Amor verdadero -
Capítulo 36
Capítulo 36:
En cuestión de segundos pensé que esa era la mejor manera de liberarme de todo lo que estaba viviendo, morir quizá fuera el escape que tanto estaba necesitando.
Ya no tuve tiempo de pensar más al ser arrastrado por la oscuridad que llego como un manto negro sobre mi cuerpo, dejé de pensar en el dolor y los recuerdos fueron perdiéndose junto mi consciencia.
…
Me quedé tirada en el piso de rodillas, tratando de pedir perdón, pero él ya no quiso escucharme.
Tuve que reaccionar y correr a apagar el fuego que se había iniciado en la sala, por fortuna logré apagarlo con el extintor que teníamos en la cocina antes de que ocurriera una desgracia mayor.
Estaba desesperada, tomé el teléfono y llamé a Emilia, tenía que ir a visitar al brujo Polo.
Debía haber una manera de remediar la situación.
“¿Qué Adrián encontró tu altar? Amiga estás perdida, el brujo Polo dijo que, si él se daba cuenta, se revertiría el hechizo y que tú tendrías que asumir las consecuencias. Lo mejor es que ya te olvides de todo y que lo dejes libre. Adrián ya no va a volver contigo y tienes que aceptarlo”.
“¡Eso nunca!, ¿Entendiste? Adrián es mi esposo y lo será para toda la vida, cuésteme lo que me cueste, así tenga que vender mi alma al diablo y te juro, que lo haré”.
Colgué el teléfono y salí dispuesta a buscar a ese brujo por mi cuenta.
Si la estúpida de Emilia no quería acompañarme, no importaba, no la necesitaba.
Tenía que haber un hechizo más fuerte, algo que lo hiciera olvidar todo y regresar arrastrándose hacia mí.
Llegué con el brujo y por fortuna me atendió de inmediato, llorando le conté todo lo que había pasado.
Le recuerdo que todo acto de brujería conlleva un gran karma, solo hay algo que puede hacer para que su esposo se olvide de todo.
Me entregó una veladora negra, me hizo pasarla por todo mi cuerpo y luego me llevó hasta una habitación especial que no había visto antes.
Ahí, un espantoso altar dedicado a Lucifer me dio pavor, pero mi desesperación era tanta, que encendí la veladora y supliqué para que mi esposo se olvidara de todo lo que había pasado entre nosotros y los motivos que tenía para aborrecerme.
“El señor puede ser traicionero, pero nunca falla, de eso puede estar segura”, dijo el brujo.
“Le advierto que, si su esposo se rencuentra con su amor verdadero, no habrá manera de que ningún hechizo lo traerá de vuelta hacia usted. Ni siquiera el señor de las tinieblas, tiene poder sobre el verdadero amor”.
Volví a casa, tenía miedo de lo que había hecho, pero ya no había marcha atrás.
Llevaba unos minutos conduciendo cuando recibí una llamada de la Cruz Roja.
“¿Señora Morales? Lamentamos informarle que el Señor Adrián Morales tuvo un accidente automovilístico, fue trasladado al hospital inconsciente y en su cartera encontramos una tarjeta de identificación con sus datos para llamar en caso de emergencia”.
“E-es mi esposo, voy para allá en este momento colgué el móvil y me detuve en el acto”.
No podía creer lo que estaba pasando, Adrián en el hospital no era lo que estaba esperando, pero quizá era la oportunidad que esperaba para convencerlo de que mi amor por él era verdadero y tendría la oportunidad de reconquista su amor.
Tras llegar al hospital los médicos me informaron que estaba inconsciente, no podían determinar la gravedad de su estado, así que tuve que llamar a mis suegros y a mis hijos, ellos no me perdonarían que no les informara del accidente de su padre.
Adrián fue sometido a varias pruebas para saber si tenía alguna lesión que le impidiera despertar, pero todos los resultados arrojaban lo mismo.
Todo estaba bien con él.
Lo que era ya una sorpresa luego del accidente, el único golpe que recibió fue en la cabeza y como un milagro, había salido casi ileso.
