Amor verdadero -
Capítulo 40
Capítulo 40:
Nunca me atreví a decirle nada, es más, ni siquiera era parte de su círculo más cercano de amigos, aunque sí compartimos en convivios, reuniones y escapadas del colegio, ni siquiera recordaba una conversación con él.
Esa noche soñé a mi padre, nunca lo había hecho.
‘Carlos vino a verte’, me decía y me mostraba la ventana para que me asomara.
Y ahí estaba él, tal como lo recordaba en nuestros años de preparatoria.
Desperté y me quedé pensando, en eso que decía aquel horóscopo.
[Cáncer, un ancestro que ya no está en este mundo, tiene una deuda contigo y viene a saldarla. Pon atención a tus sueños, porque pronto recibirás el mensaje que tiene para ti].
…
Volver a ver a Sandy en esas circunstancias me pareció casi como si hubiera sido escrito para que así sucediera.
No solía creer en el destino y mucho menos, pero tal parecía que ambos habíamos sido colocados en el mismo sitio, como si fuéramos piezas de un mismo ajedrez.
Después de varios estudios, los médicos concluyeron que mis lagunas mentales se debían a un shock post traumático, provocado por la inflamación en el cerebro a causa del golpe.
Coincidieron en que debían dejar pasar unos meses y que recuperar la memoria por completo era cuestión de tiempo.
Yo no estaba seguro de querer recuperar la memoria, esa mujer que decía ser mi esposa no me inspiraba ningún sentimiento, por el contrario, me causaba desconfianza.
Pedí hablar con mis padres, quería saber si podía irme con ellos a su casa cuando saliera del hospital.
Karina, como decía llamarse ella, insistía en que debía volver con ella a ‘nuestra’ casa, pero yo no iba a estar cómodo si no sabía ni cómo tratarla.
Apenas entraron mis padres en la habitación, mi madre reconoció a Sandy, fueron muchas las ocasiones que pasamos la tarde encerrados en mi habitación con el pretexto de hacer tarea y mi madre entraba cada quince minutos para comprobar que nos estuviéramos comportando.
Llevarnos galletas, limonada, emparedados y otras cosas que solo inventaba para evitar que las hormonas adolescentes se apoderaran de nosotros.
“¿Sandy? ¡No lo puedo creer! ¡Qué alegría volver a verte y qué coincidencia que seas la enfermera de mi hijo! Nadie mejor que tú para cuidarlo como se debe. En nadie podría confiar más que en ti”:
“Señora Yolanda, que gusto volver a verla”.
Se sonrojó un poco por la efusividad de mi madre y la saludó con un cálido abrazo.
“¡Señor Héctor! ¿Cómo está?”.
Saludó también a mi padre que solía entrar en mi habitación.
‘Niños los quiero chiflando y aplaudiendo’ nos decía, para ver que las manos y las bocas no estuvieran haciendo ‘cosas indebidas’.
“El médico dijo que ya me puedo ir a casa mamá, pero yo no quiero ir a casa de Karina, ella insiste en que me vaya con ella, pero yo no la conozco, dice ser mi esposa y no sé por qué no puedo verla como tal”.
“¡De ninguna manera voy a permitir que te lleve con ella! Tú vienes con nosotros a tu casa. Es lógico que no te inspire confianza esa bruja, ustedes llevan meses separados, rentaste un apartamento aquí en la ciudad y aunque no me quisiste decir porqué la dejaste, yo estoy segura de fue por mancornadora”.
Pude ver un gesto de alegría disimulada en el rostro de Sandy, como si le hubiera gustado enterarse del hecho de que estuviera separado de mi esposa.
“Los que me dan un poco de pena son mis nietos”, dijo mi padre.
“Karla y Adrián quieren verte y hablar contigo, pero no los has querido recibir. Son tus hijos Adrián, tal vez no los recuerdes ahora, pero siempre han sido tu orgullo y tu razón de vivir”.
“Hablaré con ellos, pero no aquí, pídeles que vayan a visitarme a tu casa, no quisiera que Karina estuviera presente”.
Mi madre estuvo de acuerdo, me despedí de Sandy, con la promesa de volver a vernos pronto.
