina, ella estará mejor contigo que conmigo’.

Me quedé paralizado, esa noche lo perdí todo, el negocio que había levantado en años de trabajo duro y a la mujer que amaba, pero lo que más me dolió fue que a esa mujer, no le dolió abandonar a su hija.

La vi partir y tuve que sacar toda la fortaleza que tenía en mi interior, debía llevarme a mi hija de esa casa porque quizá los delincuentes que me quisieron extorsionar podrían llegar en cualquier momento al ver que mi negocio estaba cerrado.

Así que entré en la habitación de mi niña y la tomé en mis brazos, antes de salir de la casa la vi por última vez, fueron siete años de matrimonio y siempre pensé que éramos una familia perfecta y no solo me había abandonado mi mujer, también tenía que salir huyendo de mi casa.

Me refugié en casa de mis padres, solo ante ellos pude quebrarme, me sentía destrozado por dentro, de la noche a la mañana lo había perdido todo, pero tenía un motor muy grande para salir adelante y no dejarme vencer.

Mi princesa Valentina.

Aproveché que se había quedado dormida de nuevo y la llevé a su habitación.

Le había costado mucho acostumbrarse al pequeño departamento en el que vivíamos, pues tuve que vender mi casa para pagar a los acreedores del negocio a quienes ya no pude cumplirles con los contratos pactados.

Por fortuna pude rescatar un poco de dinero para comprar un auto y recurrí a lo único que me podía auto emplear de manera inmediata, afiliar mi auto a la aplicación Uber para trabajar como conductor de auto de alquiler.

No me avergonzaba empezar de cero, porque sabía que en algún momento podría reiniciar con mi negocio, pero por el momento necesitaba de todo tiempo para dedicárselo a mi hija.

Valentina llevaba dos años ya, preguntando cuando iba a volver su mami y con la ayuda de la psicóloga del colegio había logrado entender que se había ido de viaje y que quizá no iba a poder volver.

¿Pero cómo se le dice a una niña que su madre la abandonó para irse con un hombre?

Ese cuento de dragones me hizo pensar que quizá ella había comenzado a comprender lo que había pasado en realidad.

Después de dejar a Vale en la cama volví a mi habitación, había trabajado todo el día y me dolía la espalda.

Me di una ducha de agua caliente y me tomé un analgésico.

De vuelta en la cama antes de dormir leí de nuevo la conversación con Morelia.

Se me hizo tan extraño que me hubiera escrito, hacía ya cinco años que la había visto por última vez en una reunión de exalumnos del bachillerato.

En esa ocasión Leticia no quiso acompañarme con el pretexto de que la niña se había quedado dormida y que no la quería despertar para llevarla a casa de mi madre, como lo hacíamos cada vez que queríamos salir solos.

“Vete tú”, me dijo y yo acepté porque hacía mucho que no veía a los cuates y tenía ganas de divertirme, no todo era trabajo en la vida.

Recordé que Morelia y yo estuvimos sentados juntos, ella por supuesto iba acompañada por su esposo, pero, estuvo conversando conmigo durante toda la velada.

Recordé que incluso su esposo se veía incómodo, pues parecía que ella me ponía más atención a mí que a él, pero sin duda la conversación con ella fue la mejor parte de la reunión.

Esa noche nos dividimos en dos grupos, los solteros y divorciados y los felizmente casados.

Morelia y yo encabezábamos la lista de los de matrimonios más estables y en cinco años, todo cambió para los dos.

Me agradaba la idea de volver a verla, a pesar de que en la preparatoria no éramos los mejores amigos, siempre nos llevamos bien y esa última vez que nos vimos, sentí que entre nosotros había mucha química, al menos para conversar.

Me quedé dormido pensando en ella.

¿Cómo sería ahora? ¿Habría cambiado mucho en cinco años?

Durante toda la semana seguí con mi rutina al pie de la letra.

Me despertaba muy temprano, preparaba a Valentina para el colegio y aceptaba viajes después de dejarla, luego la recogía y la llevaba a casa de mi madre donde ambos comíamos juntos y ella se quedaba mientras yo trabajaba unas horas más.

Trataba de no volver muy tarde para llevarla a casa temprano y pasar algo de tiempo con ella antes de que se durmiera.

Fue hasta el viernes cuando llegué a casa de mi madre para recoger a mi hija y cuando llegué mi hermano estaba ahí.

Valentina había jugado tanto con sus primos que se había quedado dormida.

“No te la lleves hijo”, dijo mi madre.

“Está bien dormida, mañana no tiene colegio, deja que se quede aquí”.

“Tómate una cerveza conmigo carnal”, dijo mi hermano.

Me negué.

Pero me insistió tanto que no me pude seguir negando, porque tenían razón, era viernes y yo también tenía derecho a descansar un poco y a relajarme.

Hacía tanto que no tomaba que después de tres cervezas ya estaba un tanto alegre, de pronto un mensaje de texto llegó.

[Hola ¿Cómo estás?].

[Bien ¿Y tú? ¿Dónde estás?].

[En mi casa en la ciudad].

[¿Estás sola?].

[Sí, claro, estoy sola ¿Por qué?].

[Es que crees, que me tomé unas cervezas y se me está metiendo la idea de hacer algo loco].

[¿Algo como qué?].

[Como ir a darme una vuelta a la ciudad para saludarte].

Quizá estaba loco, envalentonado por el alcohol, o tenía la necesidad de hablar con alguien y Morelia era perfecta para ello.

La última vez que nos vimos conversamos durante horas, y todavía recordaba que nos faltó tiempo para continuar.

Morelia Ortega era una de esas amigas a las que podías dejar de ver durante años, pero que siempre te trataba con mucha calidez, como si el tiempo no hubiera pasado.

Y sí, quería verla, en ese momento sentí una gran emoción por volver a verla.

Era noche del viernes, terminé mis reseñas de la semana y me di una ducha para relajarme.

Tuve una semana bastante complicada porque estuve resfriada y con fiebre y aun así tuve que trabajar.

Estaba convencida que debía volver a mi ciudad natal, tal vez había llegado el momento de enfrentarme a la realidad y acercarme a mi familia.

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