Amor verdadero
Capítulo 37

Capítulo 37:

La pusimos al tanto y ella con sus conocimientos médicos, nos explicó lo que podría estar pasando, pero tenía razón, lo doctores podrían hacer las pruebas necesarias, hasta que se despertara.

Sentí un fuerte dolor de cabeza, tenía la garganta seca y el cuerpo dolorido, intenté llevar una mano a mi frente, pero el dolor de la aguja me lo impidió.

Abrí ligeramente los ojos y me arrepentí cuando fui cegado por la luz de la habitación.

“¿Dónde estoy?”, pregunté, pero no esperaba obtener una respuesta.

“Estás en el hospital tuviste un accidente de auto hace un par de días. ¿Cómo te sientes?”, a pesar del fuerte dolor de cabeza, esa voz, podía jurar que había escuchado esa voz antes.

“¿Sandra?”, pregunté todavía aturdido y sin entender del todo lo que había pasado.

“Sí Adrián, soy Sandra, pero por ahora déjame avisarle al doctor que has despertado y a tu familia que ha esperado ahí afuera por tu recuperación”, dijo la mujer.

Vi salir a la enfermera de la habitación mientras trataba de recordar el accidente que Sandy había mencionado, pero no podía recordarlo, en lugar de eso, imágenes de mi romance con la chica llegaron a mi mente.

Recordé el primer día que la había visto en el bachillerato y los meses que la perseguí corno un acosador para que aceptara tomarse un helado conmigo en la cafetería de la escuela, cómo nuestra amistad se fue fortaleciendo y la atracción se fue convirtiendo en amor.

Sandra había sido más que mi mejor amiga.

Ella había sido mi primer amor, mi amor verdadero.

Lamentablemente no tuve tiempo de seguir pensando en ella, la puerta se abrió dejando ver varios rostros preocupados y dos mujeres que lloraban.

Claro no podía esperar menos de mi madre, pero… ¿Quién era la otra mujer?

“Por favor esperen afuera, voy a revisar que todo esté bien con el paciente y entonces podrán entrar a verlo sin ningún problema”, habló el doctor entrando la habitación e impidiéndoles la entrada.

Las siguientes dos horas fueron revisiones y exámenes para determinar que todo estuviera en orden y así poder darme el alta en breve, sin embargo, no todo era como se esperaba.

Cuando el doctor comenzó a hacer preguntas sobre mi vida, me di cuenta de que no sabía la respuesta a la mayoría.

Recordaba los nombres y los rostros de mis padres y de mis hermanos.

Recordé a Sandy apenas escuché su voz, a pesar de no haberla visto hacía más de veinticinco años.

Todo se complicó cuando él médico me preguntó por el nombre y edades de mi esposa y de mis hijos.

“¿Cuál esposa? Yo no tengo hijos doctor, no recuerdo haberme casado”.

“Tranquilo señor Morales, quizá solo se trata de una confusión temporal, voy a hacer entrar a su esposa, quizá cuando la vea y hable con ella, los recuerdos lleguen lentamente”.

El médico abrió la puerta y dejó entrar a la mujer que había entrado antes con mi madre.

“¡Adrián mi amor! No sabes lo preocupados que hemos estado todos, y…”.

“No entiendo tu preocupación, no sé quién eres tú o lo que haces aquí”, la interrumpí, era una mujer hermosa, pero había algo en ella que me molestaba y mucho.

“¿Qué? ¿Cómo que no sabes quién soy?”, preguntó sin poder creerlo.

“Exactamente eso, no sé quién eres y lo que haces aquí, por favor vete, me incomoda tu presencia”, dije sin titubear, algo en su mirada o en su voz me molestaba tanto que casi me causaba repulsión.

¿Cómo podían decir que era mi esposa?

Se negó a salir y se acercó a mí intentando tocar mi rostro, yo estaba sentado, recargado sobre la cabecera de la cama y moví la cabeza para evitar que me tocara.