“No entiendo, si los doctores no le han encontrado nada, ¿Por qué sigue sin despertar?”, expresé con frustración, el no saber a ciencia cierta lo que estaba pasando me tenía desesperada.
“Calma mamá, lo bueno es que papá está vivo, debe tener alguna conmoción cerebral o no sé, yo no soy médico”, expresó con desespero Adrián.
“No entiendo cómo es que Karla todavía no llega, ella sabría mejor que nosotros lo que podemos esperar”.
“Alguna brujería debió perseguir a mi hijo, solo de esa manera podría explicarse lo que le está sucediendo”, dijo mi suegra mirándome con odio y sentí como si estuviera enterada del asunto, quizás Adrián le llamó para decirle lo que había pasado antes de tener el accidente.
“No diga cosas sin sentido señora. ¿Cómo puede decir esas tonterías? Eso de la brujería no existe, usted sabe lo que Adrián piensa al respecto”, respondí en tono cansado y tratando de desviar la atención, no podía permitir que desconfiaran de mí.
Yo no quería pensar en lo que había hecho, porque no tenía nada que ver una cosa con la otra, yo le había pedido al brujo que mi marido no pudiera tener relaciones con otras mujeres, pero jamás que sufriera un accidente de esa naturaleza.
‘No fue lo que pediste, pero quizá este sea el resultado de tus acciones’, pensé, pero jamás iba a admitirlo en voz alta.
Un policía de tránsito me entregó sus pertenencias, lo primero que tuve en mis manos fue su teléfono móvil.
Me senté en la sala de espera y puse a cargar el aparato que se había apagado ya por falta de batería.
Adrián nunca acostumbró a usar contraseña para bloquear su teléfono, según él porque no tenía nada que ocultar.
Apenas lo encendí comenzaron a llegar mensajes, algunos eran de clientes y otros de una tal More Ortega.
La noche de la boda de nuestro hijo, yo seduje a Ardían después de poner unas gotas de droga en su bebida, él me llamó Morelia, estaba segura de que esa mujer era la misma.
‘Su esposo va a encontrar su alma gemela, el verdadero amor de su vida’, dijo el brujo Polo cuando me leyó las cartas y lo había repetido antes de encender la veladora negra. Yo debía evitar que volviera a hablar con esa mujer a toda costa.
Sin siquiera leer los mensajes, eliminé la conversación, era mejor que ella pensara que era Adrián quién la estaba ignorando, si tenía un poquito de dignidad, dejaría de buscarlo.
“¿Ese es el teléfono de mi papá?”, preguntó Adrián cuando me vio con él en las manos, me puse un poco nerviosa, pero estaba seguro de que mi hijo entendería que lo hubiera encendido.
“Sí, me lo dio el policía con las demás pertenencias de tu padre”.
“¡Qué bueno! Es mejor que me lo des, necesito llamar a todos sus clientes para que sepan lo que le pasó a papá y para decirles que yo me haré cargo de continuar con sus servicios”.
“Solo hay algo que tengo que advertirte”.
Tenía que aprovechar para ponerlo de mi lado.
“Descubrí que tu padre tiene una amante, es una tal Morelia Ortega, la tiene registrada como ‘More Ortega’”.
“¡Muy fácil! Solo hay que bloquearla para que no moleste, este es un asunto familiar, esa mujer nada tiene que hacer aquí”.
“Eliminé la conversación, porque quizá si ella piensa que tu papá la está ignorando, se aleje de él”.
“Bueno, esperemos que no llame y sí lo hace, cortaré la llamada. No tiene por qué enterarse de que papá está hospitalizado”.
“Esperemos que sea una mujerzuela con dignidad”.
Justo estábamos hablando de eso cuando una llamada de esa mujer entró, mi hijo dejó sonar el teléfono tres veces y luego declinó la llamada para que la tal Morelia, pensara que había sido Adrián quien no quería hablar con ella.
“¿Lo ves mamá? Fue más fácil de lo que imaginamos, ahora a esperar que no vuelva a llamar, si insiste se encontrará con la misma respuesta”.
“¿Cómo está mi papá?”, preguntó Karla desesperada, que llegó directo del aeropuerto al hospital.
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