Me contó que trabajaba en ese hospital desde hacía años y que siempre tenía el mismo turno, así que sabía dónde encontrarla.
“¿Cómo que te vas a ira casa de los abuelos? ¡Papá yo creo que deberías ir a casa con nosotras! Yo estaré de vacaciones y voy a poder ayudar a mi mamá a cuidarte”, dijo la joven que decían era mi hija.
Las lágrimas en sus ojos me conmovieron, no la recordaba, pero había algo en ella que me inspiraba ternura.
“Perdóname nena, en este momento me siento más seguro en casa de mis padres, porque a ellos si los recuerdo. No lo tomes personal, es solo que necesito un lugar donde me sienta en confianza para ordenar mis pensamientos”.
“¿¡Cómo puedes decir que no me tienes confianza!? ¡Soy tu esposa!”, exigió Karina y yo tuve que hacer un esfuerzo para no contestarle mal, sobre todo por Karla que se había abrazado a mi cuerpo como lo haría una niña mimada que quiere ser consentida por su padre.
“Karla, ¿Por qué no vienes conmigo a casa de tus abuelos? Así podemos conversar a solas y conocernos un poco, bueno a reconocernos, tú me cuentas todos los recuerdos que tienes conmigo y así yo trato de hacer memoria”.
“Mi papá tiene razón mamá, se va a sentir más cómodo en la casa que recuerda, su habitación está como él la dejo antes de casarse contigo y seguro que eso le va a ayudar a recordar poco a poco, no debemos presionarlo”.
Agradecí que mi hija se pusiera de mi lado, por un momento pensé que Karina insistiría en ir con nosotros, pero pude ver cómo mi madre se interpuso en sus intenciones.
“Dame las pertenencias de mi hijo”, dijo mi madre y Karina le dio una bolsa con la ropa que llevaba puesta el día del accidente.
“Eh. Solo falta su teléfono móvil. Adrián se lo llevó porque está llamando a tus clientes y dando seguimiento a los servicios que tenías pendientes”.
Las imágenes de mi trabajo llegaron a mi mente como flashes sin sentido, me dolió un poco la cabeza, pero supe a qué negocio se estaba refiriendo.
Aunque no recordaba a mi hijo, me dio un poco de orgullo el saber que se estaba haciendo cargo del negocio de su padre.
Karla se fue con nosotros y cuando llegamos a casa de mis padres se ofreció a lavar la ropa que me quitaron cuando llegué al hospital.
“No sabía que fumabas papá”, me dijo porque encontró una cajetilla de cigarrillos en la bolsa de la chaqueta.
Me encogí de hombros, yo tampoco lo recordaba, alguna vez fumé cuando era estudiante, pero no recordaba que el vicio fuera tan frecuente como para tener una cajetilla de cigarros en la bolsa.
“¿Y esto?”, me sorprendí igual que ella porque en la bolsa, había un paquete de condones y al parecer uno había sido utilizado.
“¿Tienes una amante? ¿Sigues engañando a mi mamá?”.
“Karlita hija, no presiones a tu papá, el no recuerda lo que pasó y tu estabas lejos, tampoco sabes cómo están las cosas entre tus padres, pero ellos llevaban meses separados, tu papá tiene un departamento aquí en la ciudad”.
“Perdóname papá, pero es que esto es tan confuso, no entiendo por qué mi mamá y tú se separaron, yo los escuché aquella noche, cuando fue la boda de Adrián y pensé que se habían arreglado las cosas entre ustedes”.
“Discúlpame Karla, pero no sé de qué me estás hablando. Esto es más confuso para mí que para ti, ni siquiera recuerdo el departamento del que habla mi madre”.
“Aquí hay un control remoto de estacionamiento y una llave, debe ser de ese lugar”.
Tomé la llave y en el llavero había una dirección, seguro que era la dirección del apartamento y decidí que al siguiente día iría a ese lugar.
En ese apartamento había vivido los últimos días y era probable que me diera alguna pista o me ayudara a recordar un poco sobre lo que había sido mi vida los últimos años.
.
.
.
Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.
Reportar