“¡No puedes estar hablando en serio, Adrián! ¡Tenemos años de estar casados, tenemos dos hijos, Adrián y Karla!”, gritó los nombres frente a mí y simplemente me encogí de hombros, sus palabras y los nombres de nuestros supuestos hijos, no me decían nada.

“No te recuerdo, no recuerdo haberme casado y mucho menos puedo recordar que tenga hijos, debes estar equivocada, por favor márchate”, le pedí con seriedad, me estaba doliendo la cabeza y no soportaba su insistencia.

“¡No voy a marcharme, tú no puedes hacerme esto! ¡Solo estas mintiendo, fingiendo no recordarme!”, gritó alterada, llamando la atención del personal de enfermería.

“Le pido que por favor que se marche señora, no puedo permitirle alterar a mi paciente pidió amablemente la enfermera”.

Karina le dirigió una mirada asesina, pero no dijo nada y salió de la habitación maldiciendo como una loca.

“Gracias por eso”, le dije y traté de incorporarme de la cama.

“¿De verdad no recuerdas quien es ella?”, me pregunto sin acercarse a mí.

“No, te juro que no te miento Sandy…”.

“Hace tiempo que nadie me llama de esa manera”, me interrumpió.

Sonreí ante su respuesta, mi corazón latió fuerte dentro de mi pecho como cuando era un adolescente ¿Y qué corazón no reacciona ante el amor de su vida?

“¿Te molestaría si lo hago yo?”.

“N-no su-supongo que no”.

El brillo en sus ojos me decía que ella tampoco me había olvidado y pude ver que mi presencia todavía la perturbaba, tal como la última vez que nos vimos en el bachillerato.

Tenía más de una semana sin saber nada de Adrián, no podía negar que su indiferencia me había lastimado el ego, pero solo había una cosa que yo podía hacer al respecto y era darle la vuelta a la página y continuar con mi vida.

Extrañaba sus mensajes y también nuestras charlas nocturnas, esas de una o dos veces por semana tomando café y fumando un cigarrillo, pero había notado que no había dolor en mí, no sentía pena, ni sufrimiento.

Sabía que debía continuar con mis terapias, hice cita con Manuel porque lo que sí había removido en mí el silencio de ese hombre, eran mis inseguridades.

“¿Será que hay algo en mí que aleja a los hombres que me interesan?”, le pregunté a mi amigo el psicólogo apenas estuve recostada en el diván.

“¿Por qué crees que hay algo mal en ti? ¿Por qué no pensar que hay algo mal en ellos?”.

“No te niego que he llegado a pensar que no soy lo suficientemente buena en la cama como para que se queden conmigo, al menos por eso”.

“¿En verdad crees que tu valor radica por lo que eres o no eres capaza de darle a un hombre en la cama?”.

“Mi esposo, que decía que me amaba, dejó de interesarse en tener relaciones se%uales conmigo de la noche a la mañana y Adrián, el tipo que conocí por la aplicación, se alejó de mí después de tener se%o. ¿Es solo una coincidencia?”.

“Morelia, me preocupa este retroceso en la terapia. Te dije que debías sanar tus heridas y trabajar en tus inseguridades antes de involucrarte con otra persona. Antes de continuar quiero que te contestes una pregunta: ¿Por qué necesitas la aprobación de un hombre para ser feliz?”.

Me quedé pensando un momento, no esperaba esa pregunta, yo no necesitaba la aprobación de ningún hombre para ser feliz ¿o sí?

“Yo no necesito la aprobación de un hombre para ser feliz”, respondí tajante, pero algo se removió dentro de mi estómago y comenzó a arder en mi pecho.

“¿Qué sentiste cuando contestaste a eso? Por favor, se honesta contigo misma”.

Fue en ese momento cuando todo estalló.

Esas lágrimas que no habían podido salir comenzaron a brotar mis ojos, ni siquiera cuando vi a José con su amante había llorado y tampoco cuando me di cuenta de que Adrián había comenzado a ignorarme.

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