Amor verdadero
Capítulo 39

Capítulo 39:

Cada noche que pasaba y cada mañana también, hacía ejercicios de meditación, en eso si coincidía con Peri, porque Manuel me había enseñado a hacer algunos ejercicios para canalizar mis emociones.

Encontré un video en Yo%tube.

[Meditación para perdonar, sanar y soltar].

Los primeros días siempre terminaba bañada en lágrimas, pero más allá de tristeza, sabía que esas lágrimas estaban limpiando y sanando mi alma.

Cada vez me sentía más libre y disfrutaba realizando cosas que antes no hacía.

Como por ejemplo cuidando de una planta que me obsequiaron, hablando con personas en la calle a pesar de conocerlas y cada vez que salía a caminar sentía que me era más fácil respirar.

Decidí que había llegado el momento de consentirme, siempre fui cuidadosa con mi aspecto e higiene personal, pero nunca nada exagerado, esta vez sentí la necesidad de darme esos pequeños gustos y sentirme hermosa solo para mí.

Para empezar manicura y pedicura profesional, una limpieza facial, y depilación láser.

“¿Depilado brasileño o solo el área del bikini?”, preguntó la chica de la clínica de belleza.

“Depilación completa”, dije sin evitar sonrojarme.

El síndrome de ovarios poliquísticos me provocaba un exceso de vellosidad en todos los lugares del cuerpo, en especial en la zona íntima y ya estaba cansada de la rasuradora y de tener que estar sufriendo con irritaciones.

Me sentí muy bien después de mi sesión de Spa.

Era bastante agradable consentirse, vestirse y ponerse bella para una misma, sin hacerlo para nadie más.

Los días pasaron demasiado rápido, el veintitrés de enero era el cumpleaños de Peri y le llamé para felicitarla y preguntar qué haríamos para festejar, pero estaba de viaje con su galán en turno, así que el festejo de amigas tendría que esperar.

Esa noche como siempre, después de cenar me preparé un café y encendí un cigarrillo para relajarme, tomé el móvil y comencé a revisar mis redes sociales. Por instinto abrí las notificaciones, que eran bastantes porque no lo revisaba muy a menudo, pero la primera notificación que me llamo la atención fue la que abrí de inmediato.

[Carlos Olvera ha aceptado su solicitud de amistad].

Abrí la notificación y mi estómago se llenó de mariposas al ver el círculo verde que indicaba que estaba conectado.

Tal vez fue un impulso, ganas de saber qué había sido de su vida, saber cómo estaba él y por supuesto Leticia, su esposa que también fue mi compañera de clases.

Pero sin pensarlo le envié un mensaje en Messenger.

[¡¡¡Holaaa!!!].

Ya le había dado enviar al mensaje cuando noté que mi efusividad era demasiado notoria.

[Hola, ¿Cómo estás?].

Una respuesta demasiado seria, que me puso nerviosa porque debió pensar que yo estaba siendo demasiado obvia.

[Bien, ¿Y tú?].

[Bien].

Respuestas demasiado cortas y me estaba poniendo incómoda, creí que no había sido buena idea, tal vez lo estaba incomodando, así que solo preguntaría algo más y me despediría.

[¿Ya no han hecho reuniones?].

Quise encontrar un motivo para establecer contacto y se me ocurrió preguntar por las reuniones que solían organizar de exalumnos del bachillerato.

Cero, hace mucho tiempo que no nos vemos, hace años que no veo a nadie del grupo].

Su respuesta un poco más fluida me dio la pauta para continuar con la conversación.

[Es una lástima, solían ser divertidas ¿Y cómo has estado? ¿Sigues con tu negocio?].

[No, por el momento no tengo negocio, estoy trabajando mi carro como Uber, estoy pasando por una mala racha, pero espero pronto volver al negocio].

[Ya verás que pronto lo conseguirás, eres muy bueno en lo que haces y no te será difícil].

[Gracias, te has ganado una comida].

[Vale, pero me cumples].

Volví a verme muy atrevida con ese comentario, pero ya era demasiado tarde cuando lo noté.

[Sí, yo si cumplo, solo espera a que mejoren un poco las cosas].

Yo mejor que nadie sabía que cuando la vida se ensañaba con uno, todo se veía difícil y sentía un poco de pena por él, debía ser muy complicado haber tenido un negocio tan próspero como el suyo y de pronto quedarse sin nada.

[¿Y tú que me cuentas? ¿Qué ha sido de tu vida?].

[Pues como ves que me estoy divorciando].

No sé por qué dije eso, pero era obvio que quería que él supiera que estaba soltera.

[¿Cómo crees? La última vez que nos vimos, tú y tu esposo se veían de lo más felices].

[Pues ya ves, después de diez años de casados].

[Muchos años. ¿Y qué pasó? Digo, si se puede saber].

[Me fue infiel y embarazó a su amante].

[Qué barbaridad, ¿Pero tú como estás ahora? ¿Cómo te sientes?].

[Ya me siento mucho mejor, he estado en terapia y el duelo ha sido superado].

Esa frase la escribí con toda la convicción de lo que significaba, ya no había ninguna duda en mi corazón.

[Qué bueno que ya estés bien, a veces es difícil superar esas situaciones, pero me alegro de que estés bien].

[¿Y ustedes cómo van? ¿Cómo está Lety?].

No quería saber, pero lo tenía que preguntar, sabía que estaba casado y no quería que mal interpretara mi intención al buscarlo.

[Ese es otro tema para una larga conversación, después de tantos años sin vernos, hoy las cosas han cambiado mucho. Dejémoslo para cuando nos veamos].

Sus palabras me indicaron que tal vez las cosas no estaban bien entre ellos.

[Y dime, ¿Estás trabajando?].

[Como ves que me dedico a hacer reseñas literarias, así que me la paso leyendo todo el día].

[Wooow, ¡qué interesante! Ese es otro tema para horas de conversación. A mí me encanta leer, tengo tantos libros que ya no caben en mi casa. ¿Dónde puedo leer tus reseñas?].

De inmediato le envié el enlace de la página de mi editorial, me emocionaba tanto que nuestra conversación estuviera fluyendo así, tan natural que no podía contener las mariposas en mi estómago.

[Cuando las leas, me das tu punto de vista ¿Vale?].

[Me parece bien, un día de estos te invito a comer y platicamos. Ahora te tengo que dejar porque Valentina se despertó, luego te busco].

[Está bien, nos ponemos de acuerdo].

[Me da mucho gusto saber que estás bien. Descansa, te mando un abrazo].

Nunca magine que un simple ‘Hola’ fuera a terminar en una conversación tan larga y menos en una posibilidad para una salida a comer.

Carlos era ese amor de juventud que nunca se dio, pero que me hizo suspirar durante los tres años que duró el bachillerato.

Mis amigas solían burlarse de mí, porque ellas no lo veían atractivo, porque no era el chico más alto, ni el más atlético, mucho menos el más popular, pero su sonrisa, su forma de hablar y su inteligencia a mí me habían conquistado por completo.